18.8.09

La novela de Thomas Pynchon


Ya quisiera tener esta portada en mi libro...

Rodrigo Fresán, como siempre, acierta en todas sus recomendaciones. Esta vez lo hace con Thomas Pinchon (cualquier libro del norteamericano es recomendable). veamos lo que nos dice Fresán:

El nombre en la portada –en letras de neón, brillando sobre una ilustración bastante fea y apropiadamente anticuada– es el de Thomas Pynchon.

Pero, apenas unas páginas después, comprendemos que –de no detectarse ciertos rasgos y tics y rarezas características– el nombre podría ser muchos otros.

Podría ser el de Kem Nunn (autor del clásico surf-noir Tapping the Source y uno de los creadores de la malograda pero venerable serie playera de HBO John From Cincinatti).

O el de Newton Thornburg (responsable de hitos del policial vietnamita de Los Angeles como Cutter and Bone).

O el del cantautor Warren Zevon volviendo de la muerte con una encontrada novela perdida en la garganta.

O el de un Denis Johnson pasado de revoluciones luego de reciente incursión hard-boiled con Nobody Move.

O hasta el de los hermanos Coen sorprendiendo con una prequel de The Big Lebowski.

O del mismísimo Ross Macdonald en esas novelas en las que los hijos extraviados de los poderosos se meten en líos y son arrastrados por la mareante marea de playas donde siempre ondea la bandera roja.

Pero no.

Lo del principio: el nombre ahí arriba es el del hombre invisible Thomas Pynchon.

Y Pynchon siempre sorprende y, con Inherent Vice, acaso sorprende más que nunca. Porque he aquí –después de su panorámica Google-Novela à la David Lean desaforado Against the Day, todavía pendiente de publicación en Tusquets– la que tal vez sea lo más “normal” del autor de V.

Y, claro, lo comprendemos enseguida, no hay nada más anormal que la normalidad según Pynchon propuesta –por primera vez– no desde obras que constituyen especies que empiezan y terminan en sí mismas sino, ahora, trabajando disciplinadamente dentro de uno de los géneros más rigurosos e impositivos: el policial.

Dicho esto, puede afirmarse que Inherent Vice –extraño título que surge de una figura legal que se aplica en el tribunalicio derecho marítimo– es pariente más o menos cercana de Vineland (1990) ya que explora, desde un ángulo diferente, un mismo paisaje: el entrópico derrumbe de la iniciática Era de Acuario hacia la terminal Era de Cáncer. La frontera peligrosa y sin retorno que separa a los años ‘60 de los años ‘70. El fin del sueño hippie y por ahí se menciona, una y otra vez, la pesadilla de Charles Manson y su tribu mientras un playero y fumón y casi treintañero detective privado de nombre Larry “Doc” Sportello –propietario de LSD Investigations, sigla resultante de “Location, Surveillance, Detection”– acepta uno de esos casos complicados cortesía de una ex novia fatal quien le propone buscar y encontrar a su novio actual: Mickey Wolfmann, magnate inmobiliario quien, luego de algo así como una epifanía hippie, decide liquidar todos sus bienes para financiar una mega-comuna para extraños de pelo largo mientras, entre las sombras, acecha la organización secreta-odontológica Golden Fang que, tal vez, controle a Nixon y contrabandee heroína detrás de la fachada de un puñado de dentistas.

Todo esto contado en capítulos cortos y diálogos concisos (pero muy graciosos) y en línea recta. Lo que no impide que, enseguida, comencemos a detectar inconfundibles marcas de la casa: bizarros nombres y apellidos (tomen nota: Ensenada Slim, Flaco the Bad, Dr. Buddy Tubeside, Petunia Leeway, Jason Velveeta, Scott Oof, Sledge Poteet, Leonard Jermaine Loosemeat a.k.a. El Drano, Delwyn Quight, y Trillium Fortnight), cancioncitas absurdas, un nutrido reparto de freaks que incluye a agentes del FBI y a saxofonistas que parecen estar en todas partes al mismo tiempo y a clarividentes confundidos por el aura de Las Vegas, alusiones a la baja y alta cultura, una primera y paranoica manifestación de lo que será Internet, y guiños para connoiseurs a la primera línea de El arcoiris de gravedad o a La subasta del lote 49 con ese sistema de correos en base a cocos voladores o algo así.

1 comentario:

Rodrigo Bastidas dijo...

yo quiero!!!!! me hace falta un libro tipo "arcoiris de gravedad" en estos días!!!!
yo quiero!!!!! yo quiero!!!!! yo quiero!!!!! yo quiero!!!!! yo quiero!!!!! yo quiero!!!!!