El editor de la editorial española Pre-textos, Manuel Borrás, que publica entre otros a Darío Jaramillo Agudelo, brinda una suculenta entrevista a Solodelibros, donde da unos pequeños tics a aquellos interesados en esta interesante pero angustiosa labor:
En primer lugar, una pregunta muy clásica: ¿por qué -o cómo- se hizo editor? ¿Cómo fueron los inicios de Pre-Textos?
No me cabe la menor duda de que me hice editor por mi pasión por la lectura. No hay editor que no haya sido antes lector.
Los inicios de Pre-Textos fueron maravillosos, como todos los inicios. Creo que fuimos los editores más jóvenes en los anales de la edición en español, lo fuimos siendo universitarios, con poco más de veinte años. Es más, nuestra aventura editorial ha supuesto para los miembros que constituimos nuestra empresa cultural desde el principio hasta el día de hoy una alegría sin fin. Aunque uno es consciente de que para estar en este medio se necesita mucha moral, nosotros no hemos podido disfrutar más nuestro trabajo. Nos consideramos en verdad unas criaturas afortunadas.¿Qué pretendía ofrecer como novedad? ¿Qué tipo de libros quería editar? ¿Quería ocupar algún nicho en concreto que considerase que no estaba suficientemente explorado?
Nosotros lo que pretendimos es cubrir aquello que nuestros colegas no cubrían con la suficiencia necesaria. Por ejemplo, la recuperación de la memoria del exilio republicano español, también algunas líneas del pensamiento contemporáneo que a nuestro parecer estaban descuidadas, una poesía no suficientemente valorada y otra naciente, que no gozaba del predicamento de los lectores por falta de información de la existencia de la misma: Nadie echa de menos a un desconocido.
En unas pocas palabras, ¿cómo ha sido el desarrollo de la editorial desde su fundación? ¿Han continuado las líneas que se marcaron al inicio?
Creo que en mis dos anteriores respuestas he contestado a esta tercera cuestión. Nosotros seguimos, pese a todos los obstáculos que hemos tenido que sortear y seguimos sorteando, con el mismo entusiasmo que en nuestros inicios.
Pre-Textos tiene, entre otras, dos líneas muy claras: valores jóvenes o desconocidos y autores internacionales igualmente descuidados dentro del panorama editorial español. ¿Qué criterios se sigue para publicar a unos y otros?
El criterio de excelencia que aplicamos para editar a unos y a otros es puramente subjetivo. Ya lo dije en otra ocasión, no somos objetos, luego lo que no se puede pretender es que seamos objetivos. Con todo, nosotros a la hora de leer un texto procuramos ser lo más neutrales posibles, es decir, no pedirle nada previamente a cambio. Uno tiene sus preferencias, pero a veces debe ceder sus posiciones. ¿Por qué? Pues porque por fortuna vivimos una realidad poliédrica que nos obliga a contemplar el mundo de la cultura en su vastedad y complejidad.
¿Es difícil encontrar nuevas voces con “algo que decir”? ¿Es compatible un criterio de calidad más o menos contrastado (con autores tan ilustres como Pessoa, Bataille, Eça de Queirós, Pavese…) con la búsqueda de autores noveles?
Por suerte no es difícil, el continuum de la cultura hace que las voces de calidad, por supuesto con sus altibajos, se sucedan naturalmente. Creo que en el ámbito de nuestra lengua estamos viviendo un momento óptimo, por ejemplo, en lo que a la poesía respecta. Tanto en América como en España se pueden identificar voces de altísima calidad.
Por supuesto que es compatible. Yo diría más, para mí como editor lo que más me pone es descubrir a nuevos autores. Editar lo que parece ya consensuado es fácil, lo complicado es apostar por quien no ha apostado antes nadie. Esa además es la labor esencial de todo editor literario que se precie.Alguna vez ha comentado que “editar es un modo de hacer pedagogía”. ¿Considera que el editor tiene un papel relevante como creador, como agitador cultural? ¿De qué forma se plasma esa intención en Pre-Textos y los autores que decide editar? ¿Cómo se edita desde esta posición frente a los intereses del mercado y al (¿necesario?) marketing?
Desde luego que para mí editar es uno de los modos posibles de hacer pedagogía. Y para hacer pedagogía, no lo olvidemos, hay que saber seducir a los otros. O lo que es lo mismo, crear estados de sorpresa, de perplejidad en lo otros. El editor no debería olvidar que esa labor pedagógica le obliga a contemplar el horizonte ético al que su tarea de selección obliga. No podemos dar gato por liebre a costa de sacralizar la sociedad de mercado. Hemos hecho del mercado un ídolo y así nos va. Se hablan de falsos valores en la literatura contemporánea, quizá ahí esté la clave del asunto: en el mercado. Nosotros no editamos para el público, nosotros lo hacemos para los lectores. Nosotros no buscamos consumidores, nos alegramos de “encontrarnos” con ciudadanos.
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