Quizá para un occidental el exotismo de su nombre llame a engaño. Puede que se acerque a Haruki Murakami atraído por algo que le remita a mundos lejanos, gobernados por códigos milenarios que escapan a nuestro más inmediato entendimiento. Pero cuando ese lector abra cualquiera de sus libros, en pocas líneas advertirá el equívoco y quedará seducido por la proximidad de sus personajes, por un finísimo hilo que logra conectar de manera global todo lo que nos preocupa, nos altera, nos divierte y nos deprime: la soledad que nos acecha, el amor, el desamor, el sexo y el deseo, el siempre frustrante viaje de la juventud a la madurez, la sensación sistemática de pérdida, de no encontrar nuestro sitio en el mundo, la atracción y el miedo hacia la muerte...
La música (sacada de lo que es su tesoro más preciado: una colección de 7000 vinilos de jazz, su gran pasión, pop y clásicos) le proporciona fondo y forma a su obra. Una música que, dice, está dentro de él y que exprime en cada capítulo que escribe obsesivamente: "Imagino que el teclado del ordenador es como un piano e improviso sobre él", cuenta.
Dice Murakami que sus libros funcionan mejor en mitad del caos. No sabe por qué, ni lo pretende. Pero es así. Empezó a escribir tarde, rondando los 30 años, después de haber regentado un club de jazz en Tokio. Escribía para él y para sus amigos, pero poco a poco ha ido seduciendo a los cinco continentes. Se ha convertido paso a paso y sin querer -le horroriza la exposición pública- en una especie de fenómeno global de culto, aunque parezca contradictorio. Uno de esos escritores que conectan con inmensas minorías, con ejércitos de lectores que comparten su visión del abismo y la salvación, y que esperan un nuevo título como la promesa de una palabra reconfortante.
Así, después de unas cuantas novelas, algún volumen de cuentos y una nueva obra autobiográfica, What I talk about when I talk about running , Murakami ha logrado su objetivo: ser un corredor de fondo. Eso es ni más ni menos este escritor que seduce a golpe del empeño en ser distinto, amante del surrealismo y de la serie Lost, admirador de Scott Fitzgerald, John Irving, Manuel Puig y Vargas Llosa y enemigo de Mishima, uno de esos intocables que se empeña en despreciar para escándalo de los guardianes de la pureza en la literatura de su país: "Muchos de sus libros no he podido ni acabarlos", comenta sin ánimo de polemizar demasiado.
Con frases como ésa, mucho le va a costar hacer las paces con el mundillo de las letras nipón y remontar una relación de odio mutuo. Ellos detestan su manía de exhibir esos referentes occidentales de la cultura popular. Él no puede soportar que le tiren de las orejas por no cuidar la lengua como una perla virgen. En Japón se niega a aparecer en radio y televisión, pese a que para muchísimos jóvenes se ha convertido en un gurú. Sobre todo después de publicar Tokio Blues (Tusquets). Muchos la han considerado un equivalente a El guardián entre el centeno en clave japonesa, pero él elude las comparaciones con el clásico de Salinger que inspiró al asesino de John Lennon. Aunque Murakami, con 60 años cumplidos, no tiene alergia a los jóvenes. Al contrario. Ha visitado por primera vez España para recibir un premio que le han otorgado lectores de entre 16 y 18 años. Se trata del San Clemente, que concede un instituto de Santiago de Compostela, el Rosalía de Castro, después de analizar su obra Kafka en la orilla por un más que estricto jurado compuesto por jóvenes bachilleres de toda Galicia. Por allí paseó Murakami antes de trasladarse a Barcelona, donde concedió esta entrevista después de haber correteado por sus calles -lo hace todos los días este amante de la maratón, esté donde esté- y antes de visitar Cadaqués y Port Lligat, lugar de peregrinación daliniana. Algo fundamental para un autor que se autodefine como "surrealista".
1 comentario:
Sorprendente que "kafka en la orilla" siga (hasta el dia de hoy) recibiendo premios. Pero lo que es realmente sorprendente es la obra misma de Murakami... Como lo diría (creo que) Irving "altamente adictiva"... Las aventuras de Kafka Tamura y el inolvidable Nakata, las apariciones esporádicas de cuervo, Jhonny "Walken" y el coronel "sanders" son... envidiables. Y si se empieza por ahí se seguirá invariablemente con "El año de la caza del carnero salvaje" (fenomenal la historia del pueblito perdido), "Tokio blues" (y el inevitable enamoramiento de las dos chicas en el manicomio), "Al sur de la frontera..." (identificación masculina plena), "Sputnik.." y sus portales interdimensionales... Solo falta que tusquets saque "after dark" en edición económica y ¡listo! el panorama completo. GRAN AUTOR!
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