El llamado e-book se lanza esta semana en forma simultánea en España y Colombia, en medio de la controversia entre empresarios electrónicos y editores por los derechos de autor y por el futuro de un negocio multimillonario. La guerra por los lectores del siglo XXI se disparó los últimos días durante la Feria del Libro de Fráncfort, Alemania. Allí, los visitantes fueron recibidos por carteles en los que se leía “Le ponemos cara al futuro” y enseguida se revelaron las siguientes cifras:
El año 2018 será en el que el libro digital le dará el golpe de gracia al impreso. Incluso se admite que en menos de dos años un 25% de los ingresos de los editores vendrá por ese canal, cuando ahora esos beneficios son casi inexistentes. Así lo creen cuatro de cada 10 editores encuestados por la feria internacional más grande del sector.
Pero aun así, no saben cuál es el modelo de negocio, ni cuánto cobrar, ni cómo. Lo mismo ocurre en Colombia, donde desde este lunes la poderosa Amazom.com, líder en la comercialización de libros vía internet, amplía sus canales para que potenciales compradores nacionales encarguen vía electrónica el nuevo kindle para cargar en un aparato de 200 gramos su biblioteca preferida.
Por ahora, entramos a la fase experimental pero no hay vuelta atrás. El fenómeno mundial es tan grande que la piratería queda como “tercera consternación” ante el reto del e-book. También preocupa la incertidumbre por la rapidez en los cambios y conocer mejor los usos tecnológicos de los consumidores. Una prueba de la desorientación que asuela el sector está en la respuesta de los editores cuando se les pregunta por el modelo de pago para el acceso de los lectores a los contenidos on-line. Mientras el 25% (en su mayoría editores europeos) está por una tarifa plana o un modelo de suscripción que permitiera acceso a toda la oferta, el 23% (especialmente los anglohablantes) prefieren los micropagos o pagos por capítulos o partes de un contenido.
La división ya es total a la hora de poner precio al libro electrónico (al contenido, no al aparato que en Colombia se venderá a 279 dólares). Aún hay quien cree que un e-book debe ser igual (15%) o más caro (4%) que un libro tradicional. El resto, que ha de ser más barato. ¿Pero cuánto? Hay división de opiniones. Un 10%, un 20% y hasta un 30%. Y queda una quinta opción: algunos defienden que se ha de poner al mismo precio que los modelos supereconómicos que vende ya hoy Amazon por US$9,99.
Quizá el caos impera porque el 65% de los editores aún no leen e-books. No es el caso de Jesús Badenes, director general de la división de librerías del Grupo Planeta, quien solicitó la intervención de los gobiernos “para evitar el control monopólico de los buscadores, o de kindle, el lector de Amazon”.
En esa línea, avanzó que para la Feria del Libro de Madrid la plataforma conjunta de libros electrónicos que Planeta prepara con Santillana y Random House Mondadori dispondrá de “unos 6.000 títulos” y que siguen abiertos a nuevos socios.
También insinuó el nombre de Anaya como posible cuarto socio gigantesco de la operación. Aún con ello, recordó que en 2008 los e-books sólo representaron el 0,8% de las ventas en EE.UU. y apenas un 0,6% en Inglaterra. Y que la batalla con Google por la digitalización de obras pasará en Europa por “un acuerdo país por país”.
Tal vez lo mismo termine sucediendo en América Latina. Por ahora la moda se desata en Colombia y habrá que ver cuántos clientes ingresan a Amazon.com en busca del kindle, cuánto bajará el precio del libro electrónico a mediano plazo y si esta nueva herramienta del siglo XXI estimula la aparición de una nueva generación de lectores o ahuyenta a los pocos que se resisten a abandonar el aroma de las hojas impresas.
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