El mejor momento para Antonio Ungar, sin duda. Tres ataúdes blancos sera traducido a más de cinco idiomas. En Radar libros la nota:
En uno de los pasajes más célebres de la literatura argentina, Domingo Sarmiento traducía (mal) del francés: “A los hombres se los degüella, a las ideas no”. La consigna civilizatoria que ha sobrevivido en nuestra cultura como tenaz forma de resistencia ante las persecuciones ideológicas bien podría servir, por varios motivos, como epígrafe para Tres ataúdes blancos, la novela con que el escritor y periodista colombiano radicado en Tel Aviv-Yafo, Antonio Ungar, ganó en 2010 el Premio Herralde de Novela.
Ambientado en un futuro muy cercano, en una república caribeña dominada por una casta política corrupta y decadente, espacio al que el narrador llama Miranda, el primer cuarto del relato nos introduce de forma aletargada y minuciosa a ese mismo narrador: un hombre antisocial y solitario que vive con su padre y se preocupa obsesivamente por minucias. Pero luego, tres balas disparadas a la cabeza del líder de la oposición al régimen semidictatorial de la República de Miranda y el parecido físico del narrador con el asesinado se entrelazan para darle forma a un plan urdido por los más cercanos amigos del difunto: hacer pasar a nuestro narrador por dicho líder como única esperanza de generar un cambio democrático en el país arrasado, desde hace décadas, por el terrorismo de Estado en un sistema político dominado por el miedo burgués.
Este será el punto de partida de la trama en un camino, de a ratos acelerado y enloquecido, que contendrá todos los elementos de una novela de folletín: romance, persecuciones, crímenes, acción, muerte y algunas metarreflexiones del narrador acerca de su propio texto.
En este esquema, las sustituciones ocuparán un rol fundamental en el relato y se inician en esa primera sustitución de un hombre por otro que habilita una serie de cuestionamientos: ¿Quién es quién si una persona se hace pasar por otra persona ya muerta hasta copiarla en sus mínimos detalles? ¿Cuántas veces puede morir esa persona? Nuevamente entonces, las ideas no se matan. Aunque, en definitiva, si lo que importa es la forma en que una persona se parece a otra, lo que cuenta es la mirada. El nombre ficcional de la república donde transcurre la acción lo contiene: Miranda. La forma de mirar puede ser también la forma en que cierta clase pudiente de Miranda ve con buenos ojos al gobernante criminal porque con sus métodos non sanctos y su protección a los escuadrones de la muerte ha logrado erradicar a la Guerrilla Estalinista, o la forma en que los medios de prensa dependientes del Estado construyen una realidad propia y también la forma en que se puede deformar la realidad hasta hacerla una caricatura, un desvío: una mala traducción de una frase extranjera para direccionar la mirada hacia lo que se quiere.
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