13.5.10

La posición política de los literatos


¿Y vos, por quién votarás?


La columna de Nicolás Morales en Arcadia siempre me ha divertido. Un Patricio Pron muy criollo, muy a la colombiana. Ahora nos comenta qué posición política tienen algunos de nuestros escritores. según su criterio, claro:

¿Son de izquierda o de derecha los escritores colombianos de ficción? A un mes de la elección presidencial no estamos aquí ante las eternas preguntas relativas a si los escritores han sentido la necesidad de expresar sus relaciones con la política en sus ejercicios narrativos o si las nociones de lo político pasan por sus encrucijadas literarias. No hay tiempo de indagarlo. Demasiados libros, algunos buenos, cierto, pero otros muy flojos. Sin embargo, todos estos y estas novelistas y, en general, escritores de ficción, dan papaya: siendo columnistas de El Espectador y de El Tiempo escriben muchos papeles con temas no literarios. Es más: les encanta la política, pues los hace visibles, polémicos y durables. Va entonces mi clasificación con el esquema francés “derecha, izquierda y centro” que, aunque es ciertamente arbitrario, nos ayuda a ubicar las fichas en este ajedrez de opinión.

Juan Esteban Constaín. Prefiere no hablar de política. Pero a mí me parece un tipo más de centro-escéptico y de un antiuribismo moderado que sale a relucir de vez en cuando.

Carlos Castillo Cardona. De izquierda y, claro, muy fuerte. Su pugnacidad y antiuribismo están a toda prueba. Desconfía tanto del poder como de sus editores.

Eduardo Escobar. Más de derecha que cualquier cosa, su antizquierdismo está a veces muy cerca al de su compañero Plinio, pero mucho más enredado.

Jotamario Arbeláez. Derecha, centro, izquierda, tan acordeónico como el nadaísmo mismo.

Plinio Apuleyo Mendoza. El adalid de la derecha de salón, y único novelista de sangre uribista, le está apostando a un ligero desmarque político de color noemicista que no logra confundirnos con respecto a su tradicional fascismo intelectual.

Ricardo Silva. De centroizquierda, a este columnista le gusta enarbolar un antiuribismo refrescante que rompe los muy manidos argumentos mamertos de siempre.

Óscar Collazos. Adalid del antiuribismo furibundo y víctima de los lectores más uribistas, es el más politizado de los columnovelistas.

Yolanda Reyes. De centro –estilo socialdemócrata– con un sabor antiuribista muy al tenor de estos tiempos; eso sí, muy ponderada en sus argumentos.

Héctor Abad Faciolince. De izquierda moderada con tendencia a las aguas tibias. Al comienzo temimos por su antimockusismo, debido a su desmedido amor por Fajardo; ¡pero reculo!

William Ospina. El club de fans de Ospina me ha prohibido acercarme al poeta y a su obra. Por tal motivo no calificaré su abstracto antiuribismo intelectual y su apoyo verde por temor a ser malinterpretado, denunciado o perseguido.

Carolina Sanín. Esta nueva vedette de las columnas de opinión (ver la última revista Credencial) parece estar mucho más alineada con posturas de izquierda, aunque decididamente posmodernas.

Juan Gabriel Vásquez. Juicioso columnista de centro-izquierdas, estilo europeo. Gusta de temas políticos más cosmopolitas que nuestra criolla escena politiquera.

Juan Carlos Botero. Le hemos visto sus laditos de izquierda y de derecha. Un centro frágil e indeciso, pero el hecho de que deteste a una revista como Arcadia lo alinea más bien hacia la derecha.

Patricia Lara. De izquierda, por supuesto, aunque a veces muy moderada por su origen liberal. Es la única del listado con aventuras electorales propias.

Andrés Hoyos. De un extraño centro muy de la línea Mockus; eso sí, detesta a la izquierda burocrática de línea polista.

Cristian Valencia. Practica un microizquierdismo de causas locales y de crónicas de abandonos regionales que no lo hacen un probable invitado a un consejo comunal.

Mauricio Vargas. Sin complejos, Mauricio es un hombre de derecha. Posa de progresista y de moderno, pero detrás se esconde un conservador muy ligado al empresariado.

Fernando Quiroz. El nuevo columnista de El Tiempo, heredado de Cambio, arranca su columna quincenal no hablando, curiosamente, de política. Refrescante decisión, aunque, por los récords de sus compañeros, ¡hay que ver cuánto le dura!

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