A la obra del Premio Príncipe de Asturias 2009, Ismail Kadaré, compuesta por más de treinta títulos, se le suma ahora El accidente, su nueva novela. Comentan en Babelia:
Corrían los años setenta y el régimen albanés lanzaba su artillería pesada propagandística a través de Radio Tirana, la joya de la corona del dictador comunista Enver Hoxha. Pero la vida misteriosa y compleja de la capital albanesa tenía poco que ver con aquel triunfalismo radiofónico. La verdadera voz de Albania, la única destinada a perdurar y a seducir al mundo, estaba en las obras de un escritor de aspecto funcionarial, taciturno, vestido con sempiterna gabardina, llamado Ismaíl Kadaré. Un editor francés había descubierto al mundo la que sería la primera de una larga serie de excelentes novelas: El general del ejército muerto, el relato de la peregrinación por Albania de dos militares italianos con la misión de recuperar los restos de sus compatriotas caídos en ese país durante la II Guerra Mundial.Traducida casi de inmediato a 30 idiomas, la novela mejoró el estatus de Kadaré en Albania. De tal forma que, durante décadas, pudo soportar sobre sus hombros el pesado entramado de controles del régimen, sin aparente dificultad, manteniendo sus novelas en el aire, como un consumado malabarista, resistiendo las presiones de quienes le pedían que fuera portavoz de la Nueva Albania, y de quienes le pedían que interpretara el papel de disidente.
Formó parte de las instituciones comunistas, fue diputado, estuvo al frente de la unión de escritores, se benefició de una cierta protección personal de Enver Hoxha, y todo eso sin dejar de ser un escritor desafecto al régimen, un tipo en el que no se podía confiar, porque escribía libremente, sin atenerse a las consignas del realismo socialista, ni a las necesidades de la propaganda del Partido del Trabajo, deslizándose peligrosamente hacia el odiado cosmopolitismo. Podía hacerlo porque en una Albania aislada y remota -apenas 3,6 millones de habitantes, hoy- su fama internacional era un motivo de orgullo irresistible para el dictador, una coraza que le protegía de purgas y exclusiones.
"Era una situación de lo más paradójica, es verdad. En el país estalinista por excelencia, era adorado por los comunistas, pero debido a esa cierta fama internacional, era admirado también por los burgueses del exterior. Para algunos, mi supervivencia era motivo de esperanza, para otros era un misterio del régimen", cuenta el escritor.
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