6.7.09

El universo de William Blake


El famoso dragón rojo, del poeta y grabador William Blake.

Las obras extremadamente singulares y distintas a veces necesitan tiempo para ser comprendidas y valoradas. Precisamente por ser distintas y rompedoras chocan con los convencionalismos de su época y reciben el puntapié del desprecio o la incomprensión más absoluta. Si a eso se añade que el poeta de quien hablamos, William Blake (1757-1827), se autoeditó prácticamente todas sus obras -por lo que prácticamente carecieron de difusión- es lógico que fuera un verdadero marginado en su tiempo, aunque no por ello un hombre infeliz. Debió de aceptar su suerte con valentía y buen ánimo y, tal vez por ello, se sumergió en su particular mundo de mitologías en apariencias absurdas e impenetrables. Puesto que carecía de lectores, él era su principal lector, además de los cuatro gatos para los que hacía ejemplares ex profeso de sus libros, ilustrados con tanta o más asombrosa personalidad que la que caracteriza a sus creaciones verbales (aunque, en mi opinión, estas últimas son más radicalmente originales que aquéllas).

Pues bien, el lector tiene ahora una gran oportunidad de acercarse al mundo de este poeta al que en su tiempo espíritus selectos como Wordsworth consideraron perturbado mental, aunque también creador no despreciable. Una excelente selección de sus escritos, muy cuidadosamente traducidos, y extraordinariamente bien editados, con reproducciones de algunas de las ilustraciones originales, se encuentran en este volumen para delicia de todos sus seguidores, entre los que me encuentro fervientemente desde hace años. Entre el lirismo enigmático de sus mágicas Canciones de inocencia y Canciones de experiencia y el profetismo rebelde e iconoclasta, que tiene en el Matrimonio del cielo y el infierno una expresión suprema -pero ojo a las Visiones de las hijas de Albión, pieza de modernísimas alegaciones contra las cadenas del amor esclavo de las convenciones-, transcurre este volumen que nos obliga a hacernos de nuevo la siguiente pregunta (de imposible respuesta, por lo demás): ¿de dónde surge todo este mundo extraño?, ¿con qué fin semejante telaraña de personajes de nombres inaccesibles, si al mismo tiempo la imaginación de ese hombre era capaz de joyas nítidas y preciosas como las de los citados Cantos? En todo caso, la clave está en que ninguna de esas invenciones parece arbitraria ni casual puesto que lo que importa es la imponente riqueza conceptual que este escritor fue capaz de poner en boca de sus mitológicos personajes, además de su portentoso lirismo, siempre dispuesto a deslumbrar, tanto como deslumbran sus visiones, de una actualidad abrasadora.

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