4.4.10

La dramaturgia de 2666


La obra tuvo un rotundo éxito.


Hoy terminó el Festival Iberoamericano de Teatro. Con él, quedan representaciones memorables, como la asptación que hizo el director catalán Alex Rigola de 2666, el célebre libro de Roberto Bolaño. El espectador le hizo una entrevista al drmaturgo español:

La verdad real lo sujetaba de un brazo, mientras que la verdad escénica halaba del otro costado. Al sentirse derrotado por estas dos fuerzas superiores, el catalán Álex Rigola optó por mezclarlas y de ahí surgió la realidad simulada, la misma que él ha plasmado en montajes como El proceso, de Franz Kafka; Ricardo Tercero, de William Shakespeare; Rock'n roll, de Tom Stoppard, y otras veinte propuestas escénicas.

En 2003, este dramaturgo y director asumió la principal responsabilidad del Teatre Lliure, con el que emprendió una competencia que se asemeja más a una maratón que a una carrera de doscientos metros, en la que el atleta termina y puede bajar los brazos.

En este oficio, Álex Rigola prefiere siempre acompañar al público en un viaje que no tiene fin. Por eso montó la pieza literaria 2666, del chileno Roberto Bolaño, que presentará en la edición XII del Festival Iberoamericano de Teatro.

¿Las manifestaciones teatrales de Cataluña tienen algún elemento que las haga únicas y particulares?

Más que los ámbitos geográficos son las personas las que hacen que un estilo teatral sobresalga o se quede haciendo parte de las artes escénicas en su versión más simple. La información cultural que uno recibe es importante en la vida de un artista, pero lo importante es el propio lenguaje que uno crea en estos momentos de globalización. Por suerte una de las ventajas que hay es que todo lo relacionado con las artes queda más cercano sólo si el arte nos interesa.

Usted es el director artístico del Teatre Lliure... ¿cuál es su filosofía?

La compañía tiene la característica de trabajar con diferentes directores de escena y al mismo tiempo con varios equipos. Todos esos colectivos hacen parte de una unidad, pero a cada quien se le respeta su pincelada y cada artista se reconoce por su propia obra. Lo anterior quiere decir que tiene un estilo personal y eso se refleja en el escenario.

Nuestras salas de teatro estaban inundadas por comedias... ¿es normal que eso pase antes de un encuentro teatral tan grande?

El teatro está dotado de muchos géneros y la comedia es esencial como evento catárquico para mirar con otros ojos todos esos temas sociales que tanto nos preocupan de una forma más relajada. Nosotros contamos hechos en nuestro espectáculo, mostramos escenas muy trágicas, pero al mismo tiempo hay escenas que producen risa, ese elemento tan necesario para poder superar los instantes más traumáticos.

‘La parte de los críticos’, ‘La parte de Amalfitano’, ‘La parte de Fate’, ‘La parte de los crímenes’ y ‘La parte de Archimboldi’ son las historias que componen ‘2666’ de Roberto Bolaño... ¿qué encontró en estas páginas que le resultó atractivo como propuesta escénica?

Cuando me incliné por la obra literaria 2666 estaba buscando un texto que me permitiera ir mucho más allá de la visualización del espectáculo. Mi prioridad era encontrar una verdadera experiencia teatral. Yo buscaba un texto ético, una novela de grandes dimensiones con muchos personajes, que sucede en diversos momentos históricos, pero que todos tienen el mismo hilo conductor. Y aquí la encontré.

¿Cuáles son las cualidades que tiene Bolaño como dramaturgo?

Hablar de este chileno no es referirse a un autor de novelas con un perfil clásico, sino a un poeta que hace novelas. Roberto Bolaño hace que su gramática tome un aire poético que es muy apropiado para el actor porque le permite transmitir su grandeza verbal. También es un autor muy jugoso y yo creo que el contenido de la novela, más la forma en la que cuenta cada historia y le otorga una dimensión de obra casi inalcanzable, por sus 1.170 páginas, terminan convirtiéndose en un poco menos de cinco horas de teatro. Todo eso hace parte del imán que a mí me atrapó desde el inicio.

Ese proceso debió ser muy cercano a la labor de un editor, ¿o no?

Claro... con la adaptación de la obra para la presentación en el Festival me tocó padecer el traumatismo de haber tenido que cortar partes que eran maravillosas. Sin embargo, uno al final no se puede extender hasta el infinito, sino que debe darle un respiro al espectador para que regrese a casa y pueda volver a vivir su cotidianidad.

Pero ‘2666’ no es su más reciente montaje, después vinieron tres más...

Así es. Después de la adaptación de 2666 hice Rock'n roll, de Tom Stoppard, que se está montado en Madrid, y también tenemos Nixon-Frost, de Peter Morgan. Pero la compañía, además, está en la tarea de recuperar espectáculos como European House, que se exhibió en el pasado Festival de Teatro de Taipei.

¿Para un director existen diferencias inmensas entre adaptar un clásico de la literatura o un texto contemporáneo?

Cada texto literario debe ser adaptado a las tablas con una fórmula particular. Shakespeare es el más utilizado y por eso es el gran dramaturgo de todos los tiempos. Para Kafka tuvimos que hacer un trabajo singular. Con 2666 fue un reto, porque toca pensar en la forma en la que se debe hacer el trabajo para no aburrir al espectador, porque se trata de volver real esta historia triste y apasionante, pero al mismo tiempo cada parte tiene un formato narrativo distinto. Pasamos de una conferencia a una instalación, o a un teatro más clásico, o intentamos crear una novela negra.

¿En su proceso dramatúrgico usted concibió ‘European House’ como una pieza teatral o como una obra literaria y después fue adaptada a las tablas?

En el caso de European House es una sección de una casa de tres plantas en la que el público ve lo que pasa en la totalidad de la infraestructura y son los personajes de Hamlet justo antes de que empiece su propia historia. Es el preámbulo del entierro, es un proceso de creación que salió de los actores de la compañía.

También se metió con el cancionero catalán y con Wagner, del que dicen que es muy complejo... ¿así lo percibe usted?

Para nada... todo buen autor aporta lo mejor para que la obra dé buenos resultados. Wagner es fácil y los difíciles son los malos autores.

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