14.7.09

Las nuevas estrellas de Hollywood son los guionistas

No salen en las fotos, pero brillan como estrellas: son los escritores que ponen en marcha la maquinaria de Hollywood. Un mundo que se hizo visible con la huelga de 2008, cuando unos doce mil guionistas se plantaron para renegociar contratos y provocaron un parate pocas veces visto en series, películas y talk shows . Por esa medida, la industria del entretenimiento de Estados Unidos tuvo pérdidas de casi 900 millones de dólares en poco más de tres meses. Así, los escritores mostraron que existen, que son parte vital del mecanismo de creación de éxitos cinematográficos y televisivos. Y dejaron una profunda huella en el debate sobre quién es el "dueño" de una historia. ¿El guionista? ¿O el director? Por este asunto, los mexicanos Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga quebraron la alianza que generó Amores perros , 21 gramos y Babel . Arriaga, el guionista, protestó por el presunto manoseo que González Iñárritu hacía de la historia de Babel . El realizador le contestó que el cine es "un arte de profunda colaboración". Pero cada uno siguió su camino.

El éxito masivo de las series estadounidenses -de Sex and the City a Lost- podría deberse al cada día más importante reconocimiento que obtienen los guionistas, convertidos en figuras cuyos pasos siguen los productores y los espectadores por igual. Tres guionistas lideran la nueva revalorización del escritor hollywoodense: Alan Ball y Diablo Cody, que alternan entre la televisión y el cine, y Charlie Kaufman, que dirige por primera vez en el film Sinécdoque, Nueva York y prueba cuánto de él había en las historias que antes dirigieron Spike Jonze y Michel Gondry.

Kaufman debutó como guionista de cine en 1999 con ¿Quieres ser John Malkovich? , dirigida por Jonze. Venía de la televisión, de The Dana Carvey Show . En el film creó un paisaje imaginativo único: un marionetista encuentra una dimensión secreta (el piso siete y medio de un edificio) por donde accede a la cabeza del actor John Malkovich. Allí, maneja la voluntad del actor y lo obliga a vivir la vida que él no pudo tener. Kaufman ignora la linealidad en sus historias y su desenfreno convirtió algunos de sus trabajos en historias "de culto", entre ellas, Naturaleza humana , Confesiones de una mente peligrosa , El ladrón de orquídeas y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos . Sinécdoque, Nueva York se estrenará este año en la Argentina.

Pese a contar con socios afines, como Gondry y Jonze, con una escritura forjada en la realización de videoclips y el lenguaje fragmentado de lo que se llama "generación MTV", Kaufman ha sido tajante al hablar del rol del guionista: "La única persona completamente creadora de la película es el escritor. El director interpreta el material. Los actores interpretan el material. Todos interpretan el guión". En él, ese sello creativo se asienta en un puñado de obsesiones: los demonios que acosan al autor, los límites de la ficción y el juego de personajes que se interpretan a sí mismos. La ficción se mezcla con la realidad, el acto representativo es puesto a prueba y cuestionado. Mucho de eso hay en el pirandelliano Kaufman.

El sujeto, sin embargo, es el eje. Sus personajes suelen ser solitarios, seres que se pierden para buscarse. Esas cuestiones matizan una obra que puede parecer pretenciosa. Aficionado al juego de matrioshkas, en El ladrón de orquídeas (dirigida por Jonze), Kaufman se creó a sí mismo como personaje. Y se construyó un gemelo: Donald. Guionistas ambos, reflexionaban sobre el proceso de creación mientras Charlie discutía con RobertMckee, famoso por sus seminarios de guión con fórmulas empaquetadas. En un intento por parecer cool , la Academia nominó para el Oscar al mejor guión adaptado a Kaufman y al ficticio Donald. No ganaron, pero su ficción logró lo que buscaba Kaufman, es decir, cruzar los límites.

El Oscar le llegaría en 2004, por Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (con Gondry detrás de la cámara), donde el aliento poético dibujaba el proceso del olvido (o del recuerdo) en esa historia en que Joel y Clementine rompían y rearmaban la memoria de una vida juntos. Tras ese sueño brillante, era cuestión de tiempo que Kaufman se lanzara a la dirección. Y así llegó Sinécdoque, Nueva York . El film iba a ser dirigido por Jonze, pero Kaufman se hizo cargo. Allí crea a un director de teatro, Caden Cotard, encarnado por Philip Seymour Hoffman. Un accidente doméstico le provoca un estado enfermizo y su cuerpo deja de responderle. Con temor a la muerte, encara un proyecto: recrear la ciudad de Nueva York en un galpón. Y espera encontrar el eje de su obra en el camino de sus últimos días. Cotard contrata a un actor para que lo represente. Y toda su vida se repite en múltiples niveles.

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