25.1.10

Las mil cartas de Van Gogh


Una de las cartas.

En The guardian comentan sobre las casi mil cartas que el artista escribió alrededor de toda su vida, o por lo menos, aquellas de las que se tiene conocimiento. Lo reproducen en la Revista Ñ:
Van Gogh terminó su vida en 1890, a los 37 años, en la más extraña y trágica situación. Era cada vez más reconocido -al menos por la vanguardia parisina- como un artista brillante. Pero también estaba enfermo. ¿De qué manera se entrecruzaban su arte y la enfermedad? ¿La pintura era cura o síntoma? Van Gogh contempló las dos posibilidades.

Los curadores del Museo Van Gogh en Amsterdam han trabajado durante años en una edición epistolar, cinco volúmenes de cartas con facsímiles, traducciones al inglés e ilustraciones (pueden verse en: vangoghletters.org). Un estudio profundo de su vida Gogh que lo redefine para este siglo.

Las primeras cartas datan de 1872, cuando tenía 19. La primera está dirigida a su hermano Theo -igual que la última, del 23 de julio de 1890. También le escribió a artistas como Emile Bernard y Paul Gauguin, o a su hermana. El conjunto representa un trabajo literario de proporciones épicas. No es que sólo las escribió, es que en las cartas vació su corazón. Las largas epístolas que le envió a Theo, su único sostén emocional y económico, son exploraciones y crónicas de cada faceta de su vida. Se huele el aliento a tabaco y la ropa humedecida de Van Gogh.

La familia dudaba de su salud mental y en las cartas queda claro que por eso Theo se volcó a apoyarlo. Theo consideraba el arte de su hermano esencialmente como una terapia. Sus cartas tienen un cariz alegre cuando aprende a dibujar. La más animada la escribió en Etten, donde vivían sus padres, en septiembre de 1881. Describe sus esfuerzos por dibujar a los campesinos locales e incluye los croquis. Son sus primeros dibujos, no tiene formación artística formal, pero su talento es manifiesto. "Ha sobrevenido un cambio en mi dibujo. Ya no me siento tan impotente frente a la naturaleza como antes", expresa Van Gogh en la carta.

Sin embargo, se enojó con su familia y puso su estudio en La Haya. Su pintura se hizo más fuerte pero no hubo una conquista paralela en la vida cotidiana. Tampoco cuando emigró a Francia. Allí conoció a la vanguardia: Toulouse-Lautrec, Pisarro y Paul Gauguin. El 20 de febrero de 1888 llega a Arlés, región de Provenza, para fundar una colonia de artistas. El colapso de este sueño es el capítulo más infame de su vida. Gauguin accedió a acompañarlo, le explicó su comprensión abstracta del color, pintaron brillantes retratos y paisajes. Pero empezaron las discusiones y Van Gogh se enfrentó a Gauguin con una navaja. Esa noche se cortó parte de su oreja.

Las cartas ponen la crisis, que lo llevó a internarse en un asilo en Saint-Rémy, en una perspectiva más profunda. Cuando llegó a Arlés, empezó a pintar de manera nueva. El sol entró en sus pinturas. "Me siento bien trabajando afuera a la hora de más calor. Es un calor limpio, seco... Por supuesto esto induce al naranja". Sus pinturas de estos meses son fuego. En las cartas de después de la crisis, hace un autoanálisis minucioso y doloroso. "Cada vez que trato de razonar en mi interior para tener una visión más clara de las cosas, se apodera de mí un miedo terrorífico y me impide pensar".

A los historiadores de arte les gusta decir que la enfermedad de Van Gogh no tenía nada que ver con su genio. Sus cartas sugieren lo contrario. Las pinturas hablan de una gran apertura sensual. Algo más profundo en él, que nunca antes pudo satisfacerse, se despertó a través de la luz mediterránea. No es sólo el amor por los colores brillantes que vemos en sus obras maestras. Es un lugar en su mente donde piensa, siente, existe únicamente en color. En el asilo, sus colores se vuelven más sutiles -azules y verdes desplazan a los amarillos- pero la profundidad crece. Cuanto mejor sus pinturas, peor su enfermedad. Tiene períodos de trabajo interrumpidos por ataques de locura.

Theo le escribe sobre el doctor Gachet, cuya simpatía por los artistas podría permitirle cuidarlo. En Auvers-sur-Oise, un pueblo cerca de Paris, el Gachet lo vigila. Sigue pintando, cada vez mejor. Azules profundos y verdes vegetales, los colores del norte. En una carta enviada a Theo el 23 de julio de 1890, incluye un croquis de una nueva pintura. En la posdata agrega una lista de colores: "un seto de lilas, una fila de árboles de limas redondas, amarillas. La casa en el fondo, rosada con un techo de tejas azuladas. Un banco y tres sillas, una figura oscura con sombrero amarillo, y en el jardín de adelante un gato negro. Cielo verde pálido".

En francés las últimas palabras son "Ciel vert pale" y, después, un punto aparte en tinta marrón. Tres días después de mandar ésta, su última carta, se disparó un tiro bajo el cielo verde pálido.

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