Querido Andrés,
Lo que te escribo aquí quizá te cause algún dolor. Uno minúsculo, claro, pero al fin y al cabo, un dolor. O tal vez exagero y no te importe, y rías después, no lo sé. Ese dolor del que te hablo me ha asaltado de una manera tal que, por hoy, no puedo trabajar a gusto, no me hallo, no me encuentro, hoy simplemente, no soy. O soy aquel que lo exagera todo, aquel que pretende condicionar el mundo para que gire según le apetece, y eso, apreciado Andrés, es peligroso, y lo sabes. A lo mejor, es una maldita bravata por una senda estupidez. No daré más rodeos: he roto, casi hoja por hoja, tu libro, ese que aprecio tanto, ese libro que para mí es la Biblia literaria desde hace un año. He vuelto nada El viajero del siglo. Y no creas que no adoro a Sophie, a Hans, al hermoso organillero, o a Franz, con todo y que no me agradan los perros. Pero espera, no es lo que piensas. Vos me caes bien, porque, como dice Thays, eres un buen tipo. Y tus libros son más que extraordinarios. No fue envidia, o algo semejante. Vaya qué cosas suelen sucederle a la gente. Y sí, por una senda estupidez he deshojado tu libro, le he quitado la hilaza que sostenía las páginas. La solapa quedó irreconocible. Del arcón no queda nada. La sabiduría que llevaba dentro ha desaparecido. Ahora tu libro yace en la basura, y lo arrastrará al relleno sanitario alguien como Demetrio, que por las noches seguirá con sus malditos puzzles, imaginando un escape más allá de sus narices. Por tercera vez repito: Quizá exagero. Imagínate que le he prestado el libro a mi esposa, a mi amada esposa, que es algo descuidada, y le ha regado una taza de café por todos lados. Era la taza de café más grande del mundo, no tengo duda, porque las hojas se despedazaban entre las manos. Lo hizo sin intención, claro, sabe cómo amo esa obra. Lo hizo en su oficina, en alguna cafetería, qué se yo. No me dijo nada. Ayer en la noche lo tomé de nuevo para leer algún aparte, y vaya sorpresa que me llevé. Y no, no es por el libro. El libro puede volver a comprarse, y con gusto lo haría de nuevo. Ese no es el lío. El lío, querido Andrés, es que firmaste el libro con aquella pluma que te regaló Mont Blanc, y a ti nadie, curiosamente, te había regalado una pluma, y eso también lo sabes. Ese día, en aquel instante, la primera firma fue para mi ejemplar. Con aquella pluma de oro, la recuerdo bien. Por eso ella, Paloma, ni comprando de nuevo el libro puede reemplazarlo. Y sí, también te digo, mañana será como si nada, como un día más, y seguramente ya no estaré tan furioso con ella, y pensaré que es una senda estupidez, una bravata de niño. Pero hoy no lo es. Ese es el dolor del que te hablo. A Isabel Allende le preguntaron alguna vez que si su biblioteca se quemara, qué libro, si estuviese en sus posibilidades, salvaría, y ella dijo: la primera edición de 20 poemas de amor y una canción desesperada, con asombrosa dedicatoria de Neruda. Los demás pueden arder sin problemas ¿Y vos, querido Andrés, cuál es el libro que más amas?
4 comentarios:
Querido Hellman, bien sabes que no suelo intervenir en los blogs: llamémoslo serena precaución. Pero tu conmovedora entrada de hoy exigía algún tipo de abrazo: helo aquí. Prometo, cuando nos reunamos de nuevo, mejorar esa dedicatoria perdida y recordar en ella este curioso incidente, tal como el capítulo de una novela es capaz de mencionar los anteriores. ¿Qué libro amo más? No sé. Lo realmente amable (o detestable) son sus experiencias de lectura, creo. Pero, por no dejar sin respuesta tu pregunta, quizá protegería primero los poemas póstumos de Vallejo. Todo Vallejo es póstumo. Abrazos fraternales de
Neuman
Has salvado la noche, y el día de mañana. Un abrazo.
Pocos han de tener la oportunidad de recibir una respuesta a sus botellas al mar, más sabiendo lo que admira a Neuman, imagino la emoción. Ojalá Sábato leyera blogs o pudiera leer al menos. Encontrase un comentario de estos es extrañamente grato. Abrazo.
Es más que gratificante. Y lo del libro, repito por cuarta vez, fue lo de menos. Ya tengo listo dos libros importantes para mí: "Década" y claro, "El viajero del siglo".
Abrazo.
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