Cincuenta años después del accidente de tráfico que acabó con la vida de Albert Camus (1913-1960) cuando se encontraba en la cúspide de su carrera, Francia recuerda al autor de El extranjero, una de las figuras más relevantes de sus letras. Medio siglo después de que Camus escribiera sus últimas líneas, el jefe del Estado, Nicolas Sarkozy, ha hecho público su deseo de llevar los restos mortales del Nobel de Literatura de 1957 al Panteón, el templo laico más elevado del país, donde yacen personalidades de la talla de Voltaire, Marie Curie o Victor Hugo.
La iniciativa ha dividido a su familia, que aún no ha dado una respuesta contundente y unánime sobre la conveniencia de trasladar el féretro de Camus, cuya vida terminó a los 47 años a bordo de un mítico "Facel-Véga" el 4 de enero de 1960 entre París y Lyon.
La prematura muerte del "Humphrey Bogart de la literatura" -por su pelo negro engominado y su inseparable pitillo en los labios- consternó a la intelectualidad del mundo entero. Los años 60 del siglo pasado se iniciaban con la pérdida del "existencialista de lo absurdo", un hombre marcado por el pesimismo de quien vio de cerca dos guerras mundiales y la alienación de la Guerra Fría.
El autor de Calígula fue un escritor que reflexionó sobre la indiferencia del ser humano respecto al mundo que le rodea. "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé". Con esas tres indolentes frases arranca El extranjero, que ha quedado en la historia de la Literatura como su novela más célebre y en la que se indaga sobre las consecuencias morales del asesinato y la indiferencia ante el fenómeno de la muerte.
Influenciado por la filosofía decimonónica de Süren Kierkegaard y de Friedrich Nietzsche, denominador común de los existencialistas, Camus afirmaba que la existencia es insignificante en sí misma y prefería considerarse un "absurdista". Entendía que la verdad y la moral son propias de cada individuo y que no se ajustan a modelos universales y absolutos. Pero además de a la historia de la Filosofía, el nombre de Albert Camus está también estrechamente ligado a la historia de Francia.
Y ello se debe no sólo a que su pluma conmovió al mundo con obras como "La peste" o "El mito de Sísifo" o porque mantuvo una sonada polémica intelectual con el filósofo galo Jean-Paul Sartre, sino también porque su trayectoria recorre el pasado reciente de su país.
Esta ilación comienza en su Argelia natal, un territorio al que había emigrado su familia de colonos franceses y que marcó profundamente su vida y el conjunto de su obra. Sobre ello se centran varias biografías editadas con motivo de su cincuentenario -como "Camus, une passion algérienne", de Stéphane Babey-, que recogen el desencanto del autor con motivo de la guerra de independencia de ese país (1954-1962), barbarie que le desgarró.
"He amado esta tierra con pasión, de ella he extraído todo lo que soy y nunca he apartado de mi amistad a ninguno de los hombres que allí viven, sin importar su raza", redactó Camus sobre el conflicto.
Tras la muerte de su padre en la Primera Guerra Mundial, Camus fue educado por una madre analfabeta de origen español, Catalina Sintes, en un hogar mísero, que no fue un obstáculo para que estudiara filosofía. Después de militar en el Partido Comunista y de colaborar en varias revistas, a los 27 años se trasladó a París. Allí trabajó como periodista para el diario "Paris-Soir" y como lector de textos en la editorial Gallimard.
Allí conoció, además, a la que fue su pareja más célebre, la actriz española exiliada en Francia María Casares, hija de un presidente del Gobierno de la Segunda República Española.
Cercano entonces al movimiento anarquista, fue en París donde su pluma lacónica y su verbo asequible le convirtieron en el afamado autor que recibió el Nobel de Literatura. Fue también en París donde conoció a Sartre, con el que, tras diez años de amistad, se enzarzó en una disputa teóricamente filosófica, aunque profundamente política.
Si bien ambos eran pensadores comprometidos con la izquierda, Sastre defendía la violencia inherente a la revolución social, mientras que Camus entendía que el fin no justifica los medios, como analizaría en su obra La Caída. "Me decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría", resumía Camus, un filósofo que pensaba que "la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas". Estas reflexiones llenarán los libros editados para conmemorar las cinco décadas de su muerte, como Albert Camus, solitaire, solidaire, publicado por su hija, Catherine, Dictionaire Albert Camus, concebido por Jeanyves Guérin, o la adaptación al cómic de L'hôte (El anfitrión), de la mano del dibujante Jacques Ferrandez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario