Así se llama el libro de Xavi Ayén y Kim Manresa han publicado recientemente, en donde exploran a 16 Nóbel en entrevistas y fotografías. Un bello ejercicio, un buen libro, sin lugar a dudas. Lo comentan en El cultural:
Xavi Ayén y Kim Manresa, periodista cultural y fotógrafo, llevan años dedicados a la información. El primero dirige la sección de Cultura del periódico La Vanguardia, es premio Qwerty al mejor periodista literario y colaborador del programa de libros BTV. El segundo es un fotógrafo que se topó con su vocación a los 14 años y que ha recorrido el mundo vinculando su trayectoria a lo social, en un camino que le ha hecho valedor de multitud de reconocimientos y que ha colocado uno de sus reportajes entre los 100 mejores del siglo XX. Pero Xavi Ayén y Kim Manresa, con todo, van a pasar a la historia por ser las dos personas a las que el Nobel Gabriel García Márquez les dio un titular que era casi un epitafio: “No volveré a escribir”. La reciente biografía del escritor, firmada por Gerald Martin, recoge aquella sentencia como un momento histórico.
A esa entrevista que dio la vuelta al mundo les llevó un viaje común que empezó un día cualquiera en Barcelona. Manresa le había preguntado a Ayén si creía posible conseguir una cita de un premio Nobel de Literatura -“Cualquiera me sirve”, aportó- para un libro de fotografías de escuelas de todo el mundo. Y de esa búsqueda de una frase sobre el valor de la educación surgió la primera entrevista, y de aquella, otras 15 más, reunidas ahora en el libro Rebeldía de Nobel. Conversaciones con 16 premios Nobel de Literatura (El Aleph, 2009), que incluye los textos y fotografías resultantes de los encuentros con los literatos.
“Al empezar seleccionábamos a cualquiera que tuviera el galardón. Pero cuando ya llevábamos tres entrevistas nos dimos cuenta del rasgo común de la rebeldía, en el sentido de que sus obras dinamitan las convenciones sociales, las del lenguaje... Vimos enseguida que todos cuestionaban los lugares comunes en los que el resto de la humanidad basa su vida cotidiana”, recuerda Ayén preguntado por el rasgo común de sus entrevistas y que es el que da título al libro. Y procede: “Todos ellos están comprometidos y dedican su tiempo y su fortuna a una causa más allá de lo literario”. Precisamente por ello, redactor y fotógrafo, que trabajaron todo el tiempo como una unidad, decidieron remarcar en cada capítulo la causa de cada entrevistado.
A pesar de que hubo quien se les resistió, al final la aceptación de los escritores llegaba de una forma u otra. Alguno les hizo esperar, otro -como es el caso de García Márquez- les emplazó en la habitación de un hotel indicándoles que recibirían una llamada en algún (incierto) momento. Otros, más amables, accedieron incluso a darles cobijo o asignarles un guardaespaldas. “El caso es que no recibimos ninguna negativa”, presume Ayén sabiéndose afortunado por poder haber charlado distendidamente con 16 de los escritores más importantes del mundo.
La forma en que se desarrollaron esos encuentros es otro de los hallazgos del libro y un ingrediente más de la fortuna de sus autores. En ningún caso se reunieron con ellos bajo la habitual atadura de la prisa ni tampoco tuvieron que someter sus textos a un asunto de actualidad, como la presentación de una obra concreta. Fueron entrevistas prolongadas, algunas casi tertulias, en las que pudieron conocer al personaje en su contexto.
Naguib Mahfuz les recibió poco antes de fallecer
De todas las entrevistas, la que recuerdan los autores con más cariño fue la del egipcio Naguib Mahfuz, quien, como recuerda Manresa, “sufrió un atentado en 1994 del que sobrevivió milagrosamente gracias a la cercanía de un amigo médico”. Expone así el periodista las secuelas que aquel crimen dejó en el narrador: “Había que gritarle al oído para que te entendiese, tenía un nivel auditivo muy bajo, apenas veía y tenía también las cuerdas vocales afectadas”. Por esta razón, pactaron con Mahfuz hacerle una entrevista de una hora de duración durante varios días, un acuerdo que les permitió acompañarle a las tertulias que mantenía con sus amigos y entrar en el ritual de un personaje histórico. Y añaden: “Acudir a las tertulias era una costumbre que el escritor decidió mantener tras el atentado, a pesar de su dificultad para intervenir”, rememora Ayén. Pero la trascendencia de aquel encuentro vino días después, cuando a la muerte del escritor aquella charla se convirtió, trágicamente, en la última recogida por un medio de comunicación.
Y García Márquez, como les advirtió, no volvió a escribir
En cuanto a la repercusión, no cabe duda, su charla con García Márquez dio la vuelta al mundo y fue recogida en los noticieros de cadenas como la CNN. “Pasado el tiempo, viendo la repercusión que tuvo aquello, me doy cuenta de lo afortunados que fuimos”. El colombiano, que los citó en su casa, les dio un premio gordo con forma de titular y se comportó con ellos como “un tipo sencillo y cercano, que no marcó distancias”. Evoca también Ayén su temor a que el escritor no aprobara su redacción, pues le exigió enviarles el texto, y su posterior satisfacción porque el colombiano no les movió “ni una coma".
Pamuk sí estaba en Estambul
Hubo también un antes y un después tras su encuentro con Pamuk, pues coincidió que en aquel momento la prensa sensacionalista turca hacía caja despachando en titulares la supuesta huida del premio Nobel a Estados Unidos. Muy al contrario, el escritor los citó en la misma Estambul, corroborándoles que aquel supuesto exilio a América había sido, en realidad, una corta visita para impartir unas clases en una universidad neoyorquina.
"Nos sorprendimos al ver la austeridad de la casa de Soyinka"
El nigeriano Wole Soyinka, que les llevó a las montañas, también se quedará para siempre en la memoria de estos dos periodistas, pues les condujo a una casa que él mismo se había construido ajena a cualquier tipo de comodidades. “Aquella casita que funcionaba con un generador de electricidad no era el tipo de confort y de residencia que uno espera de un premio Nobel. Él fue el más hospitalario de todos, pues se encargó además de nuestra seguridad durante nuestra estancia en su país”.
Con Kensaburo Oé en el metro de Tokio
Tampoco olvidarán el paseo por el metro de Tokio con Kensaburo Oé, el mismo metro que sufrió el terrible atentado de gas sarín y que inspiró su novela Salto mortal, ni cómo Nadine Gordimer les mostró la celda en la que estuvo presa, muy cerca de la de su amigo Nelson Mandela. Y es que la idea del contexto, “del paseo y de la profundidad”, como corrige Manresa, es el fondo de esta obra. “Hemos querido hacer algo al margen de lo típico, recreando los escenarios en los que los Nobel se inspiraron para crear sus obras. Fue así como nos dimos cuenta de la fuerza de cada uno de ellos”, amplía el fotógrafo, quien también sostiene que todos los entrevistados estaban o estuvieron perseguidos en algún momento de sus vidas. Manresa, poco dado al género del retrato, contó con el beneplácito de su compañero Ayén, quien le instó a que tomara las fotografías “a su manera”. Por ello, cada escritor es aquí, más allá de los reconocimientos e incluso más allá de la literatura, un personaje rodeado, devorado a veces, por las circunstancias que configuran una vida y que en todos los casos fueron las que les impulsaron a la escritura.
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