El mundo editorial pasa por su peor época, y España, con la crisis económica, lo ha sentido. Gabriel Bustelo comenta lo que sucede en el país ibérico, que es la historia de todo latinoamérica:
Cuentan los editores que ca-da vez que las autoridades económicas decretan otra nueva quiebra del sistema económico, las ventas de libros caen en picada como todo lo demás, hasta tal punto que las librerías se convierten en lugares fantasmagóricos donde no se ve un alma. De hecho, en el mundo entero existe ahora lo que los expertos llaman el “efecto miedo”, que impide a miles de personas abrir la cartera y darse la alegría de comprar algo que no sea estrictamente lo necesario. Muchos consumidores occidentales —algunos de los cuales llegaron a ser adictos a las compras— ya casi no se atreven a acercarse a una tienda ni para echar un vistazo al escaparate. El libro, cuya relación precio-calidad aún es excelente en comparación con otras ofertas culturales y de ocio, debiera ser una de las primeras cosas que esos aterrados consumidores vuelvan a comprar apenas recuperen el maltrecho bolsillo y el aplomo perdido.
Pero, ¿hasta qué punto ha afectado la crisis a la industria del libro? ¿Qué leen quienes siguen leyendo? ¿Han cambiado los hábitos de consumo? Para saberlo hemos hablado con los profesionales de la industria editorial española. Todos tienen una prolongada experiencia y son sobradamente conocidos en el mundo del libro: Juan González, director general del Grupo Santillana; Ymelda Navajo, directora de La Esfera de los Libros; Belén López, directora del sello Temas de Hoy del Grupo Planeta; la colombiana Pilar Reyes, recientemente incorporada al frente de Alfaguara; e Inés Vergara, directora de Taurus. Pero para no limitarnos solo a los grandes sellos, hemos contado también con los fundadores de dos editoriales pequeñas que en estos años se han ganado un prestigioso puesto en el sector: Luis Solano, de Libros del Asteroide, y Enrique Redel, de Impedimenta.
El fantasma de la crisis
Ante las interrogantes que afrontan estos profesionales del libro, hay algo que todos comparten: el amor por su trabajo. El hecho de que, en plena crisis, suceda un fenómeno editorial tan espectacular como El tiempo entre costuras, de María Dueñas —que va camino de 800.000 ejemplares—, hace que Belén López mantenga altos los ánimos. El libro salió tímidamente en junio de 2009 con los 3.500 ejemplares habituales de una tirada estándar y al cerrar el 2010 será probablemente el libro en español más vendido del año. “Y eso que la protagonista, Sira Quiroga, es todo lo contrario de Lisbeth Salander, la heroína, la trilogía Millenium de Stieg Larsson —nos explica la directora de Temas de Hoy—. “El libro empezó sin apenas promoción y se fue abriendo paso gracias a la recomendación de los lectores.” Ymelda Navajo, cuyo hit editorial es Los ojos amarillos de los cocodrilos, de Katherine Pancol, responde con contundencia sobre la complicada situación actual. “En estos momentos hay una extrema polarización entre los libros que se venden mucho y los que no se venden nada” —dice la directora de La Esfera—. “Se trata de una crisis profunda y nadie sabe a medio y largo plazo cuáles serán las consecuencias reales.” El editor Enrique Redel, que ha vendido la nada despreciable cifra de 30.000 ejemplares de La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, nos cuenta que Impedimenta no se ha visto afectada por la crisis porque él al verla venir, reaccionó de manera inmediata. “Hace algo más de un año los distribuidores nos avisaron de una catástrofe a la que no íbamos a sobrevivir” —recuerda—. “Lo que hice fue meter el acelerador y sacar a la calle lo mejor que tenía”. A la vista de su éxito con el libro de Gibbons, que el Sunday Times describía como “tal vez la novela más graciosa jamás escrita”, parece ser que acertó de pleno.
Juan González, al frente de una compañía multinacional como Santillana, con una notable presencia en Hispanoamérica, tiene ahora entre manos el megalanzamiento de El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa. La última novela del flamante Nobel peruano salió en noviembre con una tirada inicial de medio millón de ejemplares, que se distribuyeron en España y América Latina casi simultáneamente. Una mitad de los libros se ha impreso en España, mientras que la otra mitad se ha producido en Colombia, Argentina y México. Para materializar en España las 442 páginas de El sueño del celta se han empleado 350 horas de cosido, 2 imprentas, 90 horas de encuadernación, 160.000 kilogramos de papel y 902 kilos de tinta. Nos dice González que si el consumo ha caído en general, incluido el de literatura, “en América Latina no estamos notando los efectos”. La colombiana Pilar Reyes, que se ha trasladado a Madrid para ponerse al frente de la editorial Alfaguara, asegura que “la gente que compra libros como parte de su canasta familiar, lo seguirá haciendo”. Según Reyes, el problema es el comprador eventual o esporádico, que al quedarse sin dinero deja de comprar porque no considera el libro como algo imprescindible. Recuperar ese tipo de cliente es, en su opinión, un verdadero reto.
El termómetro de Frankfurt
Un año más, la Feria de Frankfurt ha sido el gran catalizador, el lugar que sirve para tomar la temperatura editorial a cada país. “No he notado en Frankfurt nada especial que pudiese achacarse directamente a la crisis económica”, dice Juan González. “En el pabellón de las editoriales españolas he visto a los mismos expositores, y en el pabellón de Estados Unidos y del Reino Unido, siempre el más movido, he notado la misma agitación de todos los años. Pero es verdad que nadie ha querido malgastar su dinero”. Inés Vergara, en cambio, observa una mejoría gradual. “Si comparamos esta feria con la pasada, quizá se note un poco más de movimiento”, nos cuenta la editora de Taurus. “Pero estamos lejos aún del impulso, el ajetreo y la pujanza de hace cuatro años”. Pilar Reyes va aún más lejos y tras su visita a Frankfurt dice tajante: “No hay ningún indicador de que esta crisis, en absoluto fantasmagórica, se esté alejando”.
Ymelda Navajo, asidua a la convocatoria alemana, habla con cariño del evento en sí. “A mí me encantan las ferias del libro”, dice la célebre editora española. “Para los profesionales y los autores es una oportunidad única de salir de nuestra urna de trabajo y entrar en contacto con los lectores. Pero el carácter popular del libro está muy ligado al soporte papel, insustituible a la hora de acercar el libro a la gente”. Pero Belén López, otra veterana visitante de la feria, asegura que una cosa son los titulares de prensa que salen de Frankfurt y otra muy distinta es la realidad editorial. “Hay toda una generación joven acostumbrada a adquirir cultura en internet gratis. O mejor dicho, un entretenimiento que ellos consideran cultura”.
El libro ante el “monstruo” de internet
Estas dos avezadas profesionales han sacado a relucir un tema crucial: el universo cibernético de internet frente al libro de papel, una batalla sorda que lleva camino de prolongarse en el tiempo. “Antaño no había ni mucho menos las alternativas de ocio gratis que hay ahora” —dice Belén López—. “Desde las redes sociales como Facebook hasta el entretenimiento visual y musical de YouTube o Spotify, pasando por la posibilidad de descargarse una película o pasar horas surfeando por la web, la oferta de internet es casi infinita.” Dado lo sucedido en otras industrias culturales como la discográfica, hoy gravemente herida por la competencia de las descargas gratuitas y el pirateo de internet, ¿podría suceder lo mismo con las ciber-bibliotecas y el libro electrónico? “Este es un tema inmenso”, responde Pilar Reyes. “Pero el gran problema es si el libro tiene o no capacidad de seducir a los jóvenes de hoy. Todo lector menor de 25 años es un ‘nativo digital’ poco proclive a la lectura de largo aliento que implica la lectura literaria”.
Ymelda Navajo, por su parte, cree que la situación aún no es grave. “Pero puede llegar a ocurrir —advierte—. “Especialmente en aquellos países, como España, donde se considera que los contenidos digitales son gratis y no tienen valor”. Belén López aconseja aprender de lo que les ha sucedido a otros para procurar solucionar el tema de antemano. “Por desgracia —dice— estos asuntos no corresponden a los departamentos literarios, sino a las altas esferas empresariales y políticas”. En casos como el de España, incluso escapan las competencias de un país concreto y son decisiones que corresponden a la Unión Europea en conjunto. “Pero creo que los editores hemos tomado nota de lo ocurrido en la industria discográfica” —dice Inés Vergara—. “En lugar de luchar contra los acontecimientos, más bien nos estamos subiendo al tren. La idea es que, lejos de hacernos daño, internet y el libro electrónico convivan con el libro en papel, convirtiéndose en una interesante herramienta para llegar a un público más amplio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario