10.8.09

La fugacidad de un mexicano


El escritor José Emilio Pacheco, de visita por Colombia.

Aquí, una entrevista del escritor mexicano para la prensa argentina:

Del poema, la novela, el cuento y el artículo periodístico a la traducción, el ensayo y la antología, José Emilio Pacheco (México, 1939) ha cultivado todos los géneros imaginables de la literatura. Sus casi treinta títulos, sometidos a un riguroso artesanado formal y a una limpieza extrema de sus contenidos, han hecho de él una de las voces más inconfundibles de las letras iberoamericanas

La presente conversación tuvo lugar en su casa, con motivo de que se lo distinguiera con el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009.

-En tu poema "Contraelegía" escribiste: "Mi único tema es lo que ya no está./ Sólo parezco hablar de lo perdido./ Mi punzante estribillo es nunca más". La "estética de la desaparición" que predican estos versos ha regido tu escritura desde hace más de medio siglo. Sin embargo, la presencia de tu obra en la literatura iberoamericana de hoy es evidente y sustancial.

-En la naturaleza efímera de las cosas no todo es negativo. Sería terrible que el mundo se hubiera detenido el 5 de mayo de 1862. Todo debe cambiar sin tregua. Estamos aquí porque desaparecieron los que estaban antes. Nos vamos para que otros ocupen nuestro lugar.

-Un paréntesis: ¿porqué escogiste ese día específico?

-El 5 de Mayo es el aniversario de la batalla de Puebla. En nuestra historia de humillaciones y derrotas es una gran excepción la victoria contra el ejército francés.

-¿De qué manera caracterizas un trabajo como el tuyo que, aun reunido en una obra voluminosa pero estricta, retrata la disolución y el caos?

-Si divides la suma de las páginas entre medio siglo de trabajo, la obra (me parece muy arrogante hablar de "obra") es todo menos voluminosa. No soy el inventor de la disolución y el caos. Además, la poesía no es un manual de autoayuda. Más bien sirve para llamar la atención sobre las cosas menos agradables del mundo. Me parece asombrosa la capacidad de Neruda para celebrar lo grato y lo placentero. La dicha y el placer son mudos. Sólo la desgracia y el sufrimiento hablan.

-Tu poesía se ha ido tornando cada vez más despojada con el paso del tiempo. ¿Partiste de la lírica para llegar a la confesionalidad?

-Nunca he hecho ni haré textos confesionales. No sé hablar de mí mismo, aunque de nosotros mismos sea nuestra ocupación predilecta. Observa el éxito de los confesionarios, los bares y los consultorios psicoanalíticos. Me limito a escribir. Celebro la facilidad con que los escritores comentan e interpretan sus libros. Para mí, tener una excesiva conciencia de lo que se escribe es paralizante. El texto sabe lo que el autor ignora.

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