28.4.10

¿Gamoneda en Bogotá?


El poeta español, Premio Cervantes 2006.


El Festival Internacional de Poesía de Medellín anda en ello. Los organizadores del evento en Bogotá están a la espera de la respuesta del gran poeta español para llegar a la capital colombiana. Mientras tanto, Gamoneda anda en estos días en Buenos Aires, invitado por la FILBA. Daniel Amiano le entrevista para La nación:

-¿Cómo se ve dentro de la poesía contemporánea en nuestra lengua? ¿Encuentra coincidencias entre su voz y la de muchos poetas americanos, digamos, de Vallejo para acá?

-Colocándonos en años posteriores a los de la Guerra Civil, me creo relativamente -no por completo- ajeno a las tendencias dominantes en España. La poesía social de los años cuarenta, legítima en sus contenidos morales pero cualitativamente pobre, quiso ser estilísticamente enriquecida por mis coetáneos de la llamada generación del 50 (más "llamada" que realmente existente). Coetáneos y muy distintos fueron también otros muy importantes poetas (Claudio Rodríguez y José Ángel Valente, por ejemplo). Al realismo estilizado del resto generacional, le ha sucedido una promoción que practica lo que yo llamo "minirrealismo". Vivo, no me atrevo a considerar poeta grande más que a uno, olvidado hasta por sí mismo: Manuel Álvarez Ortega. En la segunda mitad del siglo XX existen, sí, poetas correctos y hasta notables y muy notables, pero grandes poetas, no acierto a localizar más que los que he mencionado. La mía es, claro, una opinión indecisa y quizá subjetiva en exceso. En los jóvenes actuales, en los más jóvenes, parece pronunciarse la voluntad de estar en la tradición, sí, pero no en términos regresivos, sino en su vanguardia, en la tradición que avanza. En cuanto a mí, debo más a los grandes simbolistas franceses (Rimbaud, Mallarmé) y a los grandes iberoamericanos (Vallejo, Wesphalen, Eielson, Olga Orozco, Gelman) que a mis compatriotas. Quiero dejar claro que las premuras y el olvido harán que, injustamente, no aporte nombres, tanto españoles como americanos, que debiera aportar.

-Usted aprendió a leer con el libro de poemas de su padre, Otra más alta vida, ¿cómo recuerda esa época y de qué manera lo marcó?

-Era el segundo semestre de 1936 y el primero de la Guerra Civil. Las escuelas estaban cerradas. El libro de mi padre me proporcionó el conocimiento de los signos de escritura y, al mismo tiempo, hizo natural en mí la percepción del pensamiento poético.

-Las penurias, el hambre, la muerte atraviesan casi toda su obra y reflejan su infancia en aquellos años terribles de la Guerra Civil. ¿En qué sentido lo ayudó la poesía?

-La poesía no sólo es creación, puede ser también liberación. El hecho poético puede convertir el sufrimiento en un poema, en un objeto de arte cuya materia son las palabras. Y el objeto de arte comunica una suerte de placer. Extraña pero real antítesis.

-¿Tiene algún método para escribir? ¿Alguna manía? ¿Sabe de antemano el tema del poema o se le aparece de otra manera?

-Nunca tengo un proyecto ni una previsión temática. El pensamiento poético es pensamiento rítmico en mayor graduación que pensamiento reflexivo o informativo, y es el pensamiento rítmico, vigilado sin gran deliberación, el que nos proporciona las significaciones y los conocimientos poéticos.

-¿Cuáles son sus poetas fundamentales y cuáles destaca de la poesía actual?

-Añada usted, a los que ya nombré, la Biblia, San Juan de la Cruz, Góngora, las letras jazzísticas, García Lorca (genial en sus altibajos), Saint-John Perse, quizá... ¿Actuales, actuales? No me atrevo a aventurarme.

-¿Cómo ve la poesía que se escribe hoy en España y la que se crea en Latinoamérica? ¿Ve diferencias importantes entre ellas?

-En términos generales, no me parece una gran poesía la española que se estima consolidada. Confío en los jóvenes, en el futuro poético, quizá próximo, de los jóvenes. La de América latina, en conjunto, me parece más sólida (puede haber una razón demográfica) que la de España. Pero me acuso de un desconocimiento que no sé si es perdonable. Gelman, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra son grandes poetas vivos. Creo que los poetas iberoamericanos han sido y son más permeables, más inteligentemente sensibles en relación con la poesía de otras lenguas.

-Un armario lleno de sombra me parece doloroso y bello. ¿Qué lo llevó a escribirlo? ¿Cómo se lleva con la memoria, que a lo largo de su obra es un poco la muerte y los olvidos?

-Digo al final de estas memorias que consisten más en un reencuentro existencial con lo que fui, con lo que fuimos, que en un ejercicio literario. Se trata del inventario de mis pérdidas, un inventario predominantemente doloroso.

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