24.2.09

ADIÓS A D'ARTAGNAN

Fuente: Revista Jet-Set


Debo decirlo: no lo conocí. Sin embargo, si conocí sus escritos, que para términos literarios, resulta ser lo más importante. Le veía en el canal 1 con su programa de cocina, entrevistando a los más destacados personajes de la actualidad colombiana, con sus preguntas mordaces e inteligentes. Pero lo más significativo de el mosquetero D’Artagnan, fue su columna en el periódico El Tiempo, que sostuvo intermitentemente por más de 30 años. Veamos lo que nos comentan en la revista Semana:


A la misma edad en que la mayoría de sus compañeros soñaban con viajes fabulosos, participar en carreras de Fórmula 1 o ejercer con éxito alguna profesión liberal, Roberto tenía claro que lo suyo era escribir para un periódico, y, si fuera en El Tiempo, todavía mejor. No en vano, su abuelo materno, Roberto García Peña, el director de ese medio, era uno de los decanos del periodismo escrito en Colombia, quien ejercía un amoroso y discreto tutelaje sobre aquel jovencito. Por eso a los 11 años de edad ya era el editor de su propio semanario, Rebeldía, ocupación que le robaba el tiempo que debería entregarles a los exámenes de ciencias y matemáticas, en los que no siempre descollaba por sus buenos resultados. P ero fue así, a tropezones, como pudo mantener su primer intento editorial por tres números más, en compañía de sus hermanos menores y de algunos compañeros suyos en el Gimnasio Moderno. Desde pequeño se había acostumbrado a acompañar a su abuelo a las oficinas del periódico, durante los fines de semana y las vacaciones. No era extraño ver a Robertico -como lo conocían por todos los vericuetos del vetusto edificio de la Avenida Jiménez- en compañía de los linotipistas, de los correctores de estilo, o salir con un paquete cargado de fotografías deportivas que le regalaba don Ignacio Izquierdo, el jefe del archivo y que le servían para 'sobornar' a los profesores de educación física para capar esa clase, pues nunca ha sido amante de hacer ejercicio. A los 12 años, casi como si quisiera confirmar su destino, Roberto escribió la primera de muchas columnas que marcarían para siempre el periodismo deportivo en Colombia. Porque antes de ser D'Artagnan fue 'Un hincha azul', un espacio donde dejó atrás el comentario objetivo, desapasionado, que caracterizaban las páginas deportivas de la época. Lo suyo era defender a su club, convertirse en un interlocutor válido con las directivas, a nombre del hincha anónimo que asistía cada domingo a ver ganar o perder a su equipo del alma.


Adiós a la pluma de García-Peña, adiós a D’Artagnan.

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