16.2.10

Para leer al anochecer


Portada del libro.


Para leer al anochecer
—sugerentemente subtitulado Historias de fantasmas—, reúne una colección de relatos de temática sobrenatural, fruto de la pluma siempre recomendable de Charles Dickens, algunos de los cuales fueron publicados en su día en la revista All the year round, propiedad del autor.

Una puerta al más allá, a lo extraordinario, se abre en cada relato: sueños premonitorios, habitaciones encantadas, personajes malignos o apariciones fantasmales que claman justicia desde el otro mundo son algunos de los ingredientes con los que están confeccionados estos cuentos para leer en las largas tardes invernales.

Sobre funestas señales premonitorias trata la primera historia de “Para leer al anochecer”, el relato que da título al volumen: en ella, una joven se obsesiona con el rostro de un personaje desconocido que la persigue en sueños y que acabará desempeñando un aciago papel en su vida. Una vuelta de tuerca a ese tema presenta “El guardavías”, donde un empleado ferroviario encargado de vigilar un tramo de vía, recibe la visita de un espectro que le avisa de accidentes mortales, pero cuyas apariciones, precisamente, serán la causa de un incidente fatal.

Las apariciones fantásticas de quienes vienen a anunciar una muerte (a veces la propia, a veces una ajena), también tienen cabida en estos relatos, así como la de quienes regresan del mundo de ultratumba para resolver un asunto pendiente. Ese es el caso de “La historia del retratista”, un relato que aparece esbozado brevemente en “Cuatro historias de fantasmas” y se desarrolla en detalle en el cuento que nos ocupa. En él, una hermosa y misteriosa joven visita varias veces a un pintor de retratos con un misterioso objetivo, que curiosas circunstancias se encargarán de esclarecer.

Los relatos de los que hemos hablado hasta ahora pretenden ser únicamente una muestra de lo que encontrará quien se embarque en la lectura de Para leer al anochecer. El volumen es muy homogéneo ,no sólo por la temática de los cuentos reunidos, sino también por la calidad de los textos. Son mayoría entre estos las narraciones en primera persona, fiel reflejo de esa tradición oral que siempre ha sentido una morbosa inclinación a contar historias macabras y sucesos sobrenaturales para amenizar las veladas.

Y precisamente, por romper con esa uniformidad que mencionábamos, cabe destacar dos relatos: “El letrado y el fantasma” y “Pálpitos confirmados”, en los cuales se sirve Dickens de todos los elementos que dan cuerpo a las historias anteriores: atmósferas opresivas, personajes misteriosos, extrañas apariciones e, incluso, el narrador en primera persona como recurso para dotar de verosimilitud a la historia; sin embargo, en ambas ocasiones el autor, en un guiño al lector, construye una risible parodia de las historias de misterio en la mejor tradición gótica.

En resumen, una agradable colección de relatos que hará las delicias de los incondicionales del género.

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