10.8.09

La radionovela de Piedad Bonnett


Piedad Bonnett, en algún lugar de su mancha.

Piedad Bonnett contestó el teléfono y la voz del periodista chileno José Zepeda, uno de los más consagrados de Radio Nederland Internacional, que apareció del otro lado del auricular, sacudió con su propuesta viejos recuerdos, afectos muy guardados de la escritora.

“Quiero que escribas una radionovela, este es un proyecto que Radio Nederland desarrolla cada año para toda Latinoamérica y para públicos en español, y en esta ocasión hemos elegido el tema de la violencia”, dijo Zepeda, y aunque Piedad pidió un día para pensarlo —sólo porque las cosas hay que pensarlas bien—, desde que oyó al chileno supo que quería y debía hacer este proyecto.

“Yo fui una persona que me crié muy cercana a la radio, porque viví los primeros años de mi vida en un pueblo en el que la luz llegaba a las 5 de la tarde, y su llegada se anunciaba con los radios que empezaban a encenderse. Me acuerdo muy chiquita sentada en frente a una radiola oyendo después del colegio cuentos infantiles, dramatizados, o radionovelas sobre aventureros”, rememora la autora de Siempre fue invierno y Las herencias.

Con su convicción de que un escritor de verdad siempre está parado en un territorio de riesgo y no construye desde fórmulas que le han resultado exitosas, así como con una cierta seguridad que le proporcionaba haber incursionado en la escritura de obras de teatro, Piedad Bonnett se aventuró en un proyecto en el que más que desarrollar atmósferas tenía que pensar en el sonido de las llaves que abren la puerta, en los pasos que hacen chirrear las escaleras, en el celular que repica. Más que en divagaciones íntimas, tenía que trabajar en diálogos directos, rápidos, en acciones efectivas, pocos personajes y mucho ritmo. “De esa pobreza de recursos nace la riqueza de la radio”, dice la novelista que trabajó cuatro horas diarias durante seis meses en algo que no superó 13 páginas.

Como su más reciente novela, Siempre fue invierno, se enmarcaba dentro de la violencia, Piedad decidió tomar de ahí un solo hilo argumentativo, el de la historia de amor que tiene un desenlace trágico, y partir con eso a escribir su primera novela para la radio. “Me metí con violencia intrafamiliar, que en este caso sucede en el estrato alto, abarqué la violencia sindical, la insurgencia política, incluso un poquito de violencia oficial”, comenta Piedad, quien aclara que esta historia no se apega a ningún país concreto ni se suscribe a una época específica.

Huyó del culebrón, no quiso caer en las “trampas, artilugio y simplicidades de las telenovelas”, quería personajes que fueran suficientemente ambiguos, complejos, no los buenos ni los malos. “Mi ilusión fue coger un medio, más o menos subvalorado, que puede hacer sonreír a los muy intelectuales, y con todo el respeto por el género, sin caer en el melodrama ramplón, crear una reflexión sobre problemas importantes, íntimos, sociales”, explica Piedad.

Después de nadar por esos mares sonoros, que la hicieron feliz, que la agotaron, y que le exigieron sumergirse en un lenguaje radicalmente nuevo, a Piedad no le costó mucho trabajo aceptar componer una cancioncilla pegajosa que acompañara su radionovela. Una canción que da cuenta de ese triste final en donde la mujer que protagoniza esta historia, esa que está casada con un hombre muy rico y que no se separa porque tiene miedo de la pobreza, acepta la soledad como una alternativa, por lo menos transitoria.

Piedad no sabe aún la fecha ni el dial ni la hora en la que en toda Latinoamérica se oirán sus letras; mientras espera, se sienta cómoda en su sillón y termina una nueva novela.

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