30.5.09

Andrés Caicedo, el perseguidor


Andrés Caicedo frente al teatro San Fernando, en Cali.

Para Fuguet, que en los años 90 logró imponer la idea de que había en América latina una generación de escritores urbanos, realistas y sobre todo ajenos al realismo mágico (que él mismo se encargó de reunir en la antología McOndo ), el libro fue una especie de ajuste de cuentas. "En Caicedo encontré una prueba irrefutable de que aquí existía un realismo urbano mucho antes de que yo naciera -dice-. McOndo no era un invento mío contra García Márquez." Cuando en una librería de Lima dio por casualidad con un libro de Caicedo (un volumen póstumo que reunía sus escritos sobre cine), hace unos siete años, Fuguet sospechó inmediatamente que una extraña conspiración había mantenido al colombiano en el más absoluto secreto. ¿Quién le había escondido a este escritor que sentía como un hermano mayor no sólo suyo, sino también de varios autores contemporáneos que seguramente nunca lo habían leído?

Ir en busca del eslabón perdido fue toparse con el mito. Sin embargo, en sucesivos viajes a Cali, donde Caicedo nació en septiembre de 1951 y vivió la mayor parte de su vida, hubo algo que lo ayudó a superar aquellas primeras versiones extraliterarias que obtuvo de su hombre, donde primaban las drogas y el rock and roll. Además de conseguir sus pocos libros editados y textos de acceso público, viejos amigos del escritor, como el cineasta Luis Ospina y Sandro Romero, le cedieron material inédito. Lo mismo hicieron las hermanas de Andrés. En 2007, mientras ordenaba todos esos escritos y cartas, Fuguet viajó a la feria de Guadalajara, México, donde tras un homenaje a Caicedo comprobó que decenas de freaks de pelo largo agotaban los libros del colombiano. El momento de editar este libro había llegado, se dijo. Aunque Fuguet, tan cinéfilo como su "autobiografiado", prefiere hablar de montaje.

"La labor de un editor es que los lectores reciban la mejor versión del autor. Mi idea fue mostrar al mejor Andrés", dice. Caicedo es un personaje fascinante y esta historia escrita en primera persona y en tiempo real que Fuguet supo armar quizá encuentre más lectores, en estos días de literaturas del yo, que las ficciones que el autor caleño fue ensayando de modo casi espasmódico y que ahora están llegando a las librerías ( Calicalabozo , Angelitos empantanados , Destinitos fatales y Noche sin fortuna , editadas póstumamante por Norma). "En ficción era un escritor en ciernes -dice Fuguet-. En cambio en la introspección, en la indagación de su yo, no necesitaba crecer más. Escribía sin filtros pero con la distancia de alguien que está despidiéndose de la vida."

Y sí, Caicedo empieza a despedirse de la vida muy pronto. En Estados Unidos, adonde viaja a los 22 años con el propósito de vender a Hollywood unos guiones que había escrito, ante las primeras dificultades se imagina regresando vencido a la casa paterna, donde vivirán "los dos viejos y el hijo hombre que nunca creció, que nunca consiguió mujer y envejeció antes de cumplir los 20 años. El hijo que escribió el grueso de su producción cuando aún su mente no estaba formada [?], entre los 15 y los 17 años". Con la misma precocidad había fundado el Cine Club de Cali (foco de la contracultura de la ciudad) y Ojo al cine , una revista donde reseñaba con lucidez las películas de directores como Rohmer, Bresson, Truffaut, Jancsó, Bogdanovich y Peckinpah y que renovó la crítica cinematográfica de su país. También había escrito unas cinco obras de teatro y dirigido otras tantas, filmado uno de sus guiones y fundado, con algunos de sus amigos, Ciudad Solar, una especie de comuna creativa que tenía base en una vieja casona de Cali.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues que decir de Andrés...honesta y claramente, como digo yo de forma delicada, a ese niño bien se le ha sobre dimensionado, lo leo desde que tengo unos quince, y de eso hace rato, mi esposa ahora lo lee, y llega conmigo a la misma conclusión, donde coños está la maravilla de cual hablan? Sera acaso un Bukowski venido a menos, totalmente pueril y común. No he leído el primer relato o cuento de ese "ilustre" suicida, ahhhh, pero claro fue que le dio por matarse, y eso en este país es sinónimo de genio...mierda pura es lo que ha dejado el patas calientes de Caicedo, Bueno, también le hizo la caridad a Sandro Romero de dejarle con que comer, se imagina usted que haría el calvo homosexual ese, sin la figura de Caicedo...jajajajaja!