No lo olviden: el viernes 21 de Agosto el mexicano estará en la Casa de Poesía Silva, a las 6:30 p.m.
La multitud que se agolpó en el auditorio de Bellas Artes en el centro de la Ciudad de México para oír la última lectura pública de Jaime Sabines en 1996, las quebradas palabras del poeta agradeciendo el fervor de un público enamorado de sus versos, son el rostro más visible de una veneración por las palabras del poema que distingue de manera sustancial la cultura viva de México. Recitales, concursos, becas, publicaciones, son la encarnación formal de un amor por el decir bello, por el ingenio verbal y la hondura existencial y paradójica del poema que encuentra en el albur y la ocurrencia graciosa su encarnación más cotidiana.
Los colores de un mercado en México, la pervivencia de las tradiciones indígenas en el idioma y la cultura de todos los días, el orgullo de sentirse perteneciendo a la misma estirpe de Nezahualcóyotl, el poeta que cantó la belleza de las flores, los pájaros, las mujeres y los hombres en las postrimerías del imperio maya, la cordialidad y el jolgorio interminable, nos hablan del poder de la poesía en este mundo de tradiciones encontradas y afirmación en la vida. Todo esto nos muestra que en México la poesía vive con hondura y naturalidad, y es una maravillosa idea que la mayor parte de los invitados de la delegación mexicana que viene a la 22 Feria Internacional del Libro de Bogotá sean poetas, creadores que encarnan el corazón de la literatura que se escribe en México.
Recordemos por eso los versos de José Gorostiza: "¡Oh inteligencia, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo!". Pocas veces las palabras del poema han dicho de una manera más precisa cómo una tradición literaria busca definición y adquiere carta de ciudadanía en el mundo del pensamiento y la creación. La soledad en llamas de Muerte sin fin, el prodigioso poema de José Gorostiza (1901-1973), convoca la rotundidad expresiva, la insatisfacción y la clara vocación por el pensamiento que distinguen a la poesía mexicana del siglo XX y ya los primeros diez años del siglo XXI, con sus matices y variantes, fuentes secretas y diferencias notorias.
La generación de Gorostiza, la de los llamados Contemporáneos (1928- 1931), creó un rasero muy alto al que la posterior tradición poética en México ha sabido llegar con solvencia y belleza. Los nombres inaugurales de Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer, los compañeros de generación del autor de Muerte sin fin y Canciones para cantar en las barcas, son una fuente que ha decidido el curso de un legado que encuentra en los nombres de Salvador Novo, Elías Nandino, Octavio Paz, Efraín Huerta, Jaime Sabines, José Carlos Becerra, Rosario Castellanos, Alí Chumacero, sólo por citar los nombres más destacados de una pléyade magnífica de creadores, una encarnación prodigiosa y que ha llegado a todos los rincones de la poesía que se escribe en español.
José Emilio Pacheco (1939), un heredero directo de este acervo, nos acompaña en Bogotá en el marco de la 22 Feria Internacional del Libro, hasta el 23 de agosto en Corferias, junto con una delegación que reúne algunos de los nombres más definitivos de la poesía mexicana de los últimos cincuenta años. Los poemas de José Emilio Pacheco poseen concentración, búsqueda de un habla que nace de textos precedentes, imágenes cargadas de densidad simbólica e inteligencia, en homenaje constante a una tradición que se vivifica sin cesar, creación de convenciones compartidas por una comunidad entusiasta de lectores. Canadá y México, el estrecho de Georgia y Aztlán, conviven en el espíritu que anima su poesía:
El estrecho de Georgia une y separa
de tierra firme a Aztlán
el paraíso azteca que está muerto
como Tenochtitlán
la ciudad del ombligo de la luna
Se trate del águila y el jaguar, de Norte y Sur, de recuentos incesantes de nuestra naturaleza indómita o de visiones que privilegian la historia en su capacidad de hacer poesía, de amorosos y deseantes versos donde el libro del Eclesiastés y el Cantar de los Cantares obran como fuente creadora para mostrarnos a una pareja que se ama en un hotel barato y que es, de nuevo, la Sulamita y Salomón.
Los poemas de José Emilio Pacheco se sitúan en un lugar donde la poesía es, al mismo tiempo, historia, reflexión erudita, contemporáneo descenso a lo cotidiano y continuo rehacerse del río de la lengua que se vivifica en la propia escritura del poema. El reciente Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana lo dice de manera inolvidable:
En pleno Apocalipsis aún resuena
el eco de un deseo tan hondo
como para sobrevivir miles de años
Fuerte como la muerte es el amor.
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