15.6.09

William Ospina reseñado.

Un retrato de William.

Evidentemente, William ospina se volvió tema obligado por estos días en hispanoamérica. En el diario El País, de España, le hacen una reseña bastante interesante al País de la Canela, la novela merecedora del premio Rómulo Gallegos 2009. Aquí les dejo la nota:


El escritor colombiano William Ospina anuncia para dentro de un año y medio la finalización de la trilogía que comenzó hace cuatro con Ursúa y continúa ahora con El País de la Canela, reciente ganadora del XVI Premio Rómulo Gallegos. Declaró a este periódico que se titulará La serpiente sin ojos y que ya tiene para ella su tono y su ritmo. Este crítico reseñó hace unos años Ursúa, y vio soluciones acertadas alrededor de su tono. Respecto al ritmo la novela hacía un uso competente y dosificado de la peripecia según la definía Aristóteles: no era el ritmo de quien se impone la obligación de mantener atento al lector con la velocidad de los acontecimientos sino de quien sabe que la vida novelesca transita entre la felicidad y la desdicha. O viceversa. Para el relato de la vida del conquistador navarro Ursúa, el tono y el ritmo que les imprimía Ospina eran el ajustado al destino que se impuso en tierras del Nuevo Mundo. Otra cosa era su soporte ideológico, inspirado en las crónicas del sevillano Juan de Castellanos (al cual el autor colombiano le dedicó un ensayo titulado Las auroras de sangre): una inclinación muy poco matizada hacia el concepto roussoniano del "buen salvaje". Es evidente que Ospina convierte la información negativa que recaba de la colonización española en materia angular de su trilogía. Pero mientras en Ursúa parecía más un ajuste de cuentas entre corrientes historiográficas, ahora encontramos en El País de la Canela una propuesta más comprometida, además de metafórica, con la condición humana en general: la codicia, la crueldad con el diferente, los sueños de la razón que diría Goya, las utopías destructivas. Quiero insistir en esta cuestión porque es una de las más insistentes, además de las más dolorosas, que salen recurrentemente en la obra de Ospina. Escribe Tzvetan Todorov en El miedo a los bárbaros que una de las características de la tradición europea es el ejercicio del pensamiento crítico: ello significa que ese pensamiento no es ajeno a su vez a la conciencia de la intolerancia europea, de su fanatismo religioso y de su prepotencia moral y física respecto a los pueblos que colonizó. Esta tensión entre civilización y barbarie (o elegancia y cinismo, como redefinió con acierto en alguna ocasión Ospina), ecuación despótica o generadora de progreso según se mire, impregna a esta novela su verdad moral e histórica.


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