Irlanda ha dado escritores maravillosos. No por nada cuatro de ellos han sido Premio Nóbel: Shaw, Yeats, Beckett y Heaney. Desde Wilde, Joyce y Swift, por hablar de sólo algunos. De todos ellos, es Seamus Heaney el que más admiro. Hablando alguna vez con la mexicana Pura López Colomé, gran admiradora del poeta irlandés, me dijo que no ha conocido en toda su vida un lírico que escriba extraordinariamente de la naturaleza y del agua, como Heaney. Palabras de López Colomé. Le presté atención a ese comentario y me dejó sin palabras. Un Whitman contemporáneo. Pura, tienes toda la razón. Les dejo un hermoso poema del Nóbel irlandés.
Acta de unión
I
Esta noche, un primer movimiento, un pulso,
como si la lluvia se acumulase en el pantano
hasta romper y desbordarse: una presa que estalla,
un tajo abriendo la cama de helechos.
Tu espalda es una firme línea de costa del este
y brazos y piernas se prolongan
más allá de tus colinas graduales. Acaricio
la palpitante provincia donde creció nuestro pasado.
Soy el reino elevado por encima de tus hombros
al que no halagarías ni puedes ignorar.
La conquista es mentira. Envejezco
tolerando tu orilla semi-independiente
dentro de cuyos límites ahora mi legado
culmina inexorable.
II
Imperialmente soy varón todavía,
dejando para ti todo el dolor,
el proceso de rendición en la colonia,
el ariete, la barrera que explota desde dentro.
El acta germinó en una obstinada quinta columna
cuya postura crece de forma unilateral.
Su corazón bajo tu corazón es un tambor de guerra
que llama a filas a la fuerza. Sus parasitarios
e ignorantes puños pequeños
ya golpearon tus fronteras y sé que apuntan hacia mí
por encima del agua. No veo ningún tratado
que ponga a salvo por completo
tu cuerpo hollado y estirado, el gran dolor
que, como campo abierto, te deja en carne viva, una vez más.
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