La creadora de la primera revista erótica en el mundo árabe estará en Cartagena. La nota en el periódico El tiempo:
Tiene rabia. Mucha. El libro más reciente de Joumana Haddad es prueba de ello: Yo maté a Scheherezada, confesiones de una mujer árabe furiosa. En él, destruye el mito por excelencia de la literatura árabe, Las mil y una noches, ese derroche de ingenio de la mujer que sobrevivió a la muerte por su poder de contar historias que lograran cautivar el interés del sultán Shahriar hasta alcanzar la madrugada. Para ella, no es más que un fetiche exótico orientalista.
"Manda el mensaje equivocado: dales a ellos lo que tienes y quieren, y te perdonarán. No les enseña resistencia y rebelión a las mujeres, sino concesión y negociación de sus derechos básicos. Las persuade de que si los complaces, con una historia, una buena comida o un buen par de tetas de silicona, lograrán sus objetivos: ¿eso es resistencia? No lo creo. Por eso la maté". Esta mujer de voz suave, certera y educada, vendrá a Colombia al Hay Festival el próximo 27 de enero.
Odia que le digan que es única, que rompe el paradigma de las mujeres ocultas tras el velo, que no es usual ver mujeres árabes como ella, liberales, directas, políticas. No cree ser una excepción, pero es claro que se ha detenido a pensar por qué se lo dicen. "Hay un problema con que las mujeres árabes sean invisibles y eso puede responder a dos fenómenos: que hay gente que no las quiere ver y que ellas mismas no quieren ser vistas. ¿Por qué no las quieren ver?, ¿Por qué las ignoran?, ¿Por qué aceptan ser ignoradas? Todo esto va a tomar tiempo, concienciación y rabia", le contestaba a Jeremy Bowen, en el programa británico Frontline Club en septiembre pasado.
Nacida en Beirut en diciembre de 1970, Haddad creció en medio de la guerra civil que padeció el Líbano desde 1975. Desde entonces, la vida le exigió tener los ojos bien abiertos. Pero la guerra no era solo en la calle, en su propia casa recuerda oír sus propias batallas. Por eso, se refugió en los libros que su padre tenía en la biblioteca, y en aquellos que estaban fuera del alcance de su mano, como Justine del Marqués de Sade, un libro que la trastornó. "Lo encontré por accidente a los doce años, escondido en la parte alta de las estanterías. Leerlo a tan corta edad fue un choque para mí, pero al mismo tiempo, tuvo un efecto saludable y liberador en mi cabeza", le respondió a EL TIEMPO.
Estudió durante 14 años en un colegio de monjas, dado que en su casa eran católicos. A los 19 se casó. Hoy confiesa que fue un acto de rebeldía, para escapar del control de su padre. Pero eso no duraría, las jaulas no son lo suyo. Todavía le faltaba comerse al mundo.
Esa libertad de la que habla, que elogia y pone a brillar, la obtuvo y cultiva sin freno gracias al conocimiento, que nunca le es suficiente ante tamaña ambición. Aprendió a entender a la gente y sus costumbres descubriendo sus lenguas. Hoy habla, escribe y traduce siete idiomas. Tampoco se limita a un género a la hora de escribir. Además de ensayos y novelas, ha escrito cuentos y libros para niños. "No soy de las que decide qué escribir, cuándo, o dónde, ni en qué idioma. Solo me dejo llevar por la aventura que se me atraviesa en un momento dado. Sin embargo, antes que nada, soy poeta".
"Ella tiene la cabellera más lejana que un placer que acaba de pasar y en la sonrisa mil promesas que no impiden la lluvia. Sus colores son una paleta de temblores, ya cicatriz de ondas, ya claro de cuchillo. Ningún cartero llama a su puerta porque no se le conoce morada. Tampoco se le conoce fin, porque es libre como un árbol. Y como un árbol, sube". (del poemario La pantera escondida donde nacen los hombros, 2006).
Revolución desde adentro
Tiene las puertas abiertas al mundo, pero sigue en Beirut. No se ha ido de allí. "Si no lo he hecho es porque un muro solo puede tumbarse desde adentro". Allí decidió criar a sus dos hijos y lanzarse a su mayor locura: hacer una revista erótica en árabe.
"Si al comienzo la idea no es absurda, entonces no tiene futuro". Con este epígrafe de Einstein, Joumana Haddad presentó el primer número de Jasad (cuerpo en árabe, www.jasadmag.com) lanzado en diciembre de 2008, una revista que ha despertado pasiones y odios en los países árabes. Para ella, es la manera de tomar la sartén por el mango y desde los más profundos tabúes de la cultura, abordar con ojos del presente fenómenos sociales impronunciables y censurados: virginidad, homosexualidad en el mundo árabe, poligamia, mutilación genital, entre otros.
Haddad no deja de cuestionarse. Piensa en voz alta: "En los años cincuenta ibas al teatro a ver películas egipcias donde las mujeres se paseaban en minifalda y se veían a los hombres bebiendo, era de lo más normal y nadie se decía que eso era pecado. La literatura árabe desde hace siglos es absolutamente sensual. Pero hoy, la cosa es a otro precio. ¿Qué nos pasó? Paramos de preguntarnos cosas en el mundo árabe".
La revista, cuyo logo son unas esposas abiertas, circula en sobre opaco y sellado. No ha pasado desapercibida. Los más radicales prometieron lanzarle ácido en la cara y declararon que merecía ser lapidada. Recibió innumerables correos electrónicos llenos de odio. Pero la condena moral no hizo más que despertar curiosidad. Y suscriptores. Para ella es claro que no se trata de militancia a favor de las minorías, no, Jasad es mucho más amplia. "Claro que los homosexuales tienen derecho a estar furiosos y a expresar su rabia. Pero no son solo ellos. No necesitas pertenecer a un grupo determinado y discriminado para sentirte molesto aquí".
La rabia tiene que ver, además, con la manera como se ha confundido la noción de tradición, y cómo bajo su discurso se justifican excesos. Cualquier fanatismo le resulta condenable. Allí entra el uso de la burka, que por supuesto, desprecia. "¿El burka una tradición? Me encantaría ver a un hombre en burka. Como las mujeres son vistas como un objeto de seducción, y el hombre no puede controlar sus impulsos, ella es la que tiene que anular su ser: ¿por qué tengo yo que pagar por un pecado que no cometí?".
Utopías, absurdos y peleas en apariencia perdidas conducen los días de Joumana Haddad. Pero si no fuera por todo eso, ¿qué sería de los grandes cambios?
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