José Emilio Pacheco es de aquellos poetas eternos, perdurables en la poesía latinoamericana. Recuerdo ese poema del zancudo que resulta ser más humano que el propio hombre...en fin. Desde el año pasado, y desde que le otorgaron el Premio Cervantes, las ediciones de su obra aparecen a diestra y siniestra. Por fortuna. En el diario El país de España hablan sobre su libro Tarde o temprano, donde se antologa parte de su mejor poesía. Así lo comentan:
En su poema 'La mosca juzga a Miss Universo' José Emilio Pacheco plantea, en forma de monólogo dramático, la repugnancia de una mosca por la supuesta belleza de una hermosa mujer cuyas piernas "no se curvan ni se erizan de vello" y cuyo vientre "no es inmenso ni está abombado". En otro poema, escrito muchos años antes, 'Escolio a Jorge Manrique', replica a modo de epigrama que "La mar no es el morir / sino la eterna / circulación de las transformaciones". En 'Tal por cual', advierte que esa expresión era un insulto gravísimo durante su infancia, por el que la gente se pegaba nada más oírlo, y propone, en vista de lo cambiante y misteriosa que es la gramática, convertir en insulto palabras igualmente inocentes: "lontananza, arabesco, rada, / erial, relieve, barbecho". En 'Carta a George B. Moore en defensa del anonimato' le dice a su corresponsal -quien, según el poema, le ha llamado para pedirle una entrevista- que si le han gustado sus versos "qué más da que sean míos / de otros / de nadie /. En realidad los poemas que leyó son de usted: / Usted, su autor, que los inventa al leerlos". En el 'Rap del salmón', que pertenece a su libro Como la lluvia, publicado el año pasado, escribe y casi canta: "Qué esfuerzo inútil: cada minuto / Pienso en la cuna, para mi luto" o "Roto y exhausto, muy malherido, / Llego a la poza que es meta y nido".Son solamente algunos ejemplos de la rutilante variedad temática y formal de la poesía de José Emilio Pacheco y a la vez, de la fina constancia de su pensamiento. El sistema poético de José Emilio Pacheco está particularmente alerta ante cualquier ocasión, del tipo que sea -literaria, cultural, vivencial, imaginativa, especulativa-, para constatar, casi siempre con una ironía que suele ir acompañada de un rebufo impagable de ternura, la pequeñez del ser humano y la temporalidad de todas sus obras.
A su poesía reunida, de la que acaba de aparecer en España una nueva edición (Tusquets) que incluye sus 14 libros de poemas publicados hasta la fecha, la ha titulado, ya desde la edición del año 2000, Tarde o temprano, un nombre que parece tener insertado, como tantos de sus poemas, el tictac amenazante de un reloj y que une en un segmento común el destino irremediable de vida y poesía, es decir, la muerte y el olvido.
José Emilio Pacheco es uno de los grandes poetas del tiempo en lengua española y uno de los que mejor ha sabido poner las sílabas de nuestra época. La realidad en sus poemas es una sucesión de sobresaltos sensoriales, emocionales, intelectuales que retan con sus asedios al poeta. La poesía, tal y como se desprende de su trato con ella, es, antes que nada, clarificación, es decir, reposo e iluminación de alguna cosa, supresión de los impedimentos que hacen difícil comprenderla. En toda esa tarea hay una vigorosa voluntad de servicio a la cual la poesía se entrega con placer aportando sus combinaciones sensoriales, sus músicas particulares, su capacidad de poner, una vez y otra, el dedo en la llaga. El principal enemigo visible, o invisible, del poeta habita tanto las máscaras de la realidad como los perezosos lugares comunes del pensamiento, contra los que José Emilio Pacheco lanza la sutileza de su percepción, un sentido del humor infalible y una inteligencia golosa y trepidante que parece atreverse con todo.
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