A menudo los escritores parecen moverse con dificultad en las ciénagas de la incertidumbre que provoca el hecho de querer vender y querer hacer bien las cosas; entre la necesidad de reconocimiento y la de enclaustramiento; entre la mercadotecnia y la maravilla de lo artesanal. Al menos en España e Hispanoamérica, que es lo que mejor conozco. Y todo esto motivado por el hecho de que de cuando en cuando aparecen libros que se convierten en éxitos de ventas instantáneos, sin que editores, agentes, críticos y lectores se pongan de acuerdo respecto a la calidad del libro en cuestión. Y ello, claro, sacude la tranquilidad del escritor que hasta ese momento ha vivido resignado a entender que sus libros registran ventas modestas o, peor aún, que lo que él creía grandes cifras de ventas son apenas una fruslería al lado de lo que venden los best sellers.
Pero más allá de este hecho anecdótico surge una cuestión de fondo y más interesante: ¿Qué convierte a un libro en un best seller? ¿Por qué ciertos libros son best sellers? ¿Es acaso este un género de excelencia narrativa? La verdad, formulo estas preguntas porque resultan difíciles de responder taxativamente. Aquí lanzo algunas mínimas consideraciones para que ustedes continúen el debate. Para empezar, el planteamiento del best seller suele ser ideológicamente conservador y magro, habitado por buenos buenos y malos malos, casi siempre enfrentados por una lucha más bien plana y monocorde. Los personajes son esquemáticos y apenas hay profundidad en sus motivaciones. Pero incluso hasta los mejores lectores suelen engancharse a la lectura de uno de ellos. ¿Por qué? Creo que esto se debe fundamentalmente a su fórmula argumental. Un best seller va sembrando pequeñas dudas y enigmas, suele desplegar al final de cada capítulo la insinuación de una nueva incógnita y, si se organiza bien, excita la curiosidad superficial y perentoria de cualquier lector pues opera con el clásico “continuará” de los seriales, los cliffhangers. Así, el lector, independientemente de su nivel intelectual, queda literalmente colgado de la trama, pendiente de averiguar qué es lo que va a ocurrir en la historia y en las sub - historias propuestas. Y uno se preguntará: Pero…¿eso no hace del best seller un maravillosa novela? ¿Eso no es lo que persigue la literatura? Sí y no.
Y es que una novela —la literatura en general— no sólo es cuantificable por sus ventas o por el impacto mediático que causa o, en último caso, por el grado de “entretenimiento” que proporciona a sus lectores. Una novela vale también por el riesgo que comporta su lectura, por la inquietud que genera, por la capacidad de remover en el lector miedos y esperanzas, por su profundidad (no necesariamente indigesta) y porque hace que el lector mismo se plantee preguntas. Pensar que una novela es buena sólo y exclusivamente por su amenidad es una insensatez.
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