El escritor uruguayo Pablo Casacuberta tiene grabadas en su mente las imágenes de su primera visita al país, en el año 2007, cuando fue seleccionado en Bogotá 39, entre los escritores latinoamericanos menores de 39 años. "En esa oportunidad, y sin tener suficiente información previa, me encontré con un país que destina una enorme atención a los libros, y en donde las bibliotecas son lugares muy apreciados, populares y visitados", recuerda.
Por eso, está muy ilusionado de regresar para presentar su novela 'Aquí y ahora' (Aurora), el próximo 15 de agosto en la Feria del Libro de Bogotá. Desde su casa, en Montevideo, Casacuberta (1969) le contó a EL TIEMPO algunas de las claves que se esconden detrás del argumento del libro, en el que reflexiona sobre el paso de la niñez a la juventud, a partir de la historia de Máximo, un joven adolescente que no sólo se enfrenta a los cambios físicos sino a una serie de disputas sin resolver en su conciencia.
¿Qué lo motivó a escribir sobre la problemática de un joven al crecer?
Empecé a escribir inspirado en la niñez y juventud de mi padre, y más o menos a la mitad del proceso, justamente, mi padre murió. Al atravesar la circunstancia de tener que guardar sus pertenencias en cajas y de conocer, personalmente, a sus alumnos -él era profesor de fisiología- me encontré con que se trataba de un ser mucho más tierno de lo que yo había conocido. La novela acompañó ese proceso de pérdida y de descubrimiento.
La narrativa la determina un constante juego mental del protagonista. ¿Influyeron algunos autores en esta estructura?
Todos los seres humanos viven la realidad dentro de un diálogo permanente entre la percepción, la memoria y la imaginación, y por eso siento que no podría escribir acerca de la subjetividad de un personaje sin relacionar constantemente esos tres planos. Quizás quienes me han influido más son algunos científicos que se han ocupado de la conciencia y del lenguaje como fenómenos insertos, entre otros muchos procesos naturales. Entre ellos están Steven Pinker, Steven Johnson y Oliver Sacks. Entre los autores literarios que más me han sorprendido por su capacidad para retratar el flujo de la conciencia citaría a Salinger, Bellow, Gombrowicz y Bernhard.
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