En el más reciente volúmen de la revista Número, la 66, se publica una reseña de este blogger sobre el libro de Paul Brito, el Ideal de Aquiles. Les aquí la reseña:
Es célebre aquella aporía de Zenón, en que, en una carrera pactada entre Aquiles y la tortuga, el héroe, más veloz que su adversaria, le ofrece cierta ventaja. Aquiles recorre en poco tiempo la distancia, pero al llegar allí la tortuga se ha desplazado un tanto. De nuevo, y confiado en sus pies ligeros, avanza hasta donde se encuentra la tortuga, y ésta, en un acto de osadía, progresa unos metros más. No importa cuánto corra Aquiles, él nunca atrapará a la tortuga. En el más reciente libro del joven barranquillero Paul Brito, El ideal de Aquiles, la paradoja de Zenón de Elea se devela lúcidamente en 101 minicuentos para alcanzar a la tortuga. Con el cuidado del sello independiente Hadríaticus Editores, Brito despliega en una prosa limpia y sin ataduras la desolación del héroe ante la imposibilidad de vencer a su contendiente. Busca la esencia de lo concreto ante la idealidad que lo fustiga, es decir, su condición humana. Esta desolación, sin duda, es el desamparo de todos los hombres. Lo demuestra así el relato titulado «Las piedras de regreso», en el que «Aquiles va dejando piedras para no perder el camino de regreso. Cada una es la pieza de un rompecabezas que lo devolverá al pasado. Pero se da cuenta de que la carrera se está tornando infinita y que si algún día regresa, encontrará solamente ruinas, es decir, la suma dispersa de todas esas piedras». O este otro que ha titulado «Evolución»: «Aquiles se volvió hombre cuando dejó de ser un espécimen errante, es decir, cuando construyó su propia casa y fundó el primer pueblo. La tortuga, como lleva su casa a cuestas, nunca ha tenido que detenerse en su lenta pero efectiva evolución». Pero si Aquiles es la representación del ideal, la imagen del mundo estructurado y definido tal como lo conocemos, la tortuga es, en los relatos de Brito, una especie de semidiosa que personifica la corporeidad de lo real. Cuentos como «La voluntad de la tortuga», «Cuestión óptica» o «Plusvalía» nos señalan tal idea. Sin embargo, Brito, en otros relatos, se aleja de aquella percepción de voluntad instintiva en la tortuga, y acaso de Aquiles, para innovarlos de diversas formas. Algunas veces es el reptil el que persigue al héroe; en otras, el guerrero aqueo seduce y enamora al quelónido; en no pocas ocasiones, es Zenón quien ironiza a los dos competidores en una búsqueda infructuosa de adhesión entre el idealismo del uno y la realidad del otro. En los relatos finales, se entrevé el afán de Aquiles por ser él mismo y la tortuga al mismo tiempo. La continuidad de su existencia, que es su verdadero objetivo, en una peculiar forma de moverse a lo largo y ancho de aquella carrera exigida. En El ideal de Aquiles, Paul Brito se inspecciona desde adentro, retoma la idea de la complejidad humana, el papel entre lo especulativo y lo verdadero, tal como ocurre en el libro ganador del Premio Nacional de Cuento de la UIS, llamado «Los intrusos», pero con una enorme diferencia: lo hace en 101 minicuentos para alcanzarse a sí mismo. Son 101 maneras de contemplar el mundo; 101 métodos de desarmarlo y volverlo a armar. Como se quiera, el barranquillero consigue, en El ideal de Aquiles, 101 universos transformadores, libertarios, complejos y apasionados.
1 comentario:
Es muy bueno el libro, los cuentos me fascinaron y llevan a una fenomenologia exquisita de la recostruccion del pasado hacia el presente del ser humano.
Raj Malhotra
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