"La historia de la literatura es la gran morgue donde cada cual busca sus muertos", escribió alguna vez Heinrich Heine. Al exhumar un autor del pasado se subraya un parentesco, pero al mismo tiempo, sugiere el poeta alemán, se ejecuta una crítica del presente.
Tal vez la indigencia de la literatura contemporánea esté llevando a revisar la herencia de un siglo, el que pasó, que parecía haber establecido desde temprano su canon inconmovible. La figura del británico Julian Maclaren-Ross (1912-1964) excede esa sintomatología de Primer Mundo: su reivindicación, antes que en su Inglaterra natal, se produce en estas costas. Años atrás Sudamericana publicó su novela De amor y hambre . Ahora, La Bestia Equilátera da a conocer Tostadas de jabón y otros relatos , y anuncia la próxima salida de Veneno de tarántula y de las autobiográficas Memorias de los cuarenta .
En el epílogo -una pieza literaria de alto vuelo que concilia la justeza y las hipérboles del caso-, Luis Chitarroni narra las desordenadas peripecias vitales de Maclaren-Ross, eximia encarnación del mito del artista: dandi inveterado, habitante irredento de los pubs de Fitzrovia, barrio donde recalaba la bohemia londinense, autor ultradotado que tuvo la ambigua (antes que mala) fortuna de vivir en uno de los períodos más empobrecidos y grises de la sociedad y cultura inglesas.
Tostadas de jabón presenta una versión caleidoscópica de los temas que, lejos de la monomanía noctámbula y alcohólica, frecuentaba el escritor. Si en la actualidad el adjetivo no funcionara como coartada literaria para la falta de vocabulario, su estilo podría ser definido como minimalista. Hay sin embargo en Maclaren-Ross algo que va más allá, que excede el laconismo y la aparente ingenuidad de estos relatos: Chitarroni, en el mismo epílogo, detecta las razones de ese encanto en el dominio de las claves retóricas de la lengua inglesa y del understatement .
Esa sutileza en el arte de la elipsis puede corroborarse en "Tostadas de jabón: un romance", digna representante de la literatura de pub . Un escritor llamado Julian, "coleccionista de neuróticas", se encapricha con Vicky al punto de decidir casarse porque ella lo acicatea con que no le gusta lo que escribe. Voluble e insulsa, Vicky parece la prima distante de Netty, la muchacha que enloquecía al protagonista de Hangover Square , novela de otro cronista de la sordidez marginal de aquellos tiempos, Patrick Hamilton.
Los relatos londinenses se extienden al apunte picaresco de "No le pido que la compre" y a la melancolía provinciana que circula por "Las nieves de ayer". En el resto, predominan la sombra del colonialismo y el imaginario infantil. Los que transcurren en la India (en particular el extenso "Un ligero incidente en Madrás") palidecen frente a las impecables miniaturas en que las pandillas de niños hacen de las suyas. La perfecta construcción de estas últimas -"El sumo sacerdote de Buda", "El lejano Oeste", "Mandrágora"- sugiere que la brutalidad infantil puede ser profundamente lúdica y, sólo en segundo lugar, un sucedáneo de la crueldad. Esas páginas -a las que ayudan las delicadas versiones de esta edición- justificarían el rescate de cualquier escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario