En el libro La puerta de la luna, Ana María Matute, ganadora esperadísima del Premio Cervantes, recoge sus cuentos completos. Matute para rato, afortunadamente. La nota en el diario El país:
Ana María Matute, recién elegida premio Cervantes, vive en un luminoso sobreático en la avenida de Mare de Déu de Montserrat, en Barcelona, atiborrado de libros. Los hay por todas partes. No le gusta que los fotografíen, "¿qué va a pensar la gente de este desorden?". Están de obras. De pequeña le gustaba esconderse en los armarios. "Como era tan pequeñita, parecía un gnomo". Lo cuenta maravillosamente en Paraíso inhabitado (2008). Ahora, a los 85 años, también tiene su mundo secreto, su habitación, muy grande, que hace las veces de despacho. "Tengo una cama divertidísima. Está rodeada de madera. Me da la sensación de que estoy en una cueva o en una cabaña y eso me gusta". Es su lugar sagrado, en el que no entra casi nadie. Ana María está siempre ocupada. Se levanta sobre las 12.00, cualquier hora anterior le parece "la madrugada". "Me levanto antes si tengo que hacerlo, pero me horroriza". Normalmente se queda leyendo hasta muy tarde. Ha descubierto la novela negra. "Siempre salen muchos nombres, y leerlas y hacer crucigramas me estimula. No quiero perder la memoria". Sigue escribiendo en su veterana máquina electrónica. Está dándole vueltas a una nueva novela. "Aún está en fase de proyecto". Con todo el jaleo del premio no tiene demasiado tiempo. Y no se puede quitar de la cabeza el discurso que pronunciará el 23 de abril cuando reciba el Cervantes. Más que escribirlo, le preocupa leerlo. Jaleos aparte, suele trabajar hasta la hora de comer, las tres o las cuatro de la tarde. "La palabra tarde me pesa, aunque me he acostumbrado a trabajar a segunda hora".
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