1.4.09

EL NOBEL PARA JAVIER MARÍAS


Javier Marías en su biblioteca.

Desde hace algún tiempo suena Javier Marías para el Nóbel. Aunque parece algo lejano, su nombre representa toda una jerarquía literaria en hispanoamérica. Le han hecho una entrevista en Argentina, y no quiere ni que le nombren el premio Nóbel. Veamos que nos dice Javier:
La trayectoria, el éxito comercial, formar parte de la Real Academia, los reconocimientos y los premios, lo han convertido en un escritor canónico. ¿Hasta qué punto esto influye en su escritura?

—Tampoco es para tanto –dice con modestia–, ni siquiera me considero un escritor prolífico a pesar de que llevo publicados más de una veintena de títulos. Lo mío es un caso raro de precocidad y veteranía: empecé a publicar a los 19 y desde entonces no he parado, por eso me considero un veterano. Yo he tenido una suerte inmensa. Hubo un momento puntual en el que experimenté esa suerte. Fue en 1996, cuando mi novela Corazón tan blanco fue traducida en Alemania y un crítico muy prestigioso e influyente -y también temido por su ferocidad con los libros que no le gustaban-tuvo para con el mío comentarios sumamente elogiosos en el programa televisivo que conducía en ese país. Sólo allí se vendieron más de un millón doscientos mil ejemplares de mi novela. Pero se sabe que los alemanes son muy obedientes... A partir de ese momento me sentí muy libre, porque ya había tenido mi cuota de suerte. Había alcanzado un nivel altísimo de aceptación, de ventas y de crítica; no podía pedir más. Por eso me dije: si en el futuro las cosas me van mal, no debería quejarme. Y me dediqué a hacer lo que quería.

Y sin dudas lo hizo. De otro modo no se explica el arriesgado proyecto que significó la escritura de Tu rostro mañana, una novela de más de 1.600 páginas, publicada en tres partes que aparecieron en 2002, 2004 y 2007 que, según él, escribió sin un plan previo.

Es muy difícil pensar que una obra de esa importancia no haya sido tramada de antemano. ¿Cómo lo hizo?

—Soy un buen improvisador. En verdad yo tenía varias cuestiones dando vueltas en mi cabeza, digamos de índole teórica, una de ellas tiene que ver con aquello que seríamos capaces de hacer, con cuál será nuestro rostro mañana. Así me puse a reflexionar sobre nuestra capacidad o incapacidad para interpretar lo que vemos, los signos y los avisos que nos anticipan lo que va a ocurrir y nuestra tendencia a negarlo. ¿Acaso no nos damos cuenta si alguien nos va a traicionar o a delatar? Lo sabemos, pero preferimos negarlo porque nos duele pensarlo. La narración está destinada a ilustrar esa idea. Así fueron apareciendo los personajes y un puñado de situaciones. En el transcurso fui buscando el rumbo que tomarían pero me puse como regla atenerme a lo que había planteado en un principio. Además la primera parte ya estaba publicada, ¡no tenía forma de torcer lo que estaba escrito! De manera que hice que lo azaroso se transformara en necesario.

¿La escritura es un punto de partida o un punto de llegada?

—Las dos cosas, porque es una búsqueda y a la vez una confirmación de nuestras sospechas, de aquellas impresiones que son como las de un niño: se dan de una vez y para siempre, y sin temor de decir lo que se piensa. Además, me reservo ese costado infantil: seguiré escribiendo mientras me divierta hacerlo.

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