Un pequeño cuenco de barro, fabricado por monjes, en el que Jorge Luis Borges bebió sake luego de la ceremonia de purificación preparada especialmente para él en el templo de Ise en Izumo, Japón, se exhibía en la exposición internacional que se realizó en 1999 con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento. Allí se reunían aquellos objetos amados e íntimos, "los talismanes" que poblaban su universo privado. La civilización y la religión japonesas atrajeron desde muy temprano al escritor, como lo atestiguó luego en su obra. "Cuando tenía once o doce años, después de leer la obra de Lafcadio Hearn me interesé por el Japón. Leí luego la traducción al inglés del Genji Monogatari , libros sobre budismo, los de Daisetz Suzuki sobre zen, y seguía sintiendo que algún día me gustaría conocer directamente la cultura japonesa." Sin embargo, recién a los 80 años, Borges, en compañía de María Kodama, viajó por primera vez al Japón invitado por la Japan Foundation. "En fin, yo he llegado tardíamente a un país del todo civilizado, y me gustaría volver, desde luego, porque es grato estar en medio de gente que nuncaes agresiva", dijo. Y en ese país "del todo civilizado", Jorge Luis Borges es uno de los escritores latinoamericanos más respetados y celebrados. A mediados del siglo pasado se conocieron sus libros y desde aquel momento se publicó en japonés gran parte de su obra. La admiración que despierta en el pueblo nipón se evidenció en el numeroso público que asistió a la primera proyección en Japón del film Borges: un destino sudamericano , en la sede del Instituto Cervantes de Tokio, durante la segunda jornada del Festival 10 Tango, que con fino sentido los organizadores incluyeron en ese encuentro, realizado recientemente.
En Borges: un destino sudamericano , el escritor se convierte en actor de cine e interpreta a Juan Dahlmann, el protagonista del cuento "El Sur" ( Ficciones , 1944) en el que se basa el film. De treinta minutos de duración, combina testimonios y confesiones con una pequeña ficción final. El relato "El Sur" nació a raíz de la septicemia provocada por un golpe que el autor de "El Aleph" sufrió en una medianoche de 1938, y que lo tuvo entre la vida y la muerte. "Cuando iba a visitar a una amiga, subiendo las escaleras sentí que algo me rozaba la frente, y cuando ella me abrió la puerta y vi su cara de espanto, me llevé la mano a la frente y la vi llena de sangre", relata Borges frente a la cámara. En la película, como en el cuento, Juan Dahlmann, secretario de una biblioteca municipal, viaja al campo para reponerse de la herida, y en una pulpería unos compadritos "medio alegres" lo provocan, un viejo gaucho le tira una daga y Dahlmann, que nunca tuvo un cuchillo en mano, sale a pelear sin saber que así cumple con la sentencia que lleva su destino. "Los hechos no son autobiográficos, pero las emociones sí lo son, y eso es así sobre todo en "El Sur"", relata en el film Borges, que puede personificar así una añoranza: el deseo de la gesta gloriosa. A la vez, muestra cómo ha sido capaz de explorar en su propia biografía para satisfacer el deseo que da sentido a la vida, el duelo, y transformarlo por medio de la palabra en un hecho estético. "El duelo es para Borges el modelo mismo de la ficción: una situación narrativa que articula de una manera particular la relación entre la literatura y la vida", sostiene Alan Pauls en El factor Borges .
La filmación y la película también tienen su propia historia. Dirigida en 1975 por José Luis Di Zeo, con la colaboración de Tadeo Bortnowski, el film fue rodado en tres días en la casa del poeta en la calle Maipú, en Escobar y en otros escenarios. Lamentablemente, el director argentino Di Zeo, graduado en la Escuela de Cine de Lodz, alumno y asistente de Andrzej Wayda, y galardonado con varios premios en festivales internacionales, falleció unas semanas antes de la proyección en Tokio. En varias entrevistas, el cineasta rememora el momento en que le propuso a Borges realizar un film en el que él fuera el protagonista de su propio cuento. "El poeta respondió -cuenta Di Zeo- tomándome la mano y colocándola en su cabeza donde tenía una cicatriz, me dijo: "Ella fue el origen del cuento y del que era su personaje favorito, Juan Dahlmann"". Así nació Borges: un destino sudamericano . Algunas complicaciones surgieron en la destemplada mañana de junio cuando se rodó la escena final en Escobar. Borges se negaba a bajar del coche aduciendo que tenía frío, entonces el director, con permiso de María Kodama, le ofreció al escritor un vaso de coñac: "Tomó el trago de un sorbo y a los dos minutos bajó con energía del coche y me dijo: "Deme el cuchillo"". Sin embargo, el nerviosismo de Borges lo traicionó y en la primera toma "metió el bastón en un hormiguero, con lo que casi se cae". Lo único que pidió Borges por su actuación actoral fue una botella de licor Pernot.
La película durmió luego durante tres décadas en un placar de Olivos. Rescatada por una productora, fue relanzada en España en Documenta Madrid 2007, más tarde en Uruguay y en la Argentina, donde fue declarada de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En una entrevista para La Nacion, Silvia Pisani le preguntó a Di Zeo cuáles habían sido las razones para que el film hubiera estado arrumbado durante tanto tiempo. Éste le confesó que en la Argentina de aquel entonces Borges no interesaba tanto. "La película sí se dio en algunos colegios secundarios y siempre vi entre los jóvenes fascinación por Borges y por saber cómo era. Creo que ahora las cosas han cambiado y que se abren nuevas perspectivas para este documental, al que aspiramos a convertir en largometraje con lo que aún no fue editado." Un deseo que ojalá no quede trunco.
La tarde del 4 de junio, el público que colmaba el salón del Instituto Cervantes de Tokio guardó un conmovido silencio al terminar la proyección. Se sentía que la presencia de Borges, su mirada perdida en el infinito y su peculiar y vacilante voz, que perduran en nuestra memoria, permanecían aún en la sala. Casi como si su frágil voz pronunciara palabras semejantes a las que le escuchamos en alguna conferencia: "Yo creo que la felicidad y la belleza, y la transmisión del pensamiento no son hechos excepcionales, yo creo que se dan continuamente; por ejemplo, ahora, creo que todos sentimos que estamos de acuerdo en algo esencial: todos sentimos que hemos compartido esta tarde, que esta tarde ha sido, gracias a cada uno de nosotros, una hermosa experiencia y hasta sentiremos nostalgia de ella".
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