30.4.11

Sin Rojas, sin Sábato


El maestro.

Dos Grandes esta semana, con mayúscula, nos han dejado. Gonzalo Rojas y Ernesto Sábato. Aquí un poema del chileno, y lo que ya comenta La Nación de la muerte de Sabato:

A UNAS MUCHACHAS QUE HACEN ESO EN LO OSCURO


Bésense en la boca, lésbicas
baudelerianas, árdanse, aliméntense
o no por el tacto rubio de los pelos, largo
a largo el hueso gozoso, vívanse
la una a la otra en la sábana
perversa,
y
áureas y serpientes ríanse
del vicio en el
encantamiento flexible, total
está lloviendo peste por todas partes de una costa
a otra de la Especie, torrencial
el semen ciego en su granizo mortuorio
del Este lúgubre
al Oeste, a juzgar
por el sonido y la furia del
espectáculo.
Así,
equívocas doncellas, húndanse, acéitense
locas de alto a bajo, jueguen
a eso, ábranse al abismo, ciérrense
como dos grandes orquídeas, diástole y sístole
de un mismo espejo.
De ustedes
se dirá que amaron la trizadura.
Nadie va a hablar de belleza.

G.R.



SOBRE SÁBATO

La peor agonía para un creador es la del olvido injusto, el ninguneo. Y nuestra sociedad bastante enferma no le ahorró esa ingratitud.

Su carácter conflictivo y muchas veces arbitrario se dibujaba en las arrugas de su frente. Le dolía la Argentina, le dolía el mundo y vivió con intensidad la obvia falta de soluciones que toda generación padece.

Intentó la grandeza en tiempos que la Argentina, en todas sus manifestaciones creativas, no dudaba de ser un país de primer orden.

Su formación es admirable: pensamiento marxista, la filosofía existencial, el humanismo de Camus y de Sastre, la experiencia científica concretada en sus estudios en Francia, donde como físico se aproxima al conocimiento nuclear.

Pero al mismo tiempo, el demonio libertario de la creación literaria lo aleja del racionalismo gnoseológico y lo lleva a optar, con la joven Matilde, su esposa, a encerrarse en una tapera bucólica en Córdoba para crear los fundamentos de su literatura: ensayos Uno y el Universo, Hombres y engranaje, Heterodoxia y tantos otros.

Pero comprende que la novela (la gran novela en el sentido de los maestros rusos Dostoyevski, Tolstoi o de los alemanes Mann, Hesse; o Proust y Joyce), son el camino de una visión total del hombre y de la vida, una Weltanschauung.

Tal vez el momento más intenso de amor y creación lo vive con Matilde en su rancho cordobés, donde planifica y escribe su obra mayor, Sobre héroes y tumbas. En ella se propuso una visión total de la Argentina, desde su historia (evocada en la personalidad trágica de Lavalle con el poema en prosa, la elegía, de su muerte y el cruce del altiplano llevado por sus fieles). Dibuja estilos sociales, felicidades, personajes pintorescos, perversos de alcurnia, y la desesperación de los jóvenes ante un mundo de respuestas equivocadas. La época coincide con la caída del peronismo.

Sabato logra escribir un libro argentino que tuvo repercusión internacional amplia. Junto a Borges y Cortazar, ocupó el terceto de la fama literaria argentina.

Vanidoso, irónico, conflictivo, atento con los jóvenes, independiente en política, renegado del marxismo totalitario (incluida la Cuba castrista). Empeñadamente antiperonista, su figura era la de un anarquista liberal, un anarquista crítico.

Prefirió expresarse al cómo expresarse. En Abaddon, el Exterminador, de 1984, intentó avances en el ocultismo y en las quiebras de la espiritualidad occidental.

Fue premiado, alabado, invitado, pero en estas dos últimas décadas, injustamente relegado, se le dedicó una especie de silencio perverso como si hubiese vivido más tiempo del que sus enemigos consideraban adecuado.

En un momento de eclosión de la gran literatura latinoamericana (Rulfo, Guimaraes Rosa, Borges, Lezama Lima, García Marquez, José María Arguedas) el lenguaje literario de Sabato tenía mucha intensidad pero tal vez menos creatividad estética.

Con sus errores, su vanidad, sus compromisos, su voluntad argentina, su fe en el conocimiento literario, Sabato es una personalidad grande que dedicó la vida a escudriñar luces y bajones de sombra.

Se resistió a aceptar la idea de un laberinto sin salida.


Poema del Viernes # 66



André Bretón (Tinchebray, Francia, 1896 - París, 1966)


DÉJENLO TODO

Dejen Dada.
Dejen su esposa, dejen su amante.
Dejen sus esperanzas y sus temores.
Abandonen a sus hijos en medio del bosque.
Suelten el pájaro en mano por los cien que están volando.
Dejen si es necesario una vida cómoda, aquello que se les presenta como una situación con porvenir.

Salgan a los caminos.

15.4.11

Poema del Viernes # 65


Nelson Romero Guzmán ( Ataco, Colombia, 1962)

Alineación al centro
GUAYABAS

Puntuales frutas
llegadas de lo fantasmagórico

guayabas

vinieron en una caja bien apuntillada,
amarrada con cables acerados

para que en el viaje no se volvieran irreales

las toco húmedas
algunas traen la huella violenta
del hambriento mordisco del otro lado.

10.4.11

Vila-Matas no cesa


Vila-Matas.


No cesa de publicar, y escribir. Se editan por estos días en España dos libros de Enrique Vila-Matas: una antología de novelas breves (¿existe eso?), y el segundo, uno de relatos. Aquí la nota de Babelia:

Se publican dos libros de Enrique Vila-Matas, dos antologías de novelas breves y relatos. Se titula el primero En un lugar solitario. Narrativa 1973- 1984 y el segundo Chet Baker piensa en su arte. Relatos selectos. La importancia de estos libros es doble. Por una parte nos permite volver a sus primeras novelas, una década de preparación en toda regla de su futura narrativa de madurez. También se nos da la oportunidad de releer sus relatos (he vuelto a leer 'El hijo del columpio', mezcla genial de folletín y Kafka, y no pude parar de reírme). Pero, además, cada uno de estos libros lleva un texto inédito. Para las novelas breves, el autor escribe uno a manera de prólogo. Es un texto autobiográfico donde se nos consignan aspectos relevantes de la biografía de Vila-Matas, diríamos del joven Vila-Matas, además de algunas consideraciones de naturaleza estrictamente literarias que ayudan a comprender la génesis de su producción narrativa. En el segundo libro hay un relato, 'Chet Baker piensa en su arte', escrito en primera persona y en el cual la voz narradora airea sus dudas metodológicas: es la voz de un crítico que busca en la espesa selva de las teorías literarias su propia idea de la literatura.

Los amores de Cioran


Cioran.


Cioran, aquella brújula, aquel oráculo del Siglo XX. Un siglo cumpliría Emil por estos días. En ADN cultura comentan los amores secretos del filósofo rumano:

Muchos de los que lo frecuentábamos ni siquiera lo sabíamos. Más tarde, escuchamos rumores y un día alguien nos comentó que tenía una compañera desde hacía muchos años, pero que llevaban una vida bastante independiente.

Nosotros nunca la vimos en las visitas que le hicimos en la calle del Odéon y él jamás nos habló de ella. Su imagen de asceta incorregible, solitario y escéptico, apátrida hasta el final de su vida, iconoclasta e irónico hacia todo lo establecido no dejaba lugar a una mujer que compartiera su buhardilla repleta de libros y papeles; a pesar de que en una de las dos chambres de bonnes, que era su "living" y donde recibía las visitas, hubiese una cama de dos plazas... ("El estado de soledad es mi religión", había manifestado siempre).

Sin embargo, ella existía. Y estas líneas son un homenaje a esa mujer, un poco enigmática, invisible para nuestros ojos, que, ocupando un segundo plano a lo largo de 50 años, acompañó a Cioran en su atormentada existencia.

Se conocieron cuando ella era estudiante y él ya tenía 30 años, en el comedor de un centro universitario, donde él la vio por primera vez y se le pegó en la fila para hablarle y, de paso, suponemos, para ganarse un lugar de privilegio en la larga espera.

Su nombre era Simone Boué, fue profesora de inglés en distintos colegios de Francia y era la persona que, con una paciencia y un criterio notables, pasaba a máquina todos los escritos de Cioran.

Cuando, hace poco, se supo que dos años después de la muerte de Cioran (ocurrida en 1985), el cuerpo de Simone fue hallado sin vida debajo de un acantilado, en Vendée, donde pasaba sus vacaciones, probablemente tras ahogarse en el mar, el impacto fue tan grande que decidimos investigar algo acerca de esa mujer tan importante para él y tan escondida, tan envuelta en sombras, que había terminado así su vida, de una manera tan extraña.

Pero ¿cómo empezar? Recurrimos en este caso a una segunda mujer, que no es Simone pero que, a través de sus publicaciones, es mucho más explícita que ella y que apareció en los últimos años de vida de Cioran (es decir, a comienzos de los años 80). La persona en cuestión acaba de editar en Alemania un libro sobre la relación de ambos, que ya fue traducido a varios idiomas. Ella se llama Friedgard Thoma, es alemana, y el libro se titula Un amor de Cioran. Por nada en el mundo. Es profesora de filosofía y, según su relato y la extensa correspondencia que da a conocer entre el maestro y ella, fue el gran amor de Cioran en el otoño de la vida del filósofo. Era por ese entonces una joven de unos treinta años, con un hijo, y él tenía más de setenta cuando se conocieron y entablaron una intensa relación, de acuerdo con lo divulgado por ella a través de su historia y de las cartas.

Además de la crónica de esos primeros y apasionados encuentros y sentimientos (sobre todo los de Cioran), hay descripciones y comentarios muy interesantes de la autora sobre situaciones y personas, entre ellos, no pocas referencias a Simone Boué, la fiel compañera de Cioran. Una vez aplacado el primer fuego pasional, Friedgard Thoma llegó a conocer personalmente a Simone, en la casa de verano que la joven compartía con su ex marido en la zona italo-suiza de Soglio. "Simone era una mujer bella, bronceada, alta, sesentona, elegante, con ojos marrones muy cálidos", escribe la alemana acerca de las primeras impresiones que le causó su "rival".

Se estableció desde entonces un vínculo de simpatía entre ambas mujeres, lo cual hizo que la relación de Friedgard con Cioran fuera cambiando notablemente, se volviera más espaciada, más templada y tendiera a convertirse en una amistad amorosa más que en la relación apasionada que había sido al principio.

Desde entonces, en cada ocasión en que la alemana iba a la Ciudad Luz, pasaba por la rue de l'Odéon. Y lo cuenta así: "Cada vez que los visitaba en París, Simone justamente acababa de preparar arenques, salmón, todo tipo de verduras, postres, excelentes vinos, etc., lo cual le debía dar muchísimo trabajo [...]. Simone era siempre la misma interlocutora encantadora e inteligente, muy leída, con mucho humor (interviniendo siempre a favor de Cioran o en contra), con una notable sensibilidad hacia la música, la literatura y otros placeres físicos y espirituales".

A raíz de la muerte de Simone, en 1987, Fernando Savater escribió en el diario El País:

Simone Boué, profesora de Liceo y compañera de E. M. Cioran durante 50 años, falleció ahogada en una playa francesa el pasado verano. Dice Stendhal:

"Hacen falta al menos diez líneas en francés para alabar a una mujer con delicadeza". Yo necesitaría más en español para hacer medianamente justicia a Simone en esta despedida. Era inteligente, vivaz, irónica, discreta. Sobre todo era la elegancia misma, la encarnación de ese "chic" parisiense que puede pasarse de pasarelas y que no se adquiere derrochando dinero. A ella le bastaba -tenía que bastarle porque eran pobres- con un pañuelo, una sencilla blusa, con cambiar de sitio una flor. En la casa minúscula de la rue de l'Odéon todo era perfecto y humilde, como pintado por Vermeer.

Para Philippe Sollers, Simone Boué era la compagne lumineuse ("la compañera luminosa") del filósofo.

Tras la muerte de Cioran, en esos dos años de vida que le quedaron, Simone Boué hizo un trabajo de hormiga: pasó a máquina (¡en una máquina de escribir eléctrica esta vez!) e hizo publicar los numerosos Cahiers (1957-1972) que habían quedado sobre el escritorio del gran pensador rumano-francés, con un prólogo de ella, y donó los manuscritos a la Biblioteca Doucet.

Ella fue una suerte de Max Brod, porque sobre muchos de los cuadernos que ella jamás había visto (dado que, salvo una mucama, nadie podía entrar en el lugar de trabajo de él), Cioran había anotado:"Para destruir". Cuando le preguntaron cómo fue para ella pasar el contenido de esos cuadernos, respondió: "Fue una manera, para mí, de seguir estando con Cioran".

Así concluye Savater su texto publicado en El País:

Al final, cuando Cioran empezaba a perder la cabeza (sabemos de la tristeza de su Alzheimer), ella completaba la frase, sin que se notaran los balbuceos, y hacía ambos papeles, el censor acerbo y la amable réplica. La vi por última vez en junio, en el primer aniversario de la muerte de Cioran. Luego nos despedimos y era para siempre.

A pedido de Marie-France Ionesco, cuyo padre era amigo íntimo de Cioran, Simone Boué accedió a una única entrevista que dio a Norbert Dodille. Allí se lee que conoció a Cioran en ese Hogar Internacional de Estudiantes del boulevard Saint-Michel el 18 de noviembre de 1942, el día del cumpleaños de Simone. Él tenía 31 años y ella, 23.

Después recorrieron Francia y otros países en bicicleta, o bien caminando kilómetros y kilómetros. A Simone la mandaron a distintos destinos (Mulhouse, Orleáns, Fénélon, Versalles), para enseñar inglés. Cioran a veces la iba a ver, otras era ella la que hacía alguna visita a París. Luego le asignaron el colegio Montaigne, para lo cual simplemente tenía que cruzar los jardines del Luxemburgo.

"Todos los textos de Cioran los transcribí yo -afirma-. En eso sí tuve mérito. Los errores tipográficos lo volvían loco."

Norbert Dodille destaca la discreción que ella guardó sobre su vida privada, sobre sí misma y sus relaciones con Cioran, y Simone comenta: "Yo era salvaje y tímida [...]. Él jamás habló de mí. [...] Y yo tampoco, por nada en el mundo le hubiese hablado a mi familia de él. [...] Por otra parte, teníamos vidas separadas, muy diferentes. Yo era la profesora, cuando regresaba a casa no le hablaba para nada de lo que pasaba en el liceo porque de todos modos sé que no le hubiese interesado".

Cuando el entrevistador le demuestra su extrañeza al saber que los padres de Simone no sabían nada de Cioran, ella le contesta: "No, yo no les iba a decir nada; ¿qué decirles?, que conozco a alguien que es apátrida, que no tiene profesión, que no tiene dinero. Por más abiertos que fuesen de espíritu, mis padres no lo hubieran admitido nunca". Así, nunca lo conocieron, nunca lo vieron.

Gracias a ese estupendo reportaje se sabe que Cioran jamás voló en avión, que era muy temeroso con su salud, que siempre tenía problemas con los oídos, que temía las corrientes de aire, que su dieta era muy estricta debido a su gastritis, que casi no dormía de noche, que deambulaba por la ciudad, que era alegre, ansioso, muy buen contador de historias, pero que se sentía fracasado; que dos veces rechazó las invitaciones de Mitterrand, que lo fascinaba la literatura inglesa y que aprendió el inglés leyendo a Shakespeare y Shelley, que le interesaba mucho que lo leyeran los jóvenes en ediciones de bolsillo y que -según Simone Boué- murió sin saber que era un intelectual reconocido. Que no miraba televisión porque "quería poder pasear por el Luxemburgo y que lo dejaran en paz". Parece ser que, en general, cuando en la calle alguien le preguntaba si era Cioran, él respondía: "No". Y más tarde, cuando la enfermedad ya había afectado su memoria, si le preguntaban: "¿Es usted Cioran?", él respondía: "Lo era".

En un pequeño refugio que habían comprado en Dieppe, "Cioran estaba plenamente dichoso, podando los árboles, reparando paredes. Adoraba trabajar con sus manos. Para él, el jardín era la felicidad". En el mismo artículo se habla de su gran amistad con el taciturno Beckett quien, en su último encuentro en el Luxemburgo, le dijo: "Hay que volver a verse antes de que caiga el telón"; de su buena y asidua relación con Ionesco, quien vivía angustiado (lo cual conmovía mucho a Cioran); de sus charlas apasionadas con Michaux.

En cuanto a que llegó a ser considerado -en lo formal- el mejor escritor de la lengua francesa, Simone afirma: "Con frecuencia pienso que Cioran me enseñó el francés. En todo caso, me hizo tomar conciencia de lo que es mi propio idioma".

En junio de 1995, tras acompañar a un amigo rumano que lo había ido a ver al hospital, y al cerrarse la puerta del ascensor detrás de él, Simone Boué se quedó un rato sola y se puso a llorar. "Y después, volví a la habitación de Cioran, que estaba acostado. No puedo decir lo que pasó, ninguna palabra fue pronunciada. Lo miré, él me miró y yo leí en su mirada cosas que no había podido leer desde hacía mucho tiempo."

El 11 de septiembre de 1997 Simone Boué murió donde nació, en Vendée, abrazada y engullida por las aguas del Atlántico, entregada así a una ola de eternidad. Extraña coincidencia entre su comienzo y su fin.

A raíz de este ocaso, recordamos aquella vez en que nos reímos con el maestro porque él vivía recomendando el suicidio y los detractores le preguntaban por qué, entonces, no se suicidaba. "No, no es así -nos decía-, la gente se confunde. Yo no recomiendo el suicidio. Lo que yo digo es que la vida es tolerable solamente gracias a la idea del suicidio."

¿Se suicidó Simone Boué en Vendée, su lugar de origen, o fue un mero accidente? Lo ignoramos y, tal vez, lo ignoraremos siempre. Con esa forma de muerte su misterio nos sigue perturbando y sigue vivo y provocador. Sólo sabemos que los restos de ambos se reencontraron dos años más tarde en la misma tumba, en el cementerio de Montparnasse.

SIMONE, COMPAÑERA DE VIAJES EN BICICLETA

Simone Boué nació en Vendée, el 18 de noviembre de 1919. Hizo sus estudios en la Universidad de Poitiers. En 1940 -y gracias a una beca- fue a París para preparar su profesorado en inglés, tras obtener un diploma en Filología.

En París, Simone se instaló en un Hogar Internacional de Estudiantes y en el comedor de esa institución conoció a Émile Cioran en 1942. Por entonces, él escribía todavía en rumano. Con Breviario de podredumbre (1947), él decidió volcarse definitivamente al francés.

Simone se recibió de profesora en 1945, una vez terminada la guerra, y fue nombrada en un colegio de Mulhouse (Alsacia). Por esa razón, pasaba mucho tiempo viajando a París en tren. Eran trayectos de doce horas, ya que los aliados habían bombardeado el viaducto de Nogent y por eso había un gran desvío en el camino.

Boué pasó sus primeras navidades en París con Cioran y después los dos se fueron a Alsacia en bicicleta. Al año siguiente, fue designada profesora en Orleáns, y en 1947, en el liceo Hoche de varones, en Versalles.

Cuando iba a París, vivía con Cioran en el pequeño Majory, un hotelucho barato. Él le alquiló allí un cuarto al lado del suyo, para que ella tuviera una dirección propia. Al igual que Cioran, sufría de insomnio.

Más tarde, fue enviada como docente a Michelet, donde tenía que dar 13 horas de clase, y debía también viajar mucho. Trabajó luego en el Liceo Fénelon y por fin consiguió que la nombraran en el liceo Montaigne de París, cerca de los jardines del Luxemburgo, adonde iba caminando.

Cada tanto, ella viajaba a Vendée a ver a sus padres. En esa época se mudaron a la calle del Odéon, a las famosas buhardillas, en un sexto piso sin ascensor, por las que pagaban un alquiler muy barato. Allí vivieron juntos hasta el final de ambos.

Con Cioran viajó a España, Italia e Inglaterra -casi siempre en bicicleta-. Viajó sola a Estados Unidos cuando, en 1951, ganó una beca Fulbright.

Acompañó a Cioran en su enfermedad hasta su muerte, en 1995. Con dedicación leyó, pasó a máquina y prologó más de 30 cuadernos que encontró sobre el escritorio de Cioran tras su desaparición. Los entregó a la editorial L'Herne, que los publicó bajo el título de Cahiers.

Finalmente, Simone Boué encontró la muerte, ahogada en el mar de Vendée, el 11 de septiembre de 1997.

HAT vende sus libros


HAT.



El reconocido y carismático HAT (Harold Alvarado Tenorio) anuncia mediante e-mail, la venta de 2.000 de sus libros. Levantando ampolla siempre en la cultura colombiana, afirma sensatamente: "Quiero salir de ellos antes que llegue la pelona".

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Alineación al centro

1.4.11

Poema del Viernes # 64


Francisco Brines ( Oliva, España, 1932)


LA PIEDAD DEL TIEMPO

¿En qué oscuro rincón del tiempo que ya ha muerto
viven aún,
ardiendo, aquellos muslos?

Le dan luz todavía
a estos ojos tan viejos y engañados,
que ahora vuelven a ser el milagro que fueron:
deseo de una carne, y la alegría
de lo que no se niega.

La vida es el naufragio de una obstinada imagen
Que ya nunca sabremos si existió.

Sólo pertenece a un lugar extinguido.