Anna Grau, desde New York, nos comenta lo "fácil" que es acceder al eterno Phillip Roth, que, entre otras cosas, se quedó viendo un "chispero" con la concesión del Premio Nóbel:
Philip Roth está considerado el mayor escritor americano vivo. Y el más huraño. Periodísticamente es un hueso que raramente o nunca concede una entrevista. Socialmente se deja ver poco incluso por su Newark natal, de la que hace tiempo que se exilió para vivir con su familia en Connecticut. Hasta el pasado fin de semana.«El Newark de Philip Roth» es el nombre de una ruta turística en autobús concebida para rendir homenaje al genio ausente y a los muchos mitómanos que besan por donde pisa. O pisó. Hace años que recorre desde la esquina de Summit Street donde nació Roth –y que por eso ahora lleva su nombre- hasta el museo local, el parque Washington y Clinton Avenue, entre otros hitos de la ficción «rothiana».Que por supuesto a veces es ficción pero no es mentira. Roth es de los escritores más impúdicamente y arriesgadamente autobiográficos que existen, pero en el sentido más alto: para crear se sirve de su vida como otros del aire para respirar. Es decir, que inhalan la materia, cogen lo que necesitan (el oxígeno), expelen lo que no aporta nada (dióxido de carbono) y todo es lo mismo pero ya no es igual. Así la vida y la obra de Roth se hacen un perpetuo y fascinante boca a boca, donde todo es verdad y a la vez está reinventado.
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