Vestido informalmente, el hombre de la voz baja y las palabras duras caminó con calma hacia el escenario del Malba para recibir el 12o Premio Clarín de Novela, para recibir lo que desde hacía unos instantes ya era su premio. "Es difícil hablar ahora, en realidad es difícil hablar siempre", decía Federico Jeanmaire, que con su novela Más liviano que el aire, una historia marcada por la violencia puesta en boca de una anciana de 95 años, ganó uno de los premios literarios más importantes de hispanoamérica. Además, como se encargó de subrayar la jurado Rosa Montero, Jeanmaire fue el primer hombre en ganar el premio tras varias ediciones dominadas por mujeres. "Ya estábamos pensando en asignarles un cupo", bromeó la española.
La decisión del jurado se supo poco antes de las diez de la noche pero lo pasillos del Malba se venían llenando desde dos horas antes por fanáticos de la literatura y cazadores de bocaditos. Se sabe que hay muchas formas de vivir las esperas y la historia de la literatura da cuenta de buena parte de ellas. Fiel al oficio, en un rincón de la sala se lo veía a Pablo Toledo, ganador del premio Clarín por "Se esconde tras los ojos", pasando obsesivamente las páginas de la novela "El gueto de las ocho puertas". Más allá, un grupo de cholulos rodeaba a Rosa Montero y que sí, que no, que sí me animo a saludarla pero me da mucha verguenza. Mientras, y con mención aparte, el decano del periodismo Joaquín Morales Solá se pavoneaba de su elegancia ante un coro jóvenes (y desarrapados) periodistas. "Pero miren cómo andan, así es como nos vestimos los de antes".
La ceremonia de entrega del premio Clarín de novela, que este año recibió 682 originales, la abrió el editor general de Clarín, Ricardo Kirschbaum. Remontándose a pioneros de la literatura argentina del siglo XIX como Esteban Echeverría, Kirschbaum recordó la importancia de "las narraciones reales y las ficcionales, imperiosas en una sociedad que aún tiene dificultades para comprender al otro, un tema que cruza toda nuestra literatura". También recordó a la "Casa tomada" de Julio Cortázar, "una mítica casa incapaz de cobijar diferencias, una casa que pensábamos que había quedado definitivamente atrás en el tiempo".
Pasaban los minutos y la emoción se veía en gestos grandes y pequeños. Mientras una de las finalistas apretaba al mismo tiempo un ramo de flores, las manos de su hijo y la de otra acompañante, encima del escenario el editor de la revista Ñ, Ezequiel Martínez, presentaba el premio a la trayectoria para el escritor que le corrigió su primer entrevista como periodista, que lo inspiró para entrar en el oficio y, que además, es su padre. Tomás Eloy Martínez, autor de libros inolvidables como Lugar común la muerte, La novela de Perón o Santa Evita, recibía el premio por su trayectoria de su hijo y como no podía estar presente también lo recibía el hijo.
El momento más esperado de la noche llegó inmediatamente después. El jurado integrado por el Premio Nobel José Saramago, la española Rosa Montero, el periodista Juan Cruz y el novelista Pablo de Santis, que coincidieron en que esta edición superó en calidad a todas las anteriores e incluso agregaron una tercera mención entre los libros finalistas, hicieron saber su dictamen: la tercera mención fue para Enrique Mario Papatino por "La fantasía bajo sospecha", la segunda para el español Juan Muñoz por "El doliente" y la primera para "El río", de Déborah Beatriz Mundani.
Finalmente, fue el turno para que Jean Marie subiera al escenario y levantara la estatuilla como un jugador de fútbol. Su libro, calificado como una tragicomedia negra, "desternillante y atroz", será su decimoquinto libro publicado. "Escribir -contaba después de las fotos de rigor-, a fuerza de estar solos imaginando cosas, te lleva a darte cuenta de que en realidad te importan muy cosas en la vida, cosas que llevamos a los libros. A mí, lo que me interesa es lo solos que vivimos todos y los difícil que nos resulta comunicarnos, y que es esa soledad la que termina por generar violencia", contaba el flamante ganador del Premio Clarín de novela.
En el Malba, todos las miradas y elogios eran para Jeanmaire. Según Saramago, su obra demuestra una "gran maestría narrativa". Para Rosa Montero, su libro "parte de una situación originalísima y el tenderete armado no se cae nunca". Sin embargo, entre todos los elogios que oía hubo uno solo que a Jeanmaire le sacó los colores: un grito anónimo, de una dama ubicado en un rincón de la sala , que le decía "¡Jean Marie, estás bueno!". Está visto que a este hombre, anoche, le salían todas.
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