17.5.10

Que el vasto mundo siga girando


McCann.


ADN cultura entrevista al último National Book Award, el irlandés Colum McCann, por su novela Que el vasto mundo siga girando:

¿Cuál fue la primera imagen que tenía en mente antes de empezar a escribir?

-La primera imagen que tuve fue la del equilibrista. Casi siempre empiezo a escribir con una imagen en lugar de una idea. En 2001, poco después de que las Torres Gemelas cayeran, me acordé del paseo por las nubes de Petit. Había leído sobre él en El cuaderno verde , de Paul Auster. Y quise escribir sobre eso de inmediato. Como estaba trabajando en otra novela, puse la idea en el cajón, escondida en las regiones más profundas de mi imaginación. Pero volvía a ella. Era como una vieja herida. Tenía una necesidad profunda de escribir acerca de los ataques a las torres. Sin embargo, sabía que no quería escribir directamente sobre el 11-S, sino trabajar en un nivel más poético. La pregunta que quería plantear era: ¿Cómo nos recuperamos? ¿Cómo superamos esto? ¿Cómo encontramos, en medio de todo el ruido y de la guerra, un pequeño momento de gracia? Tiendo a pensar en imágenes. Escribo a partir de imágenes que me conmueven. En cierto sentido, me veo como un fotógrafo que usa palabras.

-¿Cómo trabajó en la construcción de los personajes, tan distintos entre sí?

-Durante años he querido escribir sobre un sacerdote o un monje obrero, un santo deslustrado. El personaje de Corrigan me abrió el libro entero y me "presentó" a los demás personajes. Fue mi guía a través de la novela. Corrigan era el mecanismo de liberación, mientras que Petit y su paseo por la cuerda eran la metáfora. Pero Petit no me importaba tanto, realmente. El alma de la novela son los otros personajes. Investigué mucho para construirlos, para mí la investigación es una alegría. Me obliga a sacar el trasero de la silla y salir al mundo real.

-¿Cómo se las arregló para entrelazar tan naturalmente esas vidas?

-Bueno, mientras escribía estaba esperando que se fueran uniendo como en una pintura. No tenía un plan específico, pero tenía un deseo... Quería mostrar la interconectividad y la posibilidad de gracia.

-A pesar del mal y del dolor, en la vida cotidiana que describe la novela parecería que es el amor (humano, imperfecto) el que hace girar el mundo. ¿Está de acuerdo?

-Totalmente de acuerdo. Son los pequeños momentos y la pequeña posibilidad de esperanza los que nos dan luz y nos permiten seguir adelante. No hay oscuridad sin luz y viceversa. Una restablece a la otra.

-La otra cara del amor puede ser la pérdida. Y hay grandes pérdidas en la novela. ¿Es posible recuperarse de ellas?

-Creo que tenemos que hacerlo. Hace apenas dos horas escribí un responso por el padre de un amigo. Entre otras cosas, apunté: "En esencia, las cosas permanecen como han sido. La vieja vida permanece. El viejo afecto permanece. Los viejos lugares permanecen. Los viejos nombres permanecen. Son mencionados con afecto. En la pena renovamos nuestras vidas. En el dolor nos preparamos para el retorno de la alegría".

-¿Escribió la novela con el 11-S en mente?

-Sí, por supuesto, yo sabía que estaba escribiendo una novela del 11-S. Pero era una respuesta emocional, más que intelectual. Y el hecho de que toda la historia ocurriera más de treinta años atrás era perfecto. La podía apoyar sobre el presente, como un papel de calcar, y dejar que el lector decidiera. Vietnam sustituye a Irak y Nixon, a Bush. Si el lector quiere que sea sólo una novela de 1974, está bien. Pero para mí es una novela del 11-S, y esto no es accidental. Esencialmente, estoy interesado en el pasado y en la forma en que afecta el lugar donde estamos hoy y la forma en que seguimos adelante.

-¿La gente en Nueva York se recuperó del 11-S?

-Creo que nos hemos recuperado. Los únicos que van hasta la zona del World Trade Center son los turistas y los políticos. Los vecinos comunes de Nueva York han seguido adelante. Esto no quiere decir que hayan olvidado, sino que perduran.

-¿Tenía en mente otros autores o libros mientras escribía? La novela me recordó En una piel de león, de Michael Ondaatje. No tanto la historia o el estilo, sino la forma en que refleja la vida de una ciudad. En el caso de Ondaatje, Toronto.

-¡Me encanta Ondaatje! Es uno de mis héroes. Y también estaba pensando en Submundo , de Don DeLillo.

-¿Cuáles son los escritores de los que ha aprendido?

-Todos. Obtenemos nuestra voz de las voces de los otros. Las que más sonaban en mi oído cuando era joven eran las de Joyce, Steinbeck y Kerouac. Un extraño trío, supongo. Ahora amo a Ondaatje, DeLillo, John Berger y otros. Pero simplemente amo leer buenos libros. Me cargan de energía. Me dan una nueva voz. También leo mucha poesía.

-¿Por qué dejó Irlanda y se instaló en Nueva York?

-Me fui de Irlanda por curiosidad. Y terminé en Nueva York después de una década aventurera que empezó a mis 20 años. Anduve en bicicleta a través de Estados Unidos, trabajé como guía de zonas salvajes junto con delincuentes juveniles y después viví en Japón. Mi esposa es de Nueva York. Nos mudamos aquí a mediados de los años 90. Y me encanta la ciudad.

-¿Cómo va el proyecto de adaptar la novela para el cine junto con J. J. Adams?

-Estamos trabajando en eso en este momento. Espero que llegue a hacerse. Veremos... cruzo los dedos.

-¿Por qué escribe ficción?

-Escribo ficción por una necesidad profunda de comprometerme con el mundo, emocional y socialmente. Escribo porque quiero quitarme de encima las chispas. El arte es una forma de entretenimiento, claro, pero es también una forma de legislar la historia. El escritor de ficción se convierte en el historiador de los anónimos. Debemos contar las historias que los otros quieren dejar detrás, la historia que no se ha contado. Esto puede resultar fuera de moda, y puedo parecer un tonto, pero, ¿y qué? Prefiero morir con el corazón en un puño que como un viejo tonto gimiendo en un rincón. Creo en la posibilidad de contar historias. Creo que las historias son la expresión más acabada de la democracia.

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