11.2.10

Los premios, los codiciados premios


Javier Rioyo.


Es bueno encontrar una nueva mirada sobre los premios literarios. Últimamente se ha hablado mucho del tema. Dos libros insignes del año pasado sobre lo que hablo son: España, aparta de mí estos premios, del peruano Fernando Iwasaki, del que ya hablé en algún momento; y el bello texto de Thomás Bernard, Mis premios. Javier Rioyo nos presenta una pequeña reflexión adicional al respecto:

Buscar escritores que merezcan los premios. En contra a lo que pueda parecer no es tarea nada fácil.. Normalmente los premios buscan otras cosas diferentes a la literatura. El que esté interesado en el tema puede leer al citado, recomendado y muy admirado Thomas Benhard en , "Mis premios". Uno de los libros más libres del año pasado. Y sin embargo hay premios que han sido "culpables" de descubrimientos que han llenado de placeres diferentes nuestras horas lectoras. Nunca tuvo un premio Kafka. Ni Borges consiguió el Nóbel. Ni algunos premios millonarios han servido para que valoremos más la literatura de Vargas Llosa, Bryce Echenique, Cabrera Infante o Benet. Sin embargo creo que hubiera sido muy bueno que el oculto Juan Filloy o que Nicolás Gómez Dávila, todavía más secreto, hubieran sido premio Cervantes, o algo. No suele ser así, aunque es verdad que la historia de algunos premios han servido para mejorar la seguridad de un autor, para la entrada de un piso o para la apuesta de una editorial.

Ayer, en una Barcelona marítima y lluviosa, tuvimos la oportunidad de tener la sensación de que el jurado, la editorial, el premio, podrían servir para descubrir uno de esos "mediterráneos" que estan más que descubiertos en su país. Se llama Guillermo Saccomanno- un apellido que dan ganas de darle un papel en alguna novela de Camilleri para encontrarse con Montalbano y tomarse unas copas por Nápoles o alrededores- y es todo un feliz encuentro de una novela con un premio que merece mejor historia que la de algunos otros años. Un premio por el que han pasado algunos de los nombres más importantes de nuestra literatura, desde aquél primer premio al joven Luis Goytisolo, y por el que también han desfilado algunos de fácil olvido. Me alegro por el premio. Y por la editorial que lleva el nombre de unos de los editores que hizo que leyéramos y bebiéramos mejor. Siempre gracias a Carlos Barral.

El libro de Saccomanno viene con muchos entusiasmos nada forzados de un jurado de credibilidad. Con referencias literarias de mundos como el de Ballard, Dostoievski, McCarthy y algunos otros de la tropa de los que nos invitan a la fiesta de la literatura. Nada que ver con tener o no tener premios. Gracias por descubrirnos un escritor que ya estaba más que descubierto en su país y que aquí ignorábamos con nuestro tan extenso desconocimiento.

Me gustó ver en la comida a Vila Matas, con novela joyciana y dublinés a punto. Se mantiene lúcido y sin beber, ¡qué cosas! Y conocer a otro escritor, premio nacional de éste año, del que alguna vez citamos por su poesía y que ahora estamos felices disfrutando con su paso a la narrativa, Kirmen Uribe. También me gustó encontrarme con otras personas, pero eso es vida privada y silencio. Otro día hablaré de Gloria Fuertes. También, de verdad querido Ramón, de ese del que me costará mucho ponerme algo sin sentirme mal, ese modisto ultraliberal llamado Adolfo. Me salen arrugas en todo el cuerpo si recuerdo algunas cosas que ha dicho. También algunas cosas que escribió. ¡Que tropa!

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