23.10.09

La ficción de Fresán


El argentino Rodrigo Fresán.

Una entrevista al célebre crítico y escritor Rodrigo Fresán, a propósito de su nuevo libro, El fondo del cielo. Dice la nota en el ABC:
-¿Por qué dice que no ha escrito un libro de ciencia-ficción sino, en todo caso, una novela con ciencia-ficción?
-El libro es más una «rara avis» para un escritor español que para un argentino, en el sentido de que la gran tradición de la literatura argentina pasa por el género fantástico; no tenemos esa especie de problema púdico con la literatura fantástica. Borges, Bioy Casares, Piglia, Cortázar, Lugones... No hay gran escritor argentino que no haya dado una vuelta por la anticipación o la fantaciencia o como queramos llamarla. Pero cuando yo me puse a escribir, mi primera intención era contar una historia de amor.

-Aunque fuera con ciencia-ficción...
-Hubo una primera versión mucho más larga y, si bien a la versión final no le falta nada de lo que hubo en la anterior, lo cierto es que detecté el riesgo de que se convirtiera en una novela de género, donde la ciencia-ficción ocupaba un espacio más enciclopédico, con más detalles, escritores y películas. En algún momento me di cuenta de que ése no era el idioma que le correspondía al libro, sino otro más cercano a la poesía, la melancolía, lo crepuscular, donde lo que priman son los sentimientos. Y finalmente el amor como la cosa más extraterrestre que hay, y como una forma de invasión...

-Al escribir del amor con ciencia-ficción, crea una con-ciencia-ficción, una mirada específica sobre otras cosas raras, casi extraterrestres, que nos ocurren.
-El libro se construye desde una profunda melancolía, casi derrota, porque lo que finalmente narra «El fondo del cielo» es el momento en el que el futuro deja de ser recurrente, cuando nos damos cuenta de que los extraterrestres no nos van a salvar, y ni siquiera van a invadirnos, y que básicamente cada ser humano se está convirtiendo en un extraterrestre de sí mismo, encerrado, con dependencia del teléfono móvil, con los ordenadores en casa, con todas estas cosas que tres generaciones atrás eran pura ciencia-ficción. Lo más clásico de todas las películas del género era hablar con alguien al que vemos en una pantalla. Jamás pensé, cuando era niño, que tener un ordenador en casa fuera a ocurrirme a mí.

-Lo interesante es que soñar con el futuro siempre amenazaba con la pesadilla, pero ya es rutina.
-El futuro pasó, y vivimos en él. Paradójicamente, el mío es un libro de ciencia-ficción que se preocupa más por el pasado porque el pasado se ha vuelto más interesante que el futuro. Es lo que hacían, en definitiva, los escritores que siempre me interesaron más: Ballard, Dick, Vonnegut, que es uno de mis ángeles tutelares.

-Se diría que la ciencia-ficción le permite romper los límites de la realidad, como ocurrió con Don Quijote y los libros de caballería...
-Sí, claro, y también comparte la temática con los grandes textos religiosos: la importancia de lo que viene desde los cielos. La primera manifestación de ciencia-ficción tiene lugar en el momento en el que cae un rayo, algo arde y pasa un tipo que interpreta que aquello se lo han enviado, o descargado desde otro planeta. Toda suposición de este tipo está poniendo de manifiesto la ausencia de Dios y la necesidad de que haya alguien que nos guíe o que nos destruya, nos castigue por completo. Siempre queremos poner esa instancia en un ser superior. Lo curioso es que las cosas que solíamos adjudicar a los extraterrestres, como no sucumbir a las enfermedades o vivir muchísimos más años, o conocer al detalle el ADN, ¡incluso destruir el planeta Tierra! ya lo estamos haciendo nosotros de manera muy organizada.

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