19.7.10

El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo


Balzac de joven.



Y de eso sí que sabía Balzac. Aparece un manual inédito del francés, oculto en algún anaquel desvencijado, sobre el arte de pagar las deudas sin gastar un centavo. ElCultural de España publica una primera parte del manual:


Muchas veces escuché decir a mi tío que hay que cuidarse de gastar todo el dinero que se posee en la noche, aunque se esté seguro de recibir más al día siguiente. Porque por razones imprevisibles y ajenas al hombre de consumo, estas entradas de dinero casi siempre se retrasan o no llegan nunca. Y, Dios mediante, nadie sabe mejor que yo cuanta razón tenía mi tío.

De manera que podemos asumir de entrada que esta situación ocurre, y debemos identificar las soluciones que se pueden aplicar. Todas están basadas en un principio que no se puede ignorar bajo ningún pretexto. A continuación ofrezco este gran axioma:

Siempre se debe comprar en los proveedores más ricos. Primeramente, porque todo lo que tienen es de primera calidad. Segundo, porque tiene que darle vuelta al principio que tantas veces invoqué, es decir, que estos individuos tienen demasiado y usted no suficiente, y que usted verdaderamente les hace un servicio -y a usted por supuesto también-, si de esta manera intenta reestablecer el equilibrio. (De hecho, nadie está más que usted interesado en la creación de este equilibrio). Tercero, porque el vacío que resulta en sus tiendas casi siempre pasa inapercibido, y que este vacío es rápidamente colmado por la clientela de pago que su fidelidad le trae a este proveedor.

Consecuencias: Usted debe escoger un propietario que vive en la abundancia y que no está esperando ansiosamente sus cien ecus para pagar sus deudas fiscales. Todo inquilino sabe que en todas las zonas de París existen ricos propietarios, de manera que esto le será fácil.

De la misma manera almorzará en el Palais Royal y cenará en el Boulevard des Italiens. Puede que usted piense que en estos locales es necesario pagar en efectivo. ¡No, de ninguna manera! La prosperidad de estos lugares se debe principalmente a la masa de clientes que no pagan. Pues estos conocen el arte de escoger los platos. Estos saben como abrirle el apetito a aquellos que no saben ordenar una cena, pero saben pagarla. Entre dueños de restaurantes, a veintiún o treinta y dos sous el cubierto no se da crédito, esto lo sabe todo el mundo. Pero en los grandes establecimientos de los cuales les estoy hablando, ya se ha descubierto lo que hace ganar un hombre de consumo que no puede pagar una cena de veinte francos. Fácilmente treinta francos para cada diez francos que él no paga, esto es lo que aporta gracias al cierto desvío por medio del hombre “productivo”.

Conozco grandes dueños de restaurantes, que estarían dispuestos a pagarle algo a usted, para que se quede sentado todo un día en una mesa, llamando a los mesoneros -por supuesto por su nombre, para que se vea que es un acostumbrado-, reclamando Champagne, dejando que espumee a su vino y también su reputación. Su silueta alienta al pasivo o reducido apetito de los paseantes que lo ven por la vitrina, y estos se sienten invadidos por un hambre incontrolable.

En cuanto a usted, después de haber consumido todo lo que es humanamente posible, se levanta y lleva indolentemente su mano al botón de oro de su traje, como para buscar su billetera en el bolsillo de su chaqueta. Saca un mondadiente, e inmediatamente el mesonero le hace una señal con la cabeza, que está llena de respeto y al mismo tiempo de agradecimiento, para evitarle la molestia de pagar, lo cual seria casi un insulto para él. Luego, al salir, le dirige un saludo y un guiño a la dama que está sentada en la caja. La gracia con la cual le devuelve el saludo demuestra con amplitud que tiene el entendimiento: La casa es pagada de sobra con el excelente apetito que usted acaba de ejemplarizar, el cual ahora tiene que ser imitado de igual manera. Sin broma, es un hecho que los primeros restaurantes de la capital tienen día tras día una media docena de clientes de esta calidad como reserva permanente.

Usted tampoco pedirá su vestimenta en otro lugar que en casa Bardes, pues este buen hombre, que con una sola palabra del ministerio de Guerra, podría vestir a todo el Ejército francés en veinticuatro horas, le despachará un traje completo, cuatro chaquetas y dos pantalones, sin que usted tenga que abandonar otras prendas como forma de pago. Acuérdese también de esto: Si por casualidad él viniera hasta su casa, sería simplemente para preguntarle si debe prepararle también una peregrina o un abrigo, contra el mismo pago, por supuesto.

Usted se hará hacer sus zapatos con Sakoski. Él calza a todo lo fashionable y al ministro de finanzas. De manera que puede estar seguro de que tomará sus medidas y le abrirá una cuenta en su notable libro principal.

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