Cuando ya faltaba un párrafo para traducir un pequeño relato de Herta Müller -llamado Mi familia-, llamo a mi editor y le comento el asunto: estoy traduciendo un cuento de Herta Müller. Me responde ¿por qué? Yo le digo ¿Cómo que por qué? El dice ¿Lo vas a publicar? Yo respondo: claro, en el blog. El me refuta y dice: ni lo intentes. Yo, simplemente, le haré caso. No quiero meterme en lios judiciales o de derechos de autor con los alemanes, y menos con el editor de un premio Nóbel. Vaya uno a saber si es cierto o no, pero será mejor evitarlo. Por el momento, traduzco el cuento, y lo dejo en remojo, al igual que dos poemas de la rumano-alemana, para ver quien se anima a publicarlos, a ver quien se anima a obtener los derechos de autor. Los alemanes son inmisericordes con los asuntos legales. Recuerdo que una ex-novia que vive en Alemania, me comentó en algún momento, antes de viajar a Frankfurt, que tuviese cuidado con ir a enojarme con algún alemán, de ir a insultarlo o algo semejante. -cómo insultarlo, le dije en aquel momento, como si conociera mucha jerga-. Me contó una historia de locos: un ecuatoriano -porque están en todos lados los ecuatorianos- que llevaba radicado ya cierto tiempo allí, insultó a un alemán con verdufte -vete a la m...-. Pues el alemán no dijo nada, llamó a la policía y demandó inmediatamente al señor ecuatoriano. El suramericano no comprendió nada en absoluto. El caso es que, para salir del agravio y salvarse de una temporada en la cárcel, tuvo que desembolsar 3.500 euros. A mi, pues, que me insulten todo lo que quieran, eso si, en Alemania...
19.10.09
Teorema para evitar demandas...
Cuando ya faltaba un párrafo para traducir un pequeño relato de Herta Müller -llamado Mi familia-, llamo a mi editor y le comento el asunto: estoy traduciendo un cuento de Herta Müller. Me responde ¿por qué? Yo le digo ¿Cómo que por qué? El dice ¿Lo vas a publicar? Yo respondo: claro, en el blog. El me refuta y dice: ni lo intentes. Yo, simplemente, le haré caso. No quiero meterme en lios judiciales o de derechos de autor con los alemanes, y menos con el editor de un premio Nóbel. Vaya uno a saber si es cierto o no, pero será mejor evitarlo. Por el momento, traduzco el cuento, y lo dejo en remojo, al igual que dos poemas de la rumano-alemana, para ver quien se anima a publicarlos, a ver quien se anima a obtener los derechos de autor. Los alemanes son inmisericordes con los asuntos legales. Recuerdo que una ex-novia que vive en Alemania, me comentó en algún momento, antes de viajar a Frankfurt, que tuviese cuidado con ir a enojarme con algún alemán, de ir a insultarlo o algo semejante. -cómo insultarlo, le dije en aquel momento, como si conociera mucha jerga-. Me contó una historia de locos: un ecuatoriano -porque están en todos lados los ecuatorianos- que llevaba radicado ya cierto tiempo allí, insultó a un alemán con verdufte -vete a la m...-. Pues el alemán no dijo nada, llamó a la policía y demandó inmediatamente al señor ecuatoriano. El suramericano no comprendió nada en absoluto. El caso es que, para salir del agravio y salvarse de una temporada en la cárcel, tuvo que desembolsar 3.500 euros. A mi, pues, que me insulten todo lo que quieran, eso si, en Alemania...
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