Según Carlos Fuentes, su sucesor para abanderar a las letras mexicanas se llama Jorge Volpi. En sí, Volpi me encanta como ensayista, no me desilusiona con sus novelas, y le creo como preriodista. Sí, pueder ser un buen sucesor, puede ser. Dicen en la revista Ñ:
Del pelo largo y la actitud rockera, al look cool o nerd. De la colección amarilla de Gallimard a la del mismo tono de Anagrama. De los debates iracundos sobre política en la universidad a miles de posts en la blogosfera. Del realismo mágico al realismo y la ciencia ficción; de Gabriel García Márquez a Santiago Gamboa y de Mario Vargas Llosa a Iván Thays: ¡vaya si ha cambiado el perfil del perfecto y joven escritor latinoamericano!"
El que ilustra y grafica un poco en broma, un poco en serio, la hilarante cartografía literaria regional es el mexicano Jorge Volpi, integrante de esta casta; la de los escritores nacidos a partir de 1965, ya no tan jóvenes. Hace unos años, Volpi estuvo entre los cinco escritores que Carlos Fuentes eligió como sus herederos literarios.
De paso por Buenos Aires, adonde vino a presentar El insomnio de Bolívar. Cuatro consideraciones intempestivas sobre América latina en el siglo XXI -que le valió el Premio de Ensayo Debate-Casa de América- Volpi habla detrás de sus ojos diminutos sobre la literatura latinoamericana, o -como prefiere decir- "la literatura que hoy se escribe en América latina".
Para él -escritor y director de un canal de televisión-, la idea de una literatura continental murió con el chileno Roberto Bolaño, "el último escritor latinoamericano".
¿Por qué?
Bolaño sí tenía esa convicción de estar respondiendo a la tradición latinoamericana. Él conocía bien lo que pasaba en la tradición literaria argentina, chilena, colombiana o mexicana y le importaba pelearse con esa tradición.
En cambio ahora...
Se buscan otras tradiciones, otros autores, otras influencias, de manera que ya no hay rasgos claros de lo latinoamericano, excepto en aquellos escritores que temáticamente retratan los principales conflictos sociales actuales; que eso sigue existiendo.
Si antes el compromiso era un deber ser, ¿hoy el deber ser no es justamente ser apolítico?
Sí. Para ser escritor latinoamericano ya no hay que estar comprometido con la izquierda. Ahora hay que descreer de cualquier compromiso político, y hay que estar vinculado con el mayor cosmopolitismo posible. Somos excepcionales los que nos interesamos todavía por lo político.
Muy lejos está Volpi de afirmar que todo tiempo pasado fue mejor. Simplemente argumenta que se acabaron los grandes discursos y con ellos los sumos pontífices. "Ahora hay una enorme pluralidad -o un enorme caos- de temas y de propuestas. El que haya estos contrastes hace que la literatura que se escribe en América latina viva un momento interesante, desde las propuestas minimalistas de Mario Bellatín hasta algunas novelas totalizadoras de Santiago Gamboa".
Pero ambos y los que cita en su libro, como los argentinos Mairal, Kohan, Guillermo Martínez y Pablo de Santis, pertenecen a los canales de distribución masiva? ¿No pasa nada más?
Por supuesto. Pero la concentración editorial en España provocó que prácticamente tres empresas dominaran todo el mercado editorial en lengua española, apabullando a los editores más pequeños. Sin embargo, el fenómeno comienza a revertirse. Cada vez hay más editoriales pequeñas. La paradoja es que lo que no se ve, no existe, y para un lector común es difícil encontrar aquellas grandes obras que están sepultadas en editoriales muy marginales. Es muy raro que un escritor notable se mantenga permanentemente dentro de esas pequeñas editoriales. Para un latinoamericano publicar en editoriales españolas significa la única forma de escapar de su jaula nacional y de ser leído en los demás países de la región.
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