22.12.09

El nuevo libro de Jon Lee Anderson


Jon Lee Anderson.

Le conocí en el festival ElMalpensante, en una de las charlas programadas allí. En su charla, hablaba de Chavez, de Uribe, de política latinoamericana, de los Irán-Contras...suficiente para una tertulia literaria, el caso es que, en aquel momento, sentí que estaba frente a uno de los mejores reporteros de guerra y cronistas del mundo, y no es una exageración. Ahora nos presenta su nuevo libro, El dictador, los demonios y otras crónicas. Dice Anderson de su libro:

Iara, una mujer de treinta y un años, delgada y de piel oscura, dirige la favela de Parque Royal, en Río de Janeiro, para un gangster llamado Fernandinho. Es su "subdelegada", según dice ella misma. Su jefe directo es Leo, que controla en nombre de Fernandinho tanto la barriada de Parque Royal como la cercana Praia do Rosa. Cuando la conocí, Iara, que tiene tres hijas, estaba preparando el cumpleaños de la menor, que cumplía diez. Llevaba pantalón corto rojo, camiseta, chancletas y gorra de béisbol negra encima de la cola de caballo. La camiseta tenía escrito un mensaje en portugués: "No pido que te los lleves del mundo, sino que los guardes del mal. Juan 17:15". Por el bulto se notaba que llevaba una pistola en la cinturilla del pantalón.

Iara dirigía las "relaciones comunitarias" en nombre de la banda. Ella la llamaba "la empresa". Su trabajo era de nuevo cuño pero, según ella, necesario. "Antes había problemas, sobre todo porque los traficantes no respetaban a los vecinos." Ella solía encargarse de solucionar los conflictos "hablando con la gente", pero si el conflicto era importante, "lo subimos a la loma", refiriéndose a Morro do Dendê, la favela donde vivía Fernandinho. [...]

Recorríamos la favela, una aglomeración de chabolas, paredes cubiertas de grafitos y callejones donde las tiendas y los toscos bares que despachan cerveza y cachaza con la música a todo volumen competían por el espacio junto a pequeñas iglesias evangélicas. Jóvenes rudos y armados, que eran traficantes de drogas de la banda de Iara, vigilaban las callejas. Habló con ellos para que no me hicieran nada.

Iara tenía un tatuaje en el brazo izquierdo, un escorpión rodeado de letras. Las letras eran las iniciales de las personas más próximas a ella. Me las fue señalando: sus tres hijas, su madre, su hermana, una sobrina y un sobrino. El padre de Iara se había ido de casa cuando ella tenía un año.

La madre entonces bebía, dijo, "pero ya no". Hoy es evangélica. Iara jugaba al fútbol de adolescente, y lo hacía tan bien que llegó a practicar con profesionales; en este punto me nombró a dos jugadores muy conocidos. Incluso salió en televisión. Pero su hermano mayor le pegaba con frecuencia. "Decía que yo era lesbiana."

Iara había ingresado en la rama local de la banda, el Terceiro Comando Puro, a los catorce años. "Me metí poco a poco, para protegerme de mi hermano, para que me respetara, porque nos pegaba a mi madre y a mí. En cuanto estuve dentro, ya no tuvimos más problemas con él." El hermano de Iara estaba ahora en Bangu, una cárcel situada al sur de Río a la que mandaban a casi todos los gangsters de la ciudad, que tenían el control del establecimiento. "Es la sexta vez que lo meten en la cárcel. Traficaba y robaba."

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