El Domingo pasado tuve la fortuna de recitar en el Festival poético de Tenjo, un espacio maravilloso cuya asistencia de público fue, para mi asombro, masiva. Claro, no resultó ser por este blogger. Nada más lejano. La tradición de este festival es de vieja data. Allí conocí al secreto mejor guardado de las letras colombianas, en palabras de Andrés Felipe Solano. Ha recibido elogios de los más importantes escritores, entre los que se encuentran Héctor Abad Faciolince y la Premio Nóbel de literatura Elfriede Jelinek, quien dijo de Tomás: "Leyéndolo tuve la sensación de que es muy puro". Al primero que escuché hablar de González fue a Gonzalo Mallarino, y luego a Nahum Montt, quien me comentó que allí, en su literatura, se encontraba lo mejor de los nuevos narradores colombianos. Hasta Piedad Bonnett ha confirmado que su obra ha influido en la manera de enfrentar sus novelas, y esto es mucho que decir, conociendo la presunción de la antioqueña. Hice oídos sordos a tales aseveraciones. Generalmente cuando alguien comenta a un autor a quien no he leído salgo y busco aunque sea un relato, un poema, un capítulo de novela, algún escrito. Lamentablemente para mí, este no ha sido el caso con Tomás González. Es como si mi oído no conectara con el hipotálamo, y en consecuencia, dejara pasar aquel nombre por mi capacidad lectora. Hace poco, lo recuerdo bien, tuve en mis manos su primera novela Primero estaba el mar. Lo tenía un amigo mío, y me lo recomendó en aquel momento. Lo recuerdo por el amigo, quien siempre me ha guiado cuando tengo sentimientos de no encontrar nada apasionante. De nuevo, por cuarta o quinta vez, mi cerebro no conectó todas las bujías. (Un lapsus: Cuando estudiaba ingeniería electrónica, vi una materia matemática que se llama Redes neuronales. Desde aquel instante, prefiero llamar a las neuronas Bujías). Maldita distancia entre el cuerpo y la mente, que no recuerda ya ciertas cosas. (Segundo lapsus: mi familia tiene tendencia al Alzhaimer, y esto es en serio. Las cosas se me han ido borrando poco a poco. Por eso tomo notas en mi Moleskine, no para apuntar destellos poéticos o alusiones narrativas, sino para recordar lo que han denominado los médicos Memoria inmediata). no más lapsus, lo prometo. El caso es que conocí a Tomás González en Tenjo, y debo confesar que es un tipo simpático, agradable. Si es tan encantador conversar con él. ¿Qué me dirán sus libros? déjame decirte querido Tomás, y no miento, no exagero, ya mismo voy a la librería más cercana (Panamericana de Kennedy) y compro Primero estaba el mar, tu libro más celebrado. Un abrazo para vos.
7.6.10
Conociendo a Tomás González
El Domingo pasado tuve la fortuna de recitar en el Festival poético de Tenjo, un espacio maravilloso cuya asistencia de público fue, para mi asombro, masiva. Claro, no resultó ser por este blogger. Nada más lejano. La tradición de este festival es de vieja data. Allí conocí al secreto mejor guardado de las letras colombianas, en palabras de Andrés Felipe Solano. Ha recibido elogios de los más importantes escritores, entre los que se encuentran Héctor Abad Faciolince y la Premio Nóbel de literatura Elfriede Jelinek, quien dijo de Tomás: "Leyéndolo tuve la sensación de que es muy puro". Al primero que escuché hablar de González fue a Gonzalo Mallarino, y luego a Nahum Montt, quien me comentó que allí, en su literatura, se encontraba lo mejor de los nuevos narradores colombianos. Hasta Piedad Bonnett ha confirmado que su obra ha influido en la manera de enfrentar sus novelas, y esto es mucho que decir, conociendo la presunción de la antioqueña. Hice oídos sordos a tales aseveraciones. Generalmente cuando alguien comenta a un autor a quien no he leído salgo y busco aunque sea un relato, un poema, un capítulo de novela, algún escrito. Lamentablemente para mí, este no ha sido el caso con Tomás González. Es como si mi oído no conectara con el hipotálamo, y en consecuencia, dejara pasar aquel nombre por mi capacidad lectora. Hace poco, lo recuerdo bien, tuve en mis manos su primera novela Primero estaba el mar. Lo tenía un amigo mío, y me lo recomendó en aquel momento. Lo recuerdo por el amigo, quien siempre me ha guiado cuando tengo sentimientos de no encontrar nada apasionante. De nuevo, por cuarta o quinta vez, mi cerebro no conectó todas las bujías. (Un lapsus: Cuando estudiaba ingeniería electrónica, vi una materia matemática que se llama Redes neuronales. Desde aquel instante, prefiero llamar a las neuronas Bujías). Maldita distancia entre el cuerpo y la mente, que no recuerda ya ciertas cosas. (Segundo lapsus: mi familia tiene tendencia al Alzhaimer, y esto es en serio. Las cosas se me han ido borrando poco a poco. Por eso tomo notas en mi Moleskine, no para apuntar destellos poéticos o alusiones narrativas, sino para recordar lo que han denominado los médicos Memoria inmediata). no más lapsus, lo prometo. El caso es que conocí a Tomás González en Tenjo, y debo confesar que es un tipo simpático, agradable. Si es tan encantador conversar con él. ¿Qué me dirán sus libros? déjame decirte querido Tomás, y no miento, no exagero, ya mismo voy a la librería más cercana (Panamericana de Kennedy) y compro Primero estaba el mar, tu libro más celebrado. Un abrazo para vos.
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