21.7.09

La poesía: un acto de resistencia


Juan Gelman.

De atrásalante en su porfía es el libro de poesía que acaba de publicar. Se llama Juan Gelman: es el hijo de inmigrantes ucranianos que escuchaba de su hermano los poemas de Pushkin, el que comenzó a escribir en secreto, el militante joven que con el grupo El pan duro se proponía una escritura hermanada con las utopías revolucionarias pero que no resignase desafíos líricos, o el que años más tarde utilizó palabras nuevas en un intento por llevar a lengua castellana al límite de sus posibilidades expresivas.

Gelman es también el hombre que se exilió para sobrevivir, el que en 1976 perdió a sus hijos y a su nuera embarazada en manos de un grupo de tareas asesinas, el que encontró consuelo en los escritores místicos, el que recuperó a su nieta Macarena después de años de búsqueda, el que ganó el Premio Cervantes y ahora, un año después, como si nada, atiende el teléfono en su casa de México y en vez de hola, para iniciar la conversación pregunta: ¿Bueno? y luego se dispone a hablar amablemente hasta que un previsible zumbido irrumpe.

Desde sus comienzos tuvo una actitud militante y una posición frente al acto de escribir. ¿Qué queda hoy del Gelman que se inició en el movimiento de El pan duro?

Lo que queda es la misma necesidad de la escritura de poesía y una confianza, si usted quiere un poco lastimada, de que algún día las cosas van a mejorar. Estos son tiempos realmente oscuros, hay momentos así en la historia de la humanidad. Luego siempre algo surge tendiente a cambiar las cosas.

A lo largo de su vida ha dicho varias veces que la poesía es contraria a la deshumanización. ¿Parecería que hay algo de la poesía que confirma a la humanidad?

La poesía, y el arte en general es un acto de resistencia contra el envilecimiento de estos tiempos. Cuando hablo de acto de resistencia no me refiero a acto voluntario. El solo hecho de que el arte exista es un hecho favorable en la historia. La creación de zonas de belleza y de cierta verdad, cuando uno lee poesía, ve un actor que le gusta, provoca una especie de encuentro, y también una especie de consuelo, porque uno piensa que a pesar de todas las catástrofes habidas y por haber nada ha interrumpido a la creación. Esto, con momentos más brillantes o menos, más o menos oscuros, continúa desde el fondo de los tiempos.

Sus textos participan de una lírica que parece propia de esta resistencia, con la invención de palabras nuevas y reglas semánticas que tensan el límite de la lengua. ¿Se trató de una operación conciente?

Tal como la concibo, la poesía nunca es una operación conciente porque nadie se puede sentar nunca a escribir poesía. Yo lo hago producto de una obsesión. Necesito escribir para saber de qué se trata. No se qué quiero decir, no se qué busco, salvo la expresión de esa obsesión. Nunca es una operación pensada, es lo que me sale.

Analicemos lo que le salió en este último libro. ¿Qué significan las alusiones al lenguaje herido e imposibilitado de hacer su trabajo, al mundo que alguien debe componer, a los hombres como portadores de silencios, enigmas?

Después de haberlo escrito y publicado, creo que mi libro es sobre la poesía y el trabajo del poeta, que entraña un sumergirse en si mismo, en su propia maleza para encontrar la expresión. Este es el silencio al que refiere el libro, la coexistencia de una persona y un otro que escribe, alguien que uno no conoce bien, que está en el fondo, y no tiene todos los días. Algunos lo llaman inspiración, a mi me gusta llamarlo obsesión.

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