Un autor que siempre me es fascinante, sobre todo desde sus ensayos, Julio César Londoño, comenta después del Hay, o, como dice él, después del Jay:
Terminó otra edición del Hay Festival de Cartagena. El Hay se realiza anualmente en seis ciudades pequeñas y glamorosas del mundo, reúne a un buen número de personajes de las letras, es light y elitista (el Hay no programa nada en Bazurto ni en otros barrios malolientes de la ciudad; debía llamarse el Jai Festival, como propone Checho Jordán) pero lo hace de frente, sin milonga, con una irresponsabilidad social franca, y cumple bien su cometido de divulgación: acerca los escritores al público y pone a la literatura en la primera plana de los diarios.
El conversatorio entre Daniel Samper y el humorista infantil Luis Perscetti fue absolutamente feliz. Los asistentes nos divertimos como niños porque Samper y Perscetti son dos payasos profesionales que conocen la regla cero de la risa: el humor no se improvisa… ¡y porque no había niños en la sala! (Definitivamente es un festival perfecto: ni pobres ni niños).
María Elvira Bonilla, la directora de la revista digital Kien y Ke, entrevistó a Emily Bell, la directora de la Escuela de Periodismo de Columbia University. El tema fue el presente y el futuro del periodismo on line. La señora Bell lo sabe todo (fue directora de los diarios británicos The Guardian y Observer) y las preguntas de María Elvira fueron siempre at point.
Rubén Blades, abogado de Harvard y músico malevo, dijo que había sido pobre dos veces: primero en español y luego en inglés; que su música tenía fecha de vencimiento, como la leche; que debíamos reinventar el mundo, en especial la política y la economía, y que “Haití no se arregla con cancioncitas”.
La entrevista que Marianne Ponsford le hizo a Alessandro Baricco cubrió varios frentes: su obra, su vida personal y la relación con “sus mayores italianos”, Umberto Eco y Claudio Magris. Baricco tuvo que hablar de Seda, ese best seller cuyo éxito ya empieza a fatigarlo; de City (reconoció que su estructura tiene complicaciones innecesarias) y de Los bárbaros, su magistral ensayo sobre el fútbol, los libros, el vino y Google.
En la Casa Mafer, los colombianos Guido Tamayo, Fernando Quiroz y el autor de La plana, sostuvimos con los mejicanos Rosa Beltrán y Francisco Hinojosa una candente polémica sobre el adulterio. Concluimos que la tragedia del amor conyugal era la pérdida del deseo, y que el responsable era ese torpe diseño social que pone la ternura en la casa y el erotismo en la calle, en lugar de mezclarlos un poco aquí y allá.
Yo vi varias personas cabeceando en el auditorio (Eduardo Victoria, Beatriz López…) pero creo que la responsable era esa atmósfera como de sancocho hirviendo que flota hace mil años sobre la ciudad. Lo cierto es que los comentarios de la gente al final fueron muy elogiosos, si descartamos la opinión de dos señoras caleñas a las que sorprendí, escondido tras una columna del patio interior de la Casa, rajando de los panelistas.
–Qué petardos, ¿no? –decía una de las brujas, la presentadora de televisión Martha Isabel Hinojosa.
Sí –le contestó la otra bruja, Gladys Reyes–, parecía una reunión de padres de familia.
–Sí –agregó la primera bruja–, es más emocionante la reunión de la junta del condominio.
–Sí –dijo la segunda acomodándose el escote de su precioso traje de lino blanco.
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