24.8.09

¿Tienen alguna trascendencia las antologías?


Los libros, las antologías...

Es un fenómeno editorial de los últimos años. La promoción que marca un corte en la literatura reciente. Un grupo sin demasiada cohesión estética pero reconocible en una postura ante los pares consagrados y en determinados canales de difusión. En el discurso de la crítica y en los argumentos de venta de los editores, en los blogs y en el periodismo gráfico, todos estos predicados tienen un solo sujeto: la nueva narrativa argentina. Las antologías, el fuego cruzado entre algunos de sus integrantes y las reseñas han impuesto esa denominación para referir a un conjunto de escritores de límites difusos. Como cualquier frase hecha, en principio no requiere ser explicada; pero en cuanto se la analiza, las certezas comienzan a desdibujarse y surgen los interrogantes.

Lo nuevo de la narrativa argentina, tal como se ofrece, aparece definido en términos de edad. Pero la línea del horizonte cambia a medida que el observador se desplaza, y así una antología parte de 1963, otra de 1970, la más reciente de 1976. Y el recorte podría comenzar en cualquier otra fecha más o menos cercana. "La narrativa joven evoluciona día a día, por lo que no podría asegurar que las selecciones ya aparecidas la representen", dice Lilia Lardone (Córdoba, 1941), compiladora de Es lo que hay, antología de la joven narrativa de Córdoba. "¿Hasta qué edad se es joven en literatura?", se preguntaba Florencia Abbate en el prólogo de Una terraza propia (2006), antología de narradoras. Más allá de las experiencias generacionales y las circunstancias históricas compartidas, y de lo que cada escritor haga con esas referencias, lo que permanece en la incertidumbre son las cualidades específicamente literarias que podrían distinguir, en la producción de los jóvenes, la novedad. "Lo nuevo o novedad quizá sea una etiqueta mediática que se volatiliza rápidamente", dice Oliverio Coelho (Buenos Aires, 1977), uno de los pocos escritores jóvenes con obra consolidada. Hablar de novedad y de juventud, en su opinión, puede dividir aguas: "Las características de lo nuevo no van asociadas a la noción de generación. Mucho menos a la originalidad. En los últimos años, por ejemplo, lo más original que leí en el Río de la Plata provino de autores que no eran para nada nuevos, como Mario Teruggi, con Pozo negro, y Mario Levrero con El discurso vacío".

Escritor y editor de El futuro no es nuestro. Nueva narrativa latinoamericana, Diego Trelles Paz (Lima, 1977), considera "absolutamente arbitrario" el concepto de juventud en literatura. "El título original de la antología –cuenta– no llevaba la palabra «nueva» y, por un acuerdo de todos los autores, decidimos eliminar con anterioridad la palabra «jóvenes». Creo, sin embargo, que establecer un marco temporal es algo necesario si la antología tiene un carácter generacional o pretende dar cuenta de lo que una promoción de escritores viene produciendo con cierta regularidad en un espacio y tiempo previamente definidos por el proyecto". Escritor, editor y director de la colección "Laura Palmer no ha muerto", Ricardo Romero (Paraná, 1976) señala "algo parecido a un malentendido" entre las ideas de juventud y novedad. "Lo primero que se me ocurre es que lo nuevo es lo que reluce, lo que en literatura no necesariamente es algo bueno –propone–. Por otra parte el término novedad me resulta mucho más cercano al discurso del mercado y de los medios que al discurso propiamente literario".

Romero es franco: "Las antologías que han salido responden más a ese discurso del mercado, y aunque no hay por qué demonizarlo tampoco espero demasiado de ese discurso. Es una cuestión de utilidades: el mercado nos usa y nosotros lo usamos a él en la medida de lo posible, porque es un mercado modesto, casi de barrio, y nosotros tampoco tenemos mucho para darle".

¿El futuro llegó?

Toda antología que se precie incluye una advertencia sobre su carácter arbitrario. Los recortes que se proponen parecen ser defendibles hasta cierto punto. Siempre está la sospecha de ignorar a escritores que merecerían un puesto en la selección. El gusto y la petición de calidad, además, justifican menos a los autores que a los antólogos. Pero la incompletud, la tentativa aproximada y provisoria que supone una selección de textos no impide que ejerza o se atribuya un fuerte poder de sanción. Con la sucesión de antologías, la recurrencia de ciertos nombres y la extensión del fenómeno en América Latina y España, decanta además una especie de consenso.

El ejemplo podría ser La joven guardia (2005), libro de Maximiliano Tomas que abrió el camino para posteriores recopilaciones y difundió la expresión "nueva narrativa argentina". En el prólogo de la edición española (Belacqua, Barcelona, 2009), Tomas dice que la antología formó parte de un movimiento que aportó nombres a un corpus literario cristalizado. Pero sobre todo vino a "establecer un nuevo canon".

Las pruebas de la canonización se encontrarían en un conjunto de efectos y repercusiones: otras antologías, notas periodísticas, comentarios en Internet y la confirmación proporcionada por la selección de los 39 escritores de ficción menores de 39 años en el Hay Festival (2007). Podría haber agregado que varios de los autores de La joven guardia obtuvieron premios, y los interrogantes subsistirían. En los últimos años, la multiplicación de los concursos literarios, con sucesivas promociones de escritores premiados, finalistas y mencionados, parece haber devaluado lo que funcionaba como un mecanismo de cierta consagración. La reedición del libro –con la incorporación de tres autores– es quizá el mejor argumento de La joven guardia.

La falta de argumentos críticos es un déficit en los editores. Contra esa tendencia, El futuro no es nuestro propone un recorte situado en la historia literaria, que comienza por reconocer a los jóvenes de ayer para circunscribir a los de hoy. Nacidos después del boom latinoamericano, lo que marca a los autores de esa selección, según Trelles Paz, "es una disgregación casi natural en donde hay menos correspondencias literarias e ideológicas, no hay un estilo latinoamericano definible de escritura, y prima la diversidad sobre la convergencia en términos de forma".

La primera versión de El futuro no es nuestro apareció en formato electrónico, en la revista colombiana Pie de Página (2008). Incluyó 63 escritores de 16 países. La primera versión impresa (Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2009) redujo el número a veinte autores. La antología acaba de ser editada en Bolivia, mientras se preparan otra edición en Chile y la distribución en España. "Mi idea –explica Trelles Paz– fue presentar a esta nueva promoción de escritores a la cual pertenezco y diferenciarla de las anteriores, la de los escritores nacidos alrededor de 1968 y reunidos en antologías como McOndo y Se habla español. El futuro no es nuestro es un proyecto enteramente hecho y concebido por escritores y que aspira a convertirse en el primer proyecto antológico que pueda llegar a los lectores de América Latina directamente, sin aduanas extranjeras ni peajes".

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